Cómo NO terminar un matrimonio

Yo no sé si es cosa de los pueblos o qué, pero hay asuntos en los que hemos avanzado muy poco. Las bodas por conveniencia siguen existiendo en el siglo XXI en España. No es que existan, que tampoco sorprende, es que son más habituales de lo que pensamos. Quizás no conveniencia por juntar patrimonios o jugar a las influencias, no al menos entre el populacho. Pero sí por acogerse a los convencionalismos. 

Sigue pasando eso de casarse con alguien con quien no tienes nada en común, ni complicidad, ni horizontes comunes, que probablemente ni te pone.

Con una diferencia: nuestros padres/madres lo hacían como única vía de escape, porque la presión familiar y social era agobiante. ¿Pero ahora? Ahora lo hacemos por miedo a la soledad, falta de autoestima, apremio del reloj biológico o vete tu a saber qué. Y acabamos diciendo: “Bueno, pues este/a mismo/a me cuadra”, como cuando te has propuesto ligar un sábado por la noche.  

Pero hay otra diferencia: que nuestros/as padres/madres aguantaban, también por presión social. Ahora, afortunadamente, no hay por qué hacerlo. Y nos encontramos con decenas de ejemplos de matrimonios que se separan a los dos, los tres años de casarse o que vienen ya desencantados del mismísimo viaje de novios. 

En las últimas semanas, he sabido de un nuevo caso de separación de matrimonio joven en mi entorno cercano. Al hilo de los acontecimientos y de los testimonios de ambos, me queda la creencia de que encajan en el patrón anterior. Los dos dijeron: “Este mismo/a”. Pero ni afinidad, ni complicidad, ni aficiones, ni horizontes comunes. Y, si había cariño, era por inercia, costumbre y roce. 

Quizás si se detienen brevemente a reflexionar, a escucharse y a obtener un aprendizaje personal útil, lleguen a la conclusión de que su matrimonio no debería haber empezado siquiera. Pero, por ahora, por el cariño que les tengo, me agradaría saber que no se hacen más daño del necesario. De momento, muy bien no pinta. Y tanto de su caso como de otros de los que he sido testigo saco unas conclusiones de cómo NO terminar un matrimonio.  

  • 1. Jugando al desgaste

Asumir que una relación ha llegado a su fin después de años cuesta mucho. Muchísimo. Todos/as tenemos claro que permanecer en una cuando ya no quieres a la otra persona es peor, ¡pero cómo nos cuesta dar un paso adelante! Nos escudamos en que no queremos hacerle la daño a la otra persona, pero no. Estamos siendo cobardes.

Hasta que llega un momento en que, de tanto seguir sometida a algo que no quieres, acaba pasando lo peor. Como cuando se te mete algo en el ojo, que o lo sacas ya o te expones a daños de calado. Acabarás despreciando a la otra persona, criticándola ante gente con la que ni siquiera tienes confianza y siendo grosero/a con ella. Aborreciéndola, en definitiva. Y luego mascando la culpa de haberla tratado tan mal.

  • 2. Sin reconocer errores

Ahora empieza el clásico periplo de “Es que ella…”, “Es que él…” con el que freír a los/as amigos/as más cercanos. Está muy bien desahogarse y que el resto se limite a escuchar, sobre todo, y dar opiniones desde lo asertivo cuando sean requeridas. Pero cabe que, entre lanzamiento y lanzamiento de mierda al otro, al menos veas que tienes las manos manchadas

Ahora que si no era cariñoso conmigo, que si jamás hacíamos nada que me gustara a mí, que si me hablaba mal… ¿Empezó a serlo de la noche a la mañana? ¿No hay nada que explique el porqué? Si hubiera un porqué, ¿qué papel jugaste y/o qué hiciste al respecto? Hay una frase popular que resume esto: “Yo soy como soy porque tú eres como eres”. 

(Disclaimer: estoy hablando de relaciones aparentemente no tóxicas. No justifico actitudes de mierda).

  • 3. Sin comunicación

Llega un momento en el que prefieres pasarte el día en el trabajo, en casa de una amiga o de compras con tal de no verle la cara a la otra persona. O por posponer ese momento tan necesario de hablar de lo que nos está pasando. Porque sientes que ya no tiene arreglo, y lo que quieres es cerrar los ojos, darle marcha adelante al reloj cuatro o cinco meses y dejarlo todo atrás.

Conociendo casos como este, me doy cuenta de las carencias comunicativas que tenemos cuando se trata de expresar nuestros sentimientos y opiniones con sosiego, además de escuchar con empatía y sin prejuicios. Es muy difícil que no afloren las espinas clavadas, por ejemplo, con lo mucho que facilitaría el proceso terminar con honestidad y en los mejores términos. Haría la ruptura más llevadera, que siempre es traumática.  

  • 4. Pensando que con otro/a quizás sí

Una relación se trabaja día tras día para que funcione, con amor y buena comunicación. Lograr construir algo sano y satisfactorio para el desarrollo individual y conjunto no es fácil. Puede ocurrir que te aburras, que todo te resulte demasiado rutinario y acabes yéndote con otro/a en busca de acción. Por ponerle un poquito de “punch” a tu vida. En serio, veo esto muy ingenuo, diría que inmaduro. ¿Comenzar a construir una relación sana desde cero, cuando la tuya lo era y solo te aburriste? Mejor quédate soltero/a. 

No era este el caso de la pareja de referencia. Ellos no tenían una relación tóxica, de esas en las que probablemente no merece la pena permanecer ni intentar construir nada. Pero tampoco estaban los cimientos de un amor sólido, así que puede que a ellos sí les vaya bien con otro/a. 

Algunas diréis que expongo obviedades, porque lo son. Pero, ¿nos quedan tan claras en la práctica? Porque estoy segura de que no.

Azahara Abril.