LLORABA PORQUE NO ENCONTRABA BIKINIS DE MI TALLA Y ACABÉ HACIENDO NUDISMO

 

Tengo 28 años y no ha habido un solo año en el que me haya sentido a gusto yendo a comprar  bikinis. Es más, soy de una ciudad costera pero siempre que llegaba el calor y mis amigas y amigos  empezaban a hacer planes para ir a la playa yo ya temblaba. ¿Qué me voy a poner? ¿Este año me  irá el del año pasado? ¿Se habrá desintegrado por completo? 

No sé si os ha pasado, pero yo no era muy cuidadosa con mis bikinis (además que solían ser malos)  y de un año para otro, el que era “mi bikini favorito del año” acababa siendo un trozo de tela dada  y sin mucha uniformidad. 

Me salieron las tetas a los once años. Ya en primero de la ESO usaba una 95 con bastante copa, no  recuerdo exactamente cuál, pero encontrar sujetador se convirtió en una de mis tareas más odiadas.  Muchas veces acababa usando dos, uno encima de otro, porque con uno no me servía (no me  compraba el que era para mí porque no encontraba de mi talla en las tiendas que me podía permitir  y lo suplía usando dos, teniendo la sensación de me sujetaba más, pero el pecho sobresalía  igualmente. Con los sujetadores deportivos… pues más de lo mismo. Así que cuando llegaba el  verano y tenía que ponerme a buscar bikinis, acababa siempre llorando. 

Primark fue un oasis, literalmente, parecía la salvación, pero no era real. Bikinis de tallas grandes en  la teoría, pero en la práctica eran inservibles. Encontraba la que se suponía era mi talla, incluso  algunas más grandes, pero al probármelo el pecho me sobresalía por todos lados. Por los laterales.  Por encima. Por debajo. Atados al cuello… esos eran los que más crisis interior me creaban. Yo quería  usarlos, ¡claro que quería!, quería ser una más, quería sentirme guapa y no llevar los bikinis de la  mercería que eran, además de carísimos, de abuela, con aros y con estampados horrendos. Pero  literalmente me hacían polvo. Acababa con unos dolores de cuello y de cervicales increíble y no  sabía por qué. Claro, pequeña, ¿cómo no ibas a tenerlos si tu pequeño cuello sujetaba dos kilos de  tetas? Pero eran los únicos que podía permitirme si quería “ir a la moda”. 

Durante unos años dejé de lado mi comodidad y prioricé ir guay. Pero, fue en el segundo año de  carrera que conocí a la que fue mi mejor amiga y mentora en aquella época. Un día me comentó que hacia nudismo y yo, que en aquél entonces me daba igual todo y probaba lo que se me pusiera  por delante, acepté ir con ella a una pequeña calita cerca de su casa. De verdad, no podré  agradecerle nunca lo suficiente. Ahí es cuando empecé a practicar nudismo. 

Gracias al nudismo pude dejar de sufrir por los bikinis, ya me daba igual si quedaban bien, mal, caros  o baratos. No llevaba. Y lo practiqué durante unos cuantos años. Hasta que el adulting nos atacó y  nos distanciamos. Yo no conocía otro lugar para hacer nudismo y aquella calita me quedaba algo  lejos para ir expresamente. Es cierto que, cuando iba de vacaciones por la costa norte de Cataluña,  aprovechaba las calitas que había para dar rienda suelta a mi cuerpo serrano. 

No nos engañemos, el problema sigue estando, las personas con mucho pecho no encontramos  bikinis fácilmente y de verdad, es algo que no entiendo. No es que no existamos, somos muchas y, además, las empresas que son, por definición, un conjunto capitalista, les interesaría crear bikinis  hasta tallas más grandes porque ganarían más dinero. Pero imagino que no interesa, les cunde más  maltratarnos estéticamente para que nos arruinemos con las cremas, operaciones y dietas  imposibles. 

Mi reflexión es que, al final, si no puedes luchar contra el sistema, infíltrate en él y enseña las tetas.  Total, les vamos a dar igual de todas formas.  

GRIS