Una relación tóxica es una relación…

… que no suma

… que te hace daño

… que no compensa

… que no te permite tu propio desarrollo personal o evolución como persona

… de la que no recibes nada bueno a cambio

… que sólo te hace sufrir

… que te aporta dos de cal y una de arena

… que si te aporta algo bueno, es para no romper el vínculo

… que no te deja ser libre

… en la que hoy te quiero y mañana te odio

… que mantienes por miedo a estar sola

… que te hace creer que si no estás con esa persona, no encontrarás a nadie más

… que te ahoga

… que te oprime

… que no te permite ser feliz

… que no cambia, a pesar de los intentos

… que te mengua como persona

… que “necesitas”

… que te deja una sensación de vacío constante

… que puede ser intermitente (con rupturas en modo “idas y venidas”)

… con momentos de amor muy intensos y “bajones”

… que sí, pero no

… que no eres capaz de romper

… que te mantiene indecisa e insegura

… que te mantiene en la incertidumbre

Y aunque pensemos que seguimos con esa persona por amor, he de decir que lo que mantiene esta unión no es amor, es dependencia. La temida pero tan común dependencia emocional.

Las relaciones dependientes son las más difíciles; te matan y te reviven al mismo tiempo. Te ahogan pero te salvan. Son un “sí pero no” constante. La ambivalencia está siempre presente, esteis o no juntos. Ni contigo ni sin ti. Ni como ni te dejo comer. El círculo vicioso del dolor se mantiene a través de la esperanza de cambio, algo que, por más que pasa el tiempo y lo intentas, nunca llega.

El desgaste emocional que produce permanecer en este estado es perfecto para seguir anclada al vínculo. ¿Cómo funciona esto exactamente?

El proceso sería más o menos este. Empieza siendo todo maravilloso, bonito y perfecto. Con esto, te enamoras. Obvio, si empezara siendo todo como explicaba al principio del artículo otro gallo cantaría. De repente un día, observas algo que no te gusta, pero bueno, como sólo es un pequeño detalle, tampoco haces mucho caso. Estos pequeños detalles, se convierten en hechos recurrentes que tú perdonas o intentas ignorar porque recuerdas que al principio era todo bonito y esperas que algún día vuelva a ser esa misma persona y volváis a ser felices. Y sí, lo bonito vuelve de vez en cuando, pero cada vez los momentos bonitos son menos y duran menos; es precisamente esta intermitencia la que poco a poco va creando la dependencia. ¿Por qué? Pues porque en los momentos malos, tu autoestima decae siendo consecuencia de rumiaciones basadas en pensamientos como “¿qué habré hecho mal?”, “¿estará enfadado/a por algo que le he dicho?” o “¿por qué con sus amigos sí y conmigo no?” que son incertidumbres relacionadas con la propia valía personal y traen consigo, de forma inherente, el sentimiento de ansiedad o preocupación. Resumiendo, tenemos la siguiente ecuación:

Enamoramiento + Disminución de la autoestima + Intermitencia en la relación + Ansiedad o Preocupación = Dependencia emocional

Lo que fortalece y cierra el círculo vicioso es el desgaste emocional que produce la situación. A más rumiaciones o más intentos de poner solución a aquellos problemas que se dan, más ansiedad y menos confianza en ti misma, ergo más necesidad de la otra persona. El vínculo es lo único que te hace sentir bien (valga la ironía) y da sentido a tu vida. Aún con sintiendo que algo en tu interior te dice que ese bienestar en pareja nunca va a llegar sigues, y sigues, y sigues…

¿Te ha quedado claro?

¿Cuánto entonces es buen momento para romper este tipo de relación? Siempre. Ahora mismo, de hecho, es buen momento. Deja de leer y rompe. Y si no te ves con fuerzas suficientes, sigue leyendo, pero rompe. Rompe porque este tipo de relaciones sólo lleva al desgaste, el rencor y el malestar. Rompe de verdad. Para siempre. No vuelvas nunca más a intentar restablecer el vínculo con esa persona. Si no ha cambiado ya, no va a cambiar jamás. Ni siquiera vuelvas bajo la excusa de echarle muchísimo de menos; la sensación de nostalgia, de “sentirse morir” o “romperse por dentro” no es real, es un efecto de la dependencia y se llama síndrome de abstinencia (exacto, igual que con las drogas).

Corta.

Déjale.

Rompe.

Sé libre.

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, por eso entiendo que cada persona tiene su momento, pero claro, con estas cosas siempre es mejor cuanto antes.

¿Cómo hay que romper estas relaciones? Yo siempre he dicho que no es lo mismo romper mal que romper bien. Dolor va a haber, pero si lo podemos menguar un poco, mejor que mejor.

Cómo romper bien una relación tóxica:

Contexto:

Lo primero es asegurar un entorno tranquilo. No puedes romper con tu pareja en una discoteca, una cafetería o el coche (y menos aún mientras uno de los dos conduce). No son lugares adecuados. Tampoco es recomendable hacerlo por teléfono, Skype o Whatsapp, más que nada porque a parte de que no queda muy bien, se pierde parte de la comunicación y es probable que la otra parte de le relación “exija” una conversación en persona, accedas (recordemos que la falta de autoestima hace ceder aún cuando sabemos que ante lo que cedemos no es bueno) y tengas que volver a verle después de decirle que no quieres estar ya más en esa relación.

Asertividad:

La asertividad se podría definir como aquella forma de comunicar en la que el emisor del mensaje hace conocer al receptor su opinión o información de las cosas, cuidando las formas y respetándose tanto a sí mismo como a quien recibe el mensaje. La persona asertiva sabe decir “no” siempre que la ocasión lo requiera porque conoce sus potenciales y sabe donde están sus límites y los de los demás. Una persona asertiva nunca permanecerá en una relación tóxica. Si tú no eres una persona asertiva (normalmente las relaciones tóxicas suelen estar formadas por personas sumisas o agresivas), este es un buen momento de empezar a serlo.

No vuelvas:

Bajo ningún concepto. Si vuelves a retomar la relación vuelves al mismo bucle de siempre. Recuerda que la relación no va a cambiar, por mucho que haya arrepentimiento y nuevas oportunidades. A ese nuevo principio se le llama fase de “luna de miel”, que como ya sabes, dura muy poco.

Que no te manipule:

Cualquier frase que suene a desesperación es una buena pista para saber que te está manipulando. Por ejemplo:

“¿Qué voy a hacer yo sin ti?”

“Si me dejas mi vida no tiene sentido”

“No voy a encontrar nunca a nadie como tú”

“Prefiero morirme antes que estar sin ti”

Prepárate para:

Manipulaciones, insistencias, idas y venidas, mensajes o llamadas insistentes y similares. No sucumbas. Todo esto forma parte de las mismas artimañas de siempre. NO ES AMOR. Es una señal más de lo tóxica que es esa persona.

Bloquea y elimina a esa persona de tu vida. Cuanto menos señales de vida tengas desde la ruptura, mejor para ti. Menos dolor y menos posibilidad de volver a ese bucle sin salida.

Abstinencia emocional:

Sí, tú también lo vas a pasar mal y esto es completamente normal. Si en una relación sin dependencia emocional ya se pasa mal durante el duelo por ruptura, imagínate en una dependiente. Recuerda que la sensación de nostalgia, de “sentirse morir” o “romperse por dentro” no es real, es un efecto de la dependencia y se llama síndrome de abstinencia. Las dos primeras semanas van a ser un infierno, pero poco a poco, con el tiempo, estarás mejor. Un/a psicólogo/a especializado en relaciones de pareja puede ser tu mejor aliado/a ya que entenderá qué te está ocurriendo y podrá ayudarte a gestionar más rápido las emociones que presentes.


Autora: María Esclapez Cartagena. Psicóloga, Sexóloga y Terapeuta de Parejas.

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