Hoy hablamos de suegras. No cualquier suegra, nos vamos a centrar en las tóxicas. ¿Y cómo sabemos si es tóxica? Porque te amarga la existencia, pero la tuya y la de su descendencia, a la que llega a poner en una encrucijada personal. 

 

No estoy hablando de problemas cotidianos, capaces de superarse con comunicación y empatía. Estamos en un nivel superior: madres que no asumen que sus hijos/as se han hecho personas adultas que vuelan solas y lo único que desean de manera enfermiza es que su retoño vuelva bajo su ala; ellas, las que disfrutan con el fracaso amoroso de su prole para volver a ser únicas protagonistas de sus vidas. Mienten, critican, pisan, con el objetivo de acabar con la salud mental del que viene “de fuera” y las quiere “destronar”. 

Contexto: ¿cuentas con el apoyo de tu pareja? 

Este detalle es de suma importancia. No es lo mismo enfrentar esta situación sola o acompañada. Si tu pareja está ciega con su madre, el trabajo es doble y, en ocasiones, imposible. Ella te saca años de ventaja lavándole el cerebro y, como tú, miles. En un escenario así, mi Consejo #0 es que huyas; a medida que la relación avance, lleguen hijos y tal, la cosa solo puede ir a peor. 

En cambio, si tu pareja tiene ojos en la cara y es consciente del poder de manipulación que tiene su madre, lo capea y evita contaminarse, esa relación tiene futuro. Este era mi caso, porque la toxicidad que irradia mi suegra se puede percibir a leguas.

 

Consejo #1: establece tus límites

La mayoría de los problemas vienen por no establecer límites desde el principio. A veces, tenemos la falsa creencia de que, por evitar conflictos, es mejor “dejarlo estar”. Y no. Cuanto más tardemos en trazar una línea, más nos costará expulsarla de nuestro espacio personal. Empezará cogiéndote la mano y se te montará en la chepa, tomará las riendas y buscará domarte a ti tu relación. No la dejes.

Con educación y respeto, pero mucha seriedad, dile que “hasta aquí puede llegar”. 

Consejo #2: déjala caer por su propio peso

No te recomiendo criticarla, porque la vas a victimizar. Si eres muy dura con tus opiniones, solo conseguirás convertirla en la “pobrecita” y perderás apoyo por la “pena”. No “metas mierda”; simplemente, permite que sea ella la que caiga por su propio peso y aprovecha sus acciones para dejarla en evidencia, sin aparente objetivo destructivo. A esta estrategia la llamo: “el comentarista deportivo”, que se digna única y exclusivamente a narrar la jugada de gol; el receptor del mensaje que saque su propia conclusión: ¿era fuera de juego? ¿Hubo mano? 

 

Consejo #3: ignora sus provocaciones

“Dientes, dientes, que eso es lo que les jode”, como diría Isabel Pantoja. Con los límites fijados y ella cavando su propia tumba, solo te queda sonreír. “Que sí, que sí, que lo que tú digas”. Si pone en tela de juicio tus capacidades, tu maternidad, tu talento culinario o lo que se le ocurra esa mañana de Navidad, ignórala. Luego retoma el Consejo #2 y comenta su maldad con tu pareja, para que poco a poco vaya abriendo los ojos. Responder a cada una de sus provocaciones, solo te pondrá a su altura.  

Consejo #4: distánciate todo lo físicamente posible

Yo me mudé a más de 2.000 kilómetros y la veo, máximo, una vez al año. Quizá no hace falta ser tan drástica, pero sí es recomendable meter tierra de por medio. No hagas una maratón de Nochebuena, Navidad, San Esteban, Fin de Año, Año Nuevo, Víspera de Reyes y Reyes con ella, porque eso solo puede acabar con muertos de por medio. Busca alternativas con otros familiares o amigos, o en pareja. Trabaja en planes atractivos, para mantener de tu parte a tu pareja y que no eche en falta esa reunión con su madre. Cumple un par de veces al año, respira hondo y afronta la situación con templanza, y vuelve a tu día a día sin que su influencia te afecte. 

 

Consejo #5: si crees que lo necesitas, haz terapia

A mí me daban crisis de ansiedad. Lloraba y me culpabilizaba, porque -según ella- todo había empezado a ir mal desde que yo llegué a la familia. Intenté adaptarme a lo que ella esperaba de una nuera, pero nada era suficiente. Hice un esfuerzo enorme por empatizar con su miedo a “perder a su hijo” por “otra mujer”, pero el psicólogo me hizo entender que el problema no era mío y solo me ofreció esta serie de consejos para aprender a gestionar la situación sin perder la cabeza. Espero que te sirva y…, ¡suerte! 

 

Anónimo