Ya tenemos una edad. Y no lo digo como algo malo, que parece que esa frase sólo aplica a “No podemos hacer esto, que ya tenemos una edad…”. Lo digo como algo bueno. Los años nos aportan más sabiduría que arrugas y tenemos que aprender a escuchar a nuestro cuerpo y nuestro cerebro para saber lo que es mejor para nosotras.

Con los años hemos aprendido a valorar lo bueno y a alejarnos de lo que no nos conviene. Hemos dejado atrás relaciones tóxicas, hábitos de comida y amistades que no nos beneficiaban, pero a veces seguimos cayendo en los mismos pecados de siempre, porque no siempre es fácil decir adiós a todas esas cosas que han estado con nosotras durante años…

Pero hay que hacerlo, hay que aprender a decir adiós a ciertas cosas que no nos hacen ningún bien… Todas sabemos que no es tarea fácil…; tendemos a acumular personas, costumbres… como una especie de Síndrome de Diógenes emocional, pero permitidme que os diga que es necesario sacar la basura de vez en cuando…

Y ahora que ha llegado septiembre (todas sabemos que el año empieza en septiembre) es el momento de plantearnos que hay muchas cosas de nuestro día a día las que deberíamos decir adiós…

Tenemos que decir adiós a las personas tóxicas que no nos aportan nada, a la gente que nos machaca sin que nos demos cuenta, que nos menosprecia, que nos hace dudar de nuestras capacidades, que no nos valora y que, en definitiva, nos hace cada vez más y más pequeñas.

Tenemos que decir adiós a las prisas, a ser tan perfeccionistas, a querer abarcar todo y a sentirnos mal cuando no podemos con ello. Tenemos que decir adiós a querer ser Superwoman porque, creedme, ya lo somos, aunque dejemos trabajo pendiente para mañana, aunque hoy se nos quemen las tostadas, aunque saquemos a los niños de casa con la camiseta puesta al revés.

Tenemos que decir adiós a los pensamientos negativos que tenemos sobre nosotras mismas. A aprender a vivir con esas lorzas, esa tripa o esa celulitis y sobre todo a asumir que no hay nada malo por tenerlas. Tenemos que decir adiós a la obsesión por el cuerpo perfecto, tanto el nuestro como el de los demás, y quitarnos esos pensamientos para dejar que nuestra autoestima pueda salir a la luz.

Tenemos que decir adiós a los malos hábitos. A fumar, a pasarnos con el alcohol, a la comida basura y a la costumbre de pedir pizza para cenar cada vez que no nos apetece cocinar.

Pero también tenemos que decir adiós al sentimiento de culpa que nos invade cuando nos fumamos un cigarro o nos tomamos un gin tonic de más o acabamos la noche con una parada técnica en el MacDonalds o kebab de turno…

Tenemos que decir adiós a esa ropa tan incómoda que nos hemos comprado porque “es lo que se lleva” pero que nos aprieta el mondongo cada vez que nos lo ponemos. También tenemos que decir adiós a toda esa ropa acumulada en el armario que tenemos “para cuando adelgace”.

Tenemos que aprender a olvidarnos de todas esas obsesiones que no nos dejan ser felices, de esas dudas que no nos dejan dormir y de esas inquietudes que nos agobian durante días. Tenemos que aprender a dejar atrás esos pensamientos que nos hacen dar vueltas a la cabeza durante días y que no nos llevan a ninguna parte…

Tenemos que decir adiós a todas las costumbres que no son beneficiosas para nosotras, a estar pendientes del móvil cada 5 minutos, a buscar como loca el perfil de nuestro rollete, nuestro ex o simplemente el chico que nos gusta, o a obsesionarnos con los likes en Instagram o Facebook. Tenemos que decir adiós a buscar la validación de los demás (conocidos o desconocidos) para aumentar nuestra autoestima. A valorar su opinión por encima de la nuestra, y a tomar decisiones en base a los consejos de otros.

Tenemos que decir adiós a un yo antiguo que se aferra a todas esas cosas y decir hola a un yo nuevo, más libre, más a gusto con su cuerpo y su mente y, sobre todo, más feliz.