La mayoría de las mujeres sueña con tener los senos grandes, creo que la industria de la cirugía plástica debe ser de las más rentables del mundo, leí en internet que el aumento de pecho es la cirugía estética más demandada en España, y tengo más de una amiga que sufre como “precious” por sus senos pequeños. ¿A mí? A mí nunca me ha importado, posiblemente porque las tengo grandes de toda la vida.  En cuanto me desarrollé crecieron más rápido que si las hubiesen estado inflando con una bomba de aire. Suena bien, ¿a que si? Pues como todo en la vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. 

¿Lo malo? Un montón de cosas empezando por mi niñez, y no hablo del típico bullying; el compañerito que se burlaba de mí… eso fue soportable, pero recuerdo en muchas ocasiones sentirme asustada porque personas mucho mayores que yo parecían olvidar que era una niña solo por el hecho de tener las tetas grandes. 

Y ahí, desde muy chica, empecé a escuchar cosas realmente idiotas gracias a mis senos grandes. 

Tenía doce años cuando un guardia de seguridad, un hombre adulto, me pidió salir con él. Doce. Era una niña. Y cuando le respondí justo eso, que no podía salir con él porque era muy pequeña, el muy baboso me respondió “No eres pequeña, mira que grande estás” (obvio en tono sugerente y mirándome las  tetas). Eran otros tiempos, a ese tipo de actitudes no se les daba la importancia que se les da ahora, y con no volver a asistir al comercio donde el tipo trabajaba fue suficiente. Decir algo al respecto o quejarme era algo que en ese momento no pasó por mi cabeza. 

Ya más grande, de adolescente, recuerdo estar con amigas quejándome de un problema que tenía en casa, y una de ellas me dijo: “no entiendo de que te quejas tanto, tienes las tetas grandes, no tienes problemas en la vida”. 

Así tan estúpido como suena. Entiendo que ella era una chavala y quizás no el ser más inteligente del planeta, pero ¿Qué coño tienen que ver mis tetas? Por supuesto que tenía y sigo teniendo problemas. Y así mis amigas me hicieron muchos comentarios de ese tipo. Aparentemente si eres una chica de 17 años tu único problema es tener los senos pequeños, y si los tienes grandes pues también tienes la vida resuelta y nada más que pedirle al universo.

Ya más adulta, y posiblemente mi favorito, un tío con el que iba a salir, pero por suerte no llegué a nada, me dijo el comentario más estúpido a la fecha. “Me gustan mucho tus senos, el único problema es que cuando tengas unos cuarenta los vas a tener a las rodillas.” Menudo imbécil. A veces hasta me provoca tomarles una foto y mostrarle que por las rodillas no están. Él era amigo de unos amigos y de esas persona que en cuanto tiene público comienza a hacerse el listo y meterse con los demás, por suerte hizo ese comentario y fue la excusa perfecta para descartarlo de por vida. 

El más reciente, y de otra “amiga”, fue después de tener a mi segundo hijo. Tan simple y sencillo como “mejor dale fórmula que a esas tetas tuyas la gravedad no las ayuda”.

No soy un extraterrestre, por supuesto que mis tetas cambiaron después de amamantar. ¿Me arrepiento? Ni por un segundo. Y también le di pecho a mi segundo hijo, a pesar de los “consejos” de mi amiga.  

Como les decía al principio, yo amo mis senos grandes (caídos, víctimas  de la gravedad o como sea) pero no todo es color rosa, y traen consigo una serie de problemas que estoy segura han escuchado o leído en otras partes (dolor de espalda, dificultad para encontrar ropa) pero el más molesto para mí, es sin duda las estupideces que a veces toca escuchar. 

Danellys Almarza