Treintañera, Gamer y madre

Se dice que el mundo está cambiando. Cuando tenía diez años y tuve mi primera consola, la Play 2, no vi nada en ella que me dijera que eso no era para mí. 

Ha sido años después que me he dado cuenta de que ser mujer y una loca de los videojuegos (entre otras cosas), no es lo normal para nuestra “amada” sociedad. 

Todo llegó cuando apareció internet y los juegos online, donde te reúnes con gente y encima interactúas, que vi el panorama y os voy a contar las cosas que me han llegado a decir por el simple hecho de tener vagina.

La frase más típica cuando juegas en equipo y hay micrófono: «Vete a fregar».

Bravo, señoro, usted tiene una originalidad sublime. Créame, jamás la había escuchado. ¡Por el amor de Dior!

Sí, no solo te envían a la cocina en cualquier post de la selva amazónica que son las redes sociales. En los juegos, cuando das un tiro certero, les quitas sus bajas o incluso vas mejor que ellos, ven su masculinidad en juego y atacan con una frase que a mí me causa risa. En ocasiones les respondo, la parte buena de tener micro es que puedes mandarlos a la mierda in situ y con voz firme, cosa que no es tan directa de forma escrita.

«Otra lesbiana haciendo cosas de hombres».

Esta es otra lindeza, porque todos sabemos que solo las lesbianas juegan a videojuegos, porque claro, son más masculinas, y eso *inserte cualquier GIF de alguien poniendo los ojos en blanco*. ¡Ja! Hijo, de verdad, algunos necesitáis una hostia bien dada y una lección en general sobre que NO EXISTEN COSAS DE HOMBRES Y MUJERES, solo cosas que nos gustan. Ni más, ni menos.

Aparte de ser una frase sumamente machista, es ofensiva para el colectivo. Puedes serlo y jugar, de la misma forma que no. Tu sexualidad no va ligada a tus gustos particulares, los cuales van desde jugar, leer, hasta masturbarte cada hora porque de verdad eso te llena.

«¿Y tú cuánto follas?»

Sí, también me lo han dicho. Lo más fuerte de todo es que, en este caso, no era un señoro, o jovenzuelo de entre veinte y treinta años. 

¡No, no, no!

¡Fue un niño que ni siquiera había desarrollado su voz de adulto!

Os puedo asegurar que ese día me hervía la sangre. No me puedo explicar cómo los padres no entraron en ese instante en la habitación del niño rata y le lavaron la boca con jabón, le tiraron el router por la ventana y lo castigaron de por vida por ser un mocoso irrespetuoso.

«¿Tienes novio?»

Los señores se piensan que, cuando las mujeres jugamos a juegos, nuestro único cometido es hacerlo para encontrar a nuestro príncipe azul entre balas contra el enemigo. En su «superioridad» de semental buscan a la joven desvalida que necesita a su caballero de armadura andante en un juego al que se entra para pasar el rato. Porque claro, ¿para qué vamos a jugar si no es con un fin como el de reproducirnos como conejos?

Alerta de spoiler: también jugamos para pasar el rato, para cabrearnos un poco y decir improperios cual camionero con voz de carajillo.

Y de estas tengo un montón más, pero me daría para una novela de seiscientas páginas y ahora quiero abordar la parte de ser madre y jugona.

«Ahora ya no jugarás, tienes que estar con tu hijo».

Claro, tengo que estar con mi hijo. Tiene casi cuatro meses y, ¡vaya! Sigo jugando cada vez que tengo un hueco —en sus siestas—.

Su padre es como yo, y desde que nació, hemos seguido con nuestro hobby. Obviamente en menor medida, pero a él ni siquiera le han insinuado que, ahora que es padre, se acabó el jugar. 

Me da rabia, ¡vaya que sí! Pues ambos somos iguales, estamos criando a nuestro hijo y aunque es cierto que la madre siempre acaba llevando más peso, tengo todo el derecho del mundo a seguir haciendo las cosas que me gustan en mis huecos libres. No por ello soy una inmadura, ni menos madre, ni tengo menos derecho. También me han sugerido que no es bueno para los niños los videojuegos y ahí ya me vuelvo cual niña del Exorcista porque yo me he criado con ellos, soy escritora y tengo la cabeza sobre los hombros. ¡No todos son como el GTA!

Hay muchos con historias fascinantes que también te enseñan cosas. Y si el día de mañana mi hijo me ve jugando y quiere, pues jugaré con él y le enseñaré a hacerlo de forma respetuosa, porque TODOS tenemos derecho a disfrutar de una buena partida que nos ayude a evadirnos.

Melanie Alexander