Como varias de nosotras, yo crecí en una familia materialista. Si tú tuviste la suerte de crecer en una familia en la que se le daba valor a las cosas que realmente lo tienen, siéntete afortunada, porque realmente, lo eres.

En mi caso particular, yo crecí en una casa en la que tanto mi padre como mi madre fueron personas muy superficiales.

Tuvieron un buen nivel económico y basaron su autoestima y su valía personal en tener cosas bonitas y buenas.
Mis padres nunca valoraron su creatividad personal, vivir experiencias nuevas, conocer personas de distintas culturas. Mis padres nunca tuvieron hobbies.

Cuando se iban de viaje, se iban a los mejores hoteles, veían lo imprescindible de cada ciudad y se pasaban el resto de la estancia en los mejores restaurantes o en los mejores spas de la ciudad. Su gran preocupación a la hora de elegir un destino era la exclusividad de las actividades que ese lugar pudiera proporcionarles.

Yo siempre tuve el mejor móvil de todas mis amigas, mi ropa siempre era de marca. Mis padres siempre tenían el mejor coche y la casa más bonita y más grande.

Es algo completamente respetable. Si tienes la capacidad para comprarte las cosas que te gustan y encima valoras esas cosas, me parece que es cómo que te toque la lotería.

Todas esas cosas determinaban el valor que mis padres creían que tenían como seres humanos y ahí es donde está el problema.

No me malinterpretes, yo no vivo en una tienda de campaña y caliento mi comida en una hoguera. Hace poco me compré un Ipad y el Apple pen para poder dibujar. Fue un capricho y sé que podría vivir sin él. Pero lo que me hace feliz, es que ahora puedo hacer ilustraciones en mi casa y aprender poco a poco a ilustrar. Yo no soy feliz porque tengo un ipad en mi casa, soy feliz porque ahora puedo hacer ilustraciones y eso me hace feliz. No sé si explico bien la diferencia vital entre una cosa y otra.

El gran problema de crecer en una familia materialista, es que desde bien pequeña vives en ese halo, que te hace sentir que sí no tienes lo más caro, has fracasado.

Desde bien pequeña, daba por hecho que si no tenía lo mejor no era igual de válida que las demás personas. Desde pequeña tuve inquietudes y hobbies pero incluso esas aficiones personales, las sentía como una carga. Porque invertir tiempo en ello no iba a proporcionarme un futuro con más dinero.

En mi caso personal crecer en una familia materialista, me ha llevado a querer demostrar desde una edad temprana que tenía más capacidad económica que el resto de personas de mi entorno. Cuando dependía de mis padres era sencillo, porque ellos me compraban todo.

Pero en el momento en el que me independicé, todo cayó por su propio peso.

Seguía sintiendo que yo debía ser la persona que más dinero llevara en la cartera. Que yo debía ofrecerme a invitar, porque se daba por hecho que yo era la que más dinero tenía.

Cuando cambiaba de móvil mis padres se cuestionaban porque no me compraba el más caro del mercado. Siempre me hacían sentir inferior por no tener lo más caro. Y es que por más que tu familia sea materialista, nunca entendí como no eran capaces de comprender, que cuando tienes 23 años, un sueldo de 1.500€ y pagas un alquiler en Barcelona de 700€, no es normal aparecer con un mercedes, un Iphone de última generación y un bolso de Carolina Herrera.

Pasó tiempo hasta que comprendí el conflicto que existía dentro de mí respecto al dinero.

Y pasé muchos años sin ser capaz de ahorrar, pidiendo créditos y ahogándome en deudas. Todo, porque deseaba demostrarme a mí misma que era válida y la manera de hacerlo era comprándome las mejores cosas.

He vivido situaciones muy desagradables y he estado muchos años endeudada. Pero lo que sentía los primeros 10 minutos cuando habría un nuevo móvil o la caja de un anillo de oro, era validación pura y dura. Un chute de ego y de autoestima que hacía que comer sólo macarrones mereciese la pena.

Llegó un punto en el que me ví sin salida, mis deudas superaban lo que yo ingresaba al mes y me veía completamente incapaz de hacer frente a mis obligaciones. El fantasma que había dejado mi  familia materialista, me había consumido por completo. Y entonces, pedí ayuda.

Tengo que deciros nenas, que de todo se sale, hacedme caso.

A día de hoy y después de varios palos, por fin tengo una relación más sana con el dinero, tengo mis ahorritos y cuando necesito comprar algo nuevo, me pienso mucho la compra. Siempre valoro lo que algo material me aporta y cómo me hace sentir. Compro por necesidad material, o compro cosas que me hacen ilusión, no para validarme como persona.

Se acabó el comprar para sentir que soy una persona válida.

Anónimo

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