Bueno, realmente la adolescente era mi madre. Aunque a decir verdad mi padre apenas había entrado en la veintena.

Mi madre se quedó embarazada de mí con tan sólo 16 años y me tuvo con 17. Vamos, en plena adolescencia. 

De mis primeros años de vida apenas recuerdo nada (como todo el mundo supongo…). Primero vivimos en casa de los abuelos, hasta que después de un par de años y con mucho esfuerzo, mis padres consiguieron construir su primera casita. La que sería nuestro primer hogar.

Mi infancia la recuerdo como una infancia totalmente normal, como la de cualquier otro niño. Sin traumas, ni grandes dramas.

5 años después nació mi hermano, y desde entonces hemos sido una familia feliz y unida.

¿Qué pasa entonces? ¿Cuál es el motivo de este post? Pues todo lo que he podido analizar siendo adulta. 

He podido darme cuenta de que el hecho de que mis padres me tuvieran siendo tan jóvenes no tuvo que ser nada fácil para ellos. Pasaron épocas muy duras tanto a nivel personal, como profesional. Y si ni mi hermano ni yo llegamos a ser realmente conscientes de ello es porque mis padres, pese a su corta edad, supieron protegernos en los malos momentos.

También hubo ocasiones en las que mis padres no lo supieron hacer tan bien como me hubiera gustado. Recuerdo pedir consejo/ayuda a mi madre y que su reacción natural fuese evadir la respuesta o decirme que ese problema lo debía solucionar yo.

No la culpo por ello, ni jamás lo haré. Desde la madurez uno puede analizar que una persona que es madre siendo adolescente no dispone ni de las herramientas ni de los recursos emocionales suficientes para enfrentar ciertas situaciones.

Puede que mis padres no tuvieran siempre un comportamiento ejemplar, las mejores palabras o los mejores consejos. Pero a su manera siempre estuvieron ahí para hacerlo lo mejor que pudieron con las herramientas de las que disponían.

Hoy en día, y más de 30 años después, mi familia continúa unida y tanto mi hermano como yo somos dos personas adultas, responsables e independientes. Ambos hemos logrado estudiar y desarrollar nuestra carrera profesional y, sobre todo, somos buenas personas. Y si todo eso ha sido posible ha sido gracias al esfuerzo de dos padres que pese a que en infinidad de ocasiones no sabían cómo, su esfuerzo y perseverancia les hicieron encontrar el camino. 

Así que si alguien, alguna vez, me comenta que la correcta crianza de un hijo está íntimamente relacionada con la madurez, la estabilidad y la solvencia económica de los padres, permítanme dudar. Mi vida me ha demostrado que lo más importante es el amor, el cariño y el esfuerzo. Que todo lo demás, NO viene solo. Pero con esos buenos cimientos cualquier tornado se puede convertir en una simple brisa de verano. Y aunque no se consiga calmar la fuerza de la tempestad, tus padres te habrán creado un buen bunker para que no te enteres de la que está cayendo.

Papá, mamá. Lo habéis hecho de puta madre.

@maripluff