LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA TAMBIÉN LLEGA A LAS RELACIONES

 

Hace tiempo tuve una historia de esas que vienen con la fecha de caducidad en la frente. De esas, que, si estás centrada y piensas con la cabeza, dejas pasar por pereza. Por qué … ¿pa qué?

Yo entré hasta la cocina. 

No sé si ahora sería capaz de lanzarme igual, pero es de las historias que más me alegro de haber vivido.  De hecho, puede que sea “LA HISTORIA”, así en mayúsculas.

Si ciertos productos tienen una vida útil y después tenemos que cambiarlos, aunque no queramos ¿por qué las relaciones iban a ser diferentes? Obsolescencia programada pura y dura.

Empezamos sabiendo que teníamos como mucho mes y medio o dos meses, que más allá sería imposible y no tendría sentido, así que implícitamente decidimos no pensarlo y vivirlo como si no existiese el tiempo, pero llegados a cierto punto, a mí se me metió en la cabeza el final, y que teníamos que ser un «recuerdo bonito», que independientemente de lo que pasase, tenía que prometerme que íbamos a terminar bien y que yo iba a sonreír siempre, al pensar en él. Que íbamos a ser eternos y especiales. ¡LOL! ilusa.

Yo también quise hacerlo lo mejor posible y que él sonriese toda la vida al recordarme. Aunque toda la vida fuese mucho tiempo. Ni un reproche, ni una salida de tono.

Pero a medida que se acercaba el final me entraron los miedos, las paranoias y las inseguridades, ¿y si no había sido tan especial? ¿Y si sólo había estado en mi cabeza?  Y por primera vez, sentí celos.  Celos de lo que existía y lo que no

Me cuesta aceptar que no puedo decidir cómo me van a recordar. Me jode tener que conformarme con mandar sólo sobre mis propios recuerdos.

Me encantaría ser «el recuerdo bonito» de todas las personas que lo son para mí. De todas las que me harán sonreír siempre, de las que me ponen la piel de gallina, aunque ya no formen parte de mi vida. De todas las que tienen nombre de canción, una broma propia, una palabra clave o un lugar que será siempre sólo suyo. De todas las que tienen su propio olor.

Amigas. Amor. Sexo. Compañeras. Personas que de una forma u otra me hicieron la vida más bonita el tiempo que la compartimos. Independientemente de lo que durase o las circunstancias. 

Aquella relación, evidentemente terminó.  De forma abrupta, como terminan a veces las cosas más chulas de la vida, y no me dio tiempo siquiera a decirle un “creo que te quise” a destiempo, casi susurrado al oído mientras alargamos el abrazo un poco más de lo normal.  Que no se note.

Un “creo que te quise” con los ojos cerrados.  Apretando el abrazo más de lo normal.  Sintiéndonos por última vez en mucho tiempo.  “Creo que te quise” con la piel de gallina y los ojos brillantes.  Con la sonrisa honesta.  Con nostalgia, con cariño, con la dulzura de lo que ya no es.  Te quiseSerá mi secreto.

 

La Vetusta Bloguera