Envejecer en la sociedad en la que vivimos no es una tarea sencilla. Pero envejecer siendo mujer es como poner el juego en nivel difícil. Si no que le pregunten a Madonna y los miles de haters que critican continuamente su apariencia.
Si te maquillas o te haces arreglos estéticos eres una persona superficial, que no acepta su edad real. Sin embargo, si dejas tu imagen al “natural” eres una persona dejada y poco comprometida contigo misma. En definitiva, hagas lo que hagas siempre habrá quien le busque las vueltas a tus decisiones. Parece que lo que se persigue es mantenerse jóvenes a toda costa, PERO SIN QUE SE NOTE.
Gástate cientos de euros en maquillaje, pero ojo, no te pintes demasiado no vayas a parecer una buscona. Cuida la ropa que llevas puesta al milímetro, pero que cuando salgas por la mañana parezca que te has puesto lo primero que has encontrado, como hacen las parisinas con su Efforless chic. Cuida tu cuerpo como si fuese un templo y ejercítate, pero tampoco tanto, no vayas a desarrollar músculo.
Pasa por una experiencia tan peligrosa como es una intervención quirúrgica las veces que sea necesario para mejorarte, pero cuidado no vaya a quedarte mal el resultado porque entonces serás una obsesionada.
En resumen, invierte todo tu tiempo y energía en aparentar que no inviertes todo tu tiempo y energía en tu imagen.
Cuando me di cuenta de lo difícil que es encontrar un equilibrio en todos estos aspectos decidí que tenía que relajarme un poco y decidí dejar de teñirme, ya que era algo muy sacrificado para mí (por mi tipo de pelo, más afro que el de los Jackson 5).
Pero no contaba que había a alguien a quien le costaría más aceptar la decisión que a mi misma: a un montón de gente de mi entorno.
Los primeros meses todo eran caras de sorpresa y preguntas sobre por qué había dejado de “cuidarme”. Y la verdad es que se me hacía durillo tener que dar explicaciones cada dos por tres sobre por qué había dejado que me saliesen canas. La mitad de las veces quería agarrarles de la pechera y gritarles PORQUE ME DA LA REAL GANA.
Pero sabía que mucha gente no lo hacía con maldad, hasta que un día coincidí con una persona que sí lo hizo, llamémosle José María.
El bueno de José María era un excompañero de instituto al que me encontré un día por la calle. Vio realmente necesario pararme y decirme que como había perdido que entre las arrugas y eso (señalándome el pelo con cara de culo) casi le costaba reconocerme. ¡¡¡Pero no solo eso!!! El tío continuó diciéndome que había perdido el brillo de la juventud en los ojos. ¡¡NOS HA JODIDO!! Pues claro que he perdido el brillo de la juventud, como para no perderlo después de aguantar a gente como tú durante tantos años.
Pero he ganado otro brillo, el de la experiencia. He ganado una seguridad y unos recursos que no tenía mi yo de 19 años. Y si he podido cambiar y evolucionar es porque he tenido tiempo de hacerlo, he tenido la inmensa suerte de vivir una vida y de envejecer. Mis canas no son más que la prueba de ello, así que, si algo tengo que agradecerle a José María, es que a partir de ahora las llevaré con más orgullo.