Supongo que tiene que resultar un papel muy complicado eso de ser la nueva pareja del padre de unos niños pequeños. Y mucho más si no tienes hijos propios. Te pilla desprevenida, con información confusa y nada de experiencia. ¿Os imagináis jugando de peques a ser madrastras o padrastros? No, ¿verdad?  Aunque supongo que todo llegará.

Mis hijos conocieron a la novia de papá cuando llevaban unos meses saliendo, mi ex y yo no habíamos cumplido ni un año separados. Su relación no pasaba por un buen momento; sin embargo, él consideró que debía hacer la presentación oficial de su “amiga”. Y fue muy bien. Eligió un sitio y un plan que les encantaba, le dio a ella varios consejos con los que ganarlos, y también me da la impresión de que es una mujer simpática, por lo que no le resultó difícil. Todo eso, junto a que mis hijos son gentiles, hizo que se encariñasen pronto. Y yo me alegré, de corazón. Si van a compartir su vida con alguien más, deseo que se quieran mucho mutuamente.

Ellos me hablaban bien de ella, notaba que les gustaba pasar tiempo juntos, que se implicaba en su cuidado y en darles cariño, y eso me tranquilizaba bastante. Mi ex no tardó en mudarse a casa de su novia, por lo que cada vez que los niños estaban con su padre compartían el día también con ella. Y, poco tiempo después, anunciaron que tendrían un bebé. A mis hijos les encantó la idea, pero yo sabía que eso iba a complicar bastante las cosas. Y no me equivocaba.

Tendría mucho que contar sobre las diferencias que hace su propio padre entre unos hijos y su otra hija, por eso no podría echarle en cara que su novia también lo hiciera, ya que, al fin y al cabo, no son hijos suyos. Pero lo que no puedo comprender es por qué, desde entonces, ha decidido imponer su estricto criterio en la crianza de mis hijos. Si nada más que tenía que preocuparse de que esos niños cumplieran unas normas de convivencia en su casa, ¿por qué se complica la vida metiéndose en todo lo demás?

Un día, después de que mi hija estuviera acostumbrada a tener su lógica intimidad en su propio dormitorio, tal y como la tiene en mi casa, su madrastra decidió que no podía estar con la puerta cerrada. Según la madre de una amiga suya, una niña de 11 años, con las hormonas revolucionadas, no podía cerrar la puerta de su dormitorio, y aceptó ese consejo de una persona que ni siquiera conocía a la niña. Pero tampoco la dejan hacer nada de ruido, para que no despierte a su hermana pequeña. ¡Ni responder a mis llamadas! (Siempre tengo cuidado con la hora).

También decidió que era obligatorio que se secara el pelo después de ducharse, durante todo el año, incluso casi en pleno verano. Cuando aquí, también cuando vivíamos con su padre, no se lo ha secado prácticamente nunca porque le molesta (igual que a mí). Así que, durante un tiempo fue una pelea el tema de secarse el pelo, hasta que la niña desistió y  creo que lo hace sin rechistar. Hubiese entendido que no quisiera, por ejemplo, que se recostara en el sofá con el pelo mojado, pero lo otro debería ser decisión de la niña (o en todo caso de su padre).

Y es que no entiendo qué busca o qué gana metiéndose en todas estas decisiones. Si puede ahorrárselas, si ella no tiene que educarla (sí en cosas que le afecten a ella directamente y a la convivencia, por supuesto). ¿Por qué tiene esas ganas de discutir y de imponer siempre su criterio?

Otro gran tema, que cada vez les supone más broncas, es la ropa que se pone. A mi hija, entiendo que como casi todas las niñas de su edad, le encanta experimentar con la ropa. Lo que un día le encanta, al día siguiente lo detesta. A veces se abriga mucho haciendo calor, y otras veces va muy fresca cuando hace frío. Lo mismo se arregla muchísimo para ir a dar una vuelta, que se pasa tres días en chándal. A mí en ocasiones me gusta lo que se pone, y en muchas otras no me gusta nada. Pero la respeto y la apoyo, porque sé que para ella es importante y debe ir descubriendo sus gustos poco a poco.

Así que, siempre que cumpla dos o tres normas básicas, ella es la que elige su ropa desde que es muy pequeña. También suele dejarse aconsejar, cuando no se lo impongo. Y su padre siempre ha estado también de acuerdo en eso. Hasta ahora, ya que su pareja es mucho más clásica vistiendo y tiene gustos incompatibles con los de nuestra hija.

Eso no debería ser un problema, pero lo es, ya que ella sí le dice a la niña lo que se tiene que poner. Tanto directamente como indirectamente, ¡si hasta le ha llegado a chantajear ausentándose ella de los planes si mi hija lleva cierta ropa puesta! Así la niña, por no discutir y que puedan salir todos juntos, se acaba cambiando. Y el padre de la criatura consiente. Delante de mí le dice que puede ponerse la ropa que quiera, pero a la hora de la verdad cede ante los deseos de su novia.

Es tan absurda la cosa que, por ejemplo con un disfraz, mi hija quería llevarlo con la camiseta dejando ver un poco la barriga. Y me dijo que saldría vestida de casa de su padre con la camiseta bajada, pero luego se la subiría para que su madrastra no se enfadara. Y me lo cuenta a mí, su madre. ¡Yo que siempre había pensado que estos truquillos típicos de su edad se hacen con las madres, no con las madrastras!

Anónima

 

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