Quienes seguís a la humorista Martita de Graná sabéis que ella hace humor de lo cotidiano, con un punto irreverente y, cuando se tercia, incluso escatológico. Comenzó con recursos aparentemente sencillos, porque se limitaba a grabar sus hilarantes reflexiones en su casa. Sin ambientación, ni maquillaje ni nada por el estilo, como quien coge el móvil y se hace un vídeo para mandárselo a su pareja o a su mejor amiga al momento. 

La hemos visto despeinada, haciendo caras, sacando barriga y, sobre todo, riéndose de ella misma. Y ha trasladado siempre una imagen natural y cercana con una actitud aparentemente despreocupada. Resulta fácil identificarse con ella por cómo se muestra y en qué contexto, lo que, en mi opinión, es una de las claves de su éxito. En la era de la pose y las actitudes impostadas, Martita de Graná pone el contrapunto con frecuencia, y siempre nos arranca unas risas. Por lo menos, a las personas que nos gusta, que tampoco le tiene por qué gustar a todo el mundo.

Ya no eres la misma

La humorista se quejaba hace unos meses en el pódcast Estirando el chicle de un comentario que se venía repitiendo por parte de algunas seguidoras: cuando se arregla, pierde su esencia. Ella lo explicó, aunque yo no podía saber a qué comentarios se refería exactamente o por qué vías se los habían hecho. Hasta que, un buen día, publicó un post en Instagram arreglada para un evento.

En las fotos se la veía espléndida, radiante. Tuvo la deferencia de compartir una imagen profesional hiperrealista de Getty Images, de las que los fotógrafos hacen con esos objetivos que recogen todo los detalles y que publican sin aplicar filtros. No es que tenga que hacerlo, pero se agradece porque es una práctica que debería estar más extendida. A fin de no crear estándares de belleza irreales que contribuyen a la dismorfia corporal de millones de mujeres.

Hubo muchos comentarios que la piropeaban, claro, pero también otros tanto de los que ella misma denunciaba unos meses antes. Para que os hagáis una idea:

“Te has transformado en lo que, con humor, has criticado…”. 

“Te ves guapísima… Pero, por favor, nunca dejes de ser tú”. 

“No te pega nada”. 

“Hay que reconocer que está guapa, pero me cautivó más la esencia con la que te conocí que estos vestiditos que, en realidad, no te pegan ni para salir de ir aquí [sic.]. Valora la esencia que tienes y no te conviertas en lo que la gente quiere”. 

“Muy guapa, eso es innegable, pero que lástima que hayas perdido ese tú que te hizo ser ‘Martita de Graná’”. 

“Eres tú, Martita? ¿De qué vas disfrazada? ¡Qué horror!”

Las fotos se acompañaban de un texto, “No puedo conmigo”, lo que incrementó la ira de alguna seguidora a la que le pareció poco humilde.

La performance

La youtuber Ter, que es mi favorita, tiene un vídeo en el que explica que las personas somos performáticas. Es este:

YouTube video

No somos seres planos ni nos mantenemos homogéneos ni lineales a lo largo de nuestra vida. De hecho, creo que parte de nuestra personalidad se define por nuestra capacidad de lidiar con nuestras propias contradicciones, pero ese es otro tema.

El caso es que, como explica Ter, somos performáticas cuando dejamos canalizar solo una o varias características de nuestra amplia y rica personalidad. Martita de Graná es una diva cuando quiere y es rústica y soez cuando le da la gana. De hecho, seguramente sea rústica incluso siendo diva, y al revés.

Pero vamos, la explicación es mucho más simple que la que Ter planteaba, aunque yo la comparto porque me encanta el vídeo. Con este caso asistimos a un caso más en el que se cuestiona la decisión de una mujer, encima recurriendo a algo tan superficial como la forma en que se viste. ¡Como si aquí todas lleváramos siempre un moño despelucado o siempre un look impecable!

Descarto que sea verdad que ha perdido su esencia. Primero, porque la sigo desde hace tiempo y me sigue pareciendo la misma, aun aceptando que esto se presta a subjetividades. Segundo, por lo poco certero que resulta decirle a alguien que ha perdido su esencia centrándose en su apariencia. De todas formas, si de verdad hubiera cambiado está en todo su derecho porque estamos en constante evolución, y a quien ya no le guste lo que hace, ¿por qué no la deja de seguir, sin más?

Es más, le haría otras preguntas a esta gente:

¿De verdad crees que alguien pierde naturalidad cuando se arregla? ¿Que una persona se define por su físico y/o lo que lleva puesto?

¿Está condenada a mostrar siempre un tipo de estilismo para gustar a sus seguidores/as?

Para hacer gracia, ¿hay que ser físicamente de una forma concreta?

¿En serio crees conocer la esencia de alguien por unos vídeos que ha subido a sus redes sociales y que se han viralizado? ¿Te has planteado que pueda estar mostrando un personaje?

¿Sabes que no es imprescindible que emitas públicamente una opinión hiriente que nadie te ha pedido?

Sobre la última cuestión, dejamos para otro día la libertad en la que se sienten algunas personas para emitir su opinión por redes de forma tan poco empática, como si detrás no hubiera nadie o no tuviera la capacidad de sentir. Porque sí, ella está expuesta a la crítica, pero en ninguna cláusula pone que tenga que sufrir la mala leche que se gastan algunas/os.

 

Azahara Abril.