Aquí va otra historia de Tinder con un final agrio de cojones. Ya sabéis como va: Recibes un “like”, empieza la conversación con las típicas preguntas clasificatorias para decidir si vale la pena o no un intercambio de números telefónicos y finalmente pasas unos días charlando hasta que decides quedar.

En este caso la cosa se tardó un poco más porque el tipo tenía la mochila bien cargada y unas responsabilidades ineludibles: un hijo de tres añitos y una separación relativamente reciente a sus espaldas. Dato importante ya que eso significaba que no quería nada serio ni se podía implicar en una relación con nadie. Y a mí ya me iba bien: Buscaba justamente eso.

Si no recuerdo mal estuvimos hablando un mes y pico hasta que se alinearon los astros y pudimos despejar un día para vernos. Fue para un puente de vacaciones y el niño no estaba, así que quedamos en que iría a su casa y él se encargaría de cocinar. Al trabajar de cocinero pensé que aunque luego no acabáramos en la cama ya salía ganando y con la barriga llena.

No llegamos ni a acabar de cocinar la fideuá que entre ollas y sartenes allí mismo nos acabamos metiendo mano. Tipo adolescentes sin freno. Poco más y no llegamos a la cama. Me fui de allí más que satisfecha (bien follada y buena comida, ¿qué más se puede pedir?). Esperanza ninguna de volver a verle.

Pero la vida da tumbos y al final seguimos viéndonos durante meses: Llegué a conocer a su hijo, a pasar más tiempo en su casa que en la mía y a moverme mucho más con él y sus amigos. Todo parecía indicar que era una relación, pero él me decía siempre “no te enamores de mí, eh”.

Yo no pensaba hacerlo porque al principio me estaba acostando con él y con otros dos al mismo tiempo, además de otras citas de Tinder que iba teniendo de forma esporádica. Y aunque de cara a la galería parecíamos pareja, ambos sabíamos que era una relación abierta con un contrato de prioridad no hablado. Pero no, no éramos pareja.

Lo que si puedo afirmar es que con él descubrí una forma de sexo desconocida hasta ahora… Sin entrar en más detalles digamos que creamos nuevos horizontes, del tipo de sexo duro con amor. Parecía que nos conociéramos de siempre, como si supiéramos los puntos de placer del otro y lo que quiere la otra persona en todo momento. Conexión y placer en estado puro. Al acabar todo era sudor y miradas de incredulidad por lo ocurrido.

Hasta muchos meses después no me di cuenta de que ya no veía a nadie más que a él porque quizá estaba albergando otro tipo de sentimientos. Diría que hasta él vio quizá él también. Por mi parte aparecieron las lágrimas a escondidas y los celos silenciosos. Él empezó con las preguntas raras y los momentos incómodos, el ver que los demás ya nos incluían como “un pack” fue una bomba para los dos.

Gestionar todo eso no fue fácil, él decidió acabarlo pocos días antes de mi cumpleaños (cito esto porque tengo la teoría que se abrumó con tanta responsabilidad emocional). Un simple mensaje de texto al que contesté con un “Ok, uno de los dos tenía que hacerlo” con un nudo en la garganta.

De vez en cuando aún me escribe, que cómo estoy me dice… Yo bien, como siempre.

 

Moreiona