Reconozco que recibí Almáciga con algo de escepticismo como buena urbanita que soy.  Sin embargo, tras haberme sumergido en este libro, puedo decir que se trata de una obra que no solo debe leerse, sino que debe sentirse.

Me resulta complicado catalogar este libro dentro de un género, lo cual hace que su lectura sea más estimulante. Almáciga es un poemario en prosa, un ensayo, libro de consulta o incluso un diccionario poético de términos usados alrededor de la geografía española relacionados con la vida en el campo y todo lo que incumbe al mundo rural. Palabras que tintinean como cascabeles cuando las lees y que deseas poder usar en tu próxima conversación.

No voy a engañaros; se trata de una obra intensa que no tiene un argumento al uso. Es una composición reivindicativa y casi didáctica que busca reclamar las palabras que utilizaban nuestras abuelas cuando iban a trabajar la tierra y que, con el paso del tiempo, se han ido borrando de los libros, por lo que no encontraremos un inicio, nudo y desenlace como en otras novelas. Pero como he dicho al comienzo, no es una novela más.

 

María Sánchez (autora que pretendo conocer más en profundidad después de esta maravilla), consigue que puedas oler la lluvia, escuchar el viento y sentir el latir de la tierra en cada metáfora que, no solo te ayudan a comprender el significado de las palabras, sino que también conciencian de la importancia de estas. Reclama con elegancia el origen de un lenguaje que conecta a las personas con la tierra y que ayuda a comprenderla como quien escucha a un amigo.  Además, todo este trabajo se ve perfectamente ilustrado por Cristina Jiménez, que materializa las palabras de María con un estilo delicado que pone el broche de oro a una pieza indispensable para aquellos que, como yo, nos gusta conocer más el mundo donde vivimos y el origen de este.

Se trata de un proyecto vivo, que pretende seguir adelante más allá de la publicación, haciendo que el compromiso que expone a lo largo del texto pueda sentirse más real y sobretodo, pueda hacerte a ti protagonista de esta historia.

Almáciga ha conseguido traer al asfalto la paz de la tierra arada. Ha rescatado el origen de lo que somos y se ha convertido en uno de esos libros a lo que sabes que volverás en más de una ocasión. Ayudará a la gente que no sabíamos de la magnitud de la belleza del campo (como yo) a respetarlo y conocerlo más y, aquellos que siempre tuvieron ese arraigo, a poder llevarlo siempre consigo en forma de libro.

Queridas amigas, tal y como indica una de mis frases favoritas de este compendio: “No podemos olvidar nunca la palabra: la hablada, la silenciada, la recordada, la callada, la enterrada, la olvidada, la cantada…” y gracias a libros como Almáciga, nunca caerán en el olvido. Os lo aseguro.