Después de mi último encuentro sexual con un chico, un encuentro esporádico, me ha hecho pensar en qué consecuencias está teniendo la pornografía que consumimos. Y quiero dejar claro, que no tengo nada en contra del porno, pero sí, en la clase de porno que se nos ofrece. 

Os cuento: 

Quedé con un chico que había conocido hacía unas semanas, en la que evidentemente había muchísima tensión sexual por ambas partes. Después de tomar algunas cañas y de pasar una tarde estupenda, decidimos ir al hotel donde él se hospedaba. Bueno, pues hasta ahí todo bien. 

Durante el tiempo que llevábamos conociéndonos habíamos estado calentado motores hablando de sexo y de todo aquello que haríamos el día que nos viéramos. Todo esto acompañado de fueguitos en el whatsapp y de varios emoticonos que expresaban perfectamente nuestro nivel de erotismo. Sí que es verdad que varios de sus mensajes me llamaban la atención, en plan “cuando te vea, te voy a partir”, o “te voy a empotrar hasta romperte”, pero bueno, yo pensaba que hacía parte de un discurso sexual ya establecido socialmente. 

Llegamos al hotel y empieza la faena. Yo me quito el vestido que llevaba (que, por cierto, me sentía cual Beyonce recién subida al escenario). Nos besamos increíblemente bien, nos acariciamos maravillosamente bien, y nos metimos mano escandalosamente bien… 

La temperatura sube y es ahí cuando aparece la pornografía. El chico en cuestión me tira a la cama de un empujón, cosa que me deja un poco perpleja, pero como estábamos tan calientes, lo dejé pasar por alto. Se tira encima y cuando estábamos en medio del tema me da una hostia en la cara que me desconecta del mundo placentero en el que había entrado. Antes de que pudiese reaccionar me coge del cuello y empieza a apretar de tal forma que apenas podía pensar en si la situación era real o no. Le digo que pare, y él para inmediatamente. Me mira y me dice que lo siente, que no quería hacerme sentir incómoda. Yo pienso que quizás se debe al subidón y que bueno, no estoy en contra del sexo un poco más agresivo, sino que al ser la primera vez y teniendo en cuenta que no habían pasado ni 15 minutos, me parecía un poco raro. Le doy otra oportunidad y volvemos a entrar en faena. La cosa siguió bien, pero 2 minutos después vuelve a cogerme del cuello y a darme unos azotes bastantes fuertes en el culo (cuando digo fuertes, es fuertes, fuertes). En cuanto a la penetración ya ni os cuento, realmente sí que quería partirme de verdad. Vuelvo a decirle que pare, que no me gusta mucho este rollo (o por lo menos no de esta manera) y para enseguida. 

Al día siguiente, tenía más agujetas que cuando me vengo arriba en el gimnasio con las sentadillas, el cuerpo llenito de moratones y muy pocas ganas de repetir. Quiero dejar claro, que, aunque la situación fue bastante fuerte, el chico paró en cuanto se lo pedí y no me sentí ni obligada ni sometida, ni mucho menos maltratada. 

Después de hablarlo con él me doy cuenta que el  chaval pensaba que llegar modo FUCKER era lo que nos mola a las tías. Que en las pelis porno es lo que se ve y lo que claramente consumen, en mayor medida los hombres. Entrar por la puerta de la habitación, tirarte en la cama y cogerte del pelo hasta quedarte calva, era para él, su manera de dar placer. 

Si nos ponemos a analizar cualquier película porno, está basada un poco en esto ¿no?, en que llega el butanero y se encuentra a la ama de casa cachonda en casa con ganas de “follar”. O en la que chico se encuentra con chica y directamente le apetece hacerle una felación de bienvenida mientras la coge del pelo. Así que es importante, o por lo menos así lo considero yo, que seamos un poco más críticas con el porno que consumimos y, sobre todo, del rol que ejerce la mujer como sujeto pasivo.

Que, aunque el sexo es un ámbito muy amplio que tiene cabida a todo tipo de gustos, es importante la manera en la que nos comunicamos con nuestra pareja, ligue, amante, etc, antes, durante y después del sexo. Y que, si nos apetece que nos tiréis del pelo, azotéis o nos ahorquéis, os lo pediremos y que no por norma general es lo que más nos gusta a las mujeres. 

 

A PUNTO A PUNTO