Esta es la historia de cómo me cargué el regalo que mi novio iba a hacerme por nuestro aniversario, y cuando digo que me lo cargué no hablo de haber estropeado la sorpresa ni nada similar, no: hablo de que lo rompí, literalmente.

Es el tipo de cosas que le suelen pasar a una cuando se combinan los factores ‘’torpeza+despiste’’, y si a eso le sumamos lo de ser bajita en un piso diseñado para gente alta, tenemos todos los ingredientes necesarios para desatar el desastre.

Todo pasó hará cosa de un par de semanas. Me había subido a una silla para coger una de las sudaderas que habíamos guardado en el altillo del armario al llegar el calorcito, pero pese a haberme subido a la silla no alcanzaba a ver el interior del altillo; así, tuve que ir palpando con la mano como pude hasta dar con lo que parecía la manga de la sudadera, agarrarla y tirar de ella. Cuál fue mi sorpresa cuando, al dar el tirón, algo cayó sobre mi cabeza y rebotó en el suelo sonando a roto: era un paquete no muy grande y sin abrir.

Me resultó raro que mi chico lo hubiera guardado así, según había llegado, pero recordé que como su madre vive en un pueblo suele hacerle él los pedidos poniendo nuestra dirección para asegurarse de que llegan bien y di por hecho que sería algo para ella. Pensé en llamarle para preguntarle por el paquete misterioso, pero sabía que estaba trabajando y que no podía estar muy pendiente del móvil, así que lo dejé sobre el mueble de la entrada con la idea de preguntarle cuando llegase de trabajar y de ofrecerme a pagarlo si se había roto.

Claro, nada más llegar del curro se encontró con ello de frente, y como yo estaba en la cocina y esta queda justo al lado de la puerta de la entrada le oí llegar y me di cuenta de que se demoraba en pasar a saludarme. Cuando me asomé a ver, le vi con el paquete en la mano y cara de consternación, pero según me vio salir puso cara de susto y me pareció que hizo ademán como de esconderlo. Le dije que se me había caído al tratar de coger la sudadera y que no había querido abrirlo por respetar su privacidad o la de su madre si es que el paquete era para ella, y que si se había roto lo pagaría de mil amores; él sonrió aparentemente nervioso y me dijo que no me preocupase, que sí que eran unas piezas que necesitaba su madre para no sé qué y no me enteré de qué más farfulló, porque salió escopetado hacia la habitación en la que lo había encontrado y lo volvió a guardar. Claro, yo creí que los nervios serían porque si era de su madre y se había roto el contenido se iba a enfadar, pero luego lo comenté con mi hermana y fue ella quien dio en el clavo: dentro de unos días era nuestro aniversario, ¿y si el paquete misterioso era mi regalo…y yo me lo había cargado?

Porque una cosa hay que decir, y es que yo seré muy torpe, pero mi novio miente fatal y se le dan de pena las sorpresas, con lo que su reacción encajaría perfectamente en esa suposición. Y claro, yo tampoco quise preguntarle ni volverle a sacar el tema porque pobrecito, si ese era el caso no quería agobiarle más, así que lo único que pude hacer fue poner especial mimo en la sorpresa que yo tenía para él y esperar a ver qué pasaba.

Y por fin llegó el día y esto puede sonar feo, pero yo lo esperaba con más ansias por ver si me enteraba de si el paquete misterioso era mi regalo que por la celebración de nuestro día especial en sí. Spoiler: sí era, y como premio a mi torpeza me llevé un regalo aún mejor.

Y es que resulta que mi novio había encargado una lamparita personalizada que venía a constar de una placa de metacrilato con una imagen que imitaba la pantalla de Spotify, con la primera foto que nos hicimos cuando nos fuimos a vivir juntos y con nuestra canción. Y sí, al caer desde tan arriba se había roto, aunque mal que bien mi chico había conseguido apañarla y seguía funcionando. Sin embargo, al pobre le daba corte regalarme sólo la lámpara en el estado regulero en el que mi torpeza la había dejado, así que tras dármela y contarme todo me dio un sobre y me dijo: ‘’toma, ten cuidado no vayas a romper esto también’’.

Me reí y lo abrí, encontrando en su interior la reserva para una escapada a una casa rural para el puente de todos los santos. Así que al final, lo que parecía un desastre acabó saliendo redondo, al menos para mí. Debo decir que yo creo que la lámpara tiene más encanto con la grieta que se hizo al caer y sabiendo que mi novio arregló la base con todo el amor del mundo; además, siempre nos recordará que nos queremos infinitamente por encima de nuestros defectos y manías.

 

Anónimo

 

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