No vivimos en una burbuja, sino en comunidad. Aunque no soy psicóloga, ni nada por el estilo, hace poco descubrí el término de “responsabilidad afectiva”, su significado y la importancia de su repercusión en nuestro día a día. No se trata de adoptar una postura m(p)aternalista con nuestro entorno, sino de considerar cómo puede influir en otras personas lo que hacemos y decimos y, como consecuencia, volvernos responsables de nuestras acciones.

No todo cabe bajo la excusa de “hice lo que me salía el corazón”

Reconozco que veo Telecinco. Muy puntualmente y más como un experimento social que por placer, pero lo veo. Tengo un grupo de WhatsApp con mis amigas de la universidad, que llamamos “Periodistas tentadas”, para poder comentar las emisiones de La isla de las tentaciones. Ese programa que consiste en ir con pareja, ponerle los cuernos frente a toda España y luego decir “hice lo que me salía el corazón”.

Siempre he pensado que esa excusa es una mierda. Hacer lo que “te sale del corazón” o “del coño o los cojones”, me es igual, es un argumento bastante egoísta. Soy la primera que cree que una persona, sea mujer u hombre, debe sentirse libre de hacer y deshacer a su antojo, pero también creo que la libertad individual termina donde empieza la del otro.

La responsabilidad afectiva es una forma de comportarse y engloba gestos, explicaciones, presencia, expectativas… Es un rasgo de la personalidad que se adopta con los años y que nos hace mejores personas. Es tener en cuenta que, quizá y solo quizá, ver cómo te montas un trío en televisión o te besuqueas en un jacuzzi con otra persona puede hacerle daño a tu pareja. No sé, puede ser. Llámame loca.

La regla de los 5 segundos

En redes sociales, se hizo tendencia “la regla de los cinco segundos”: si ves algo en la apariencia de ese alguien que no se pueda arreglar en cinco segundos, no lo menciones. Y casi que lo podrías transpolar a cualquier tema, no solo al físico. Decirle un “¡relájate!” a una mujer que lleva una década intentando quedarse embarazada o “déjate de tonterías” a alguien en plena crisis de ansiedad, es tener la responsabilidad afectiva de un gilipollas.

Identificarlo en nuestra vida para cambiarlo

Desde que conocí el término, me he dado cuenta de lo mala persona que he llegado a ser. Porque la responsabilidad afectiva no entiende de géneros ni de edades. Recordé cuando seguí alimentando los sentimientos de un chico por engordar mi ego, aún sabiendo que no podía corresponderle; o de cuando el problema de una amiga me parecía una nimiedad y no valoraba la trascendencia que podía tener para ella.

De identificarlo a cambiarlo, solo queda la voluntad de cada uno.

Ser “responsable” no implica olvidarte de ti

Una cosa es tener en consideración cómo afecta lo que hacemos a cómo se siente el otro y hacernos cargo cuando algo que hemos hecho ha causado un daño, y otra cosa es someterse a todas las expectativas ajenas, intentar controlar cómo se siente el otro ante cada cosa que hacemos y pretender no herir o decepcionar nunca a nadie.

Anónimo