Hasta hace 3 o 4 años no sabía absolutamente nada sobre la preservación de óvulos. 

Comencé a interesarme por el tema porque una amiga francesa decidió venir a Barcelona a preservar los suyos ya que en Francia es  ilegal. Y desde ese momento la idea me rondó en la cabeza.

Justo antes de los 40 entré en pánico por la presión de tener o no hijos (teniendo pareja estable) y me auto convencí de que la congelación de óvulos era una buena idea a pesar de mi edad.

Varias personas, incluido a mi novio, me aconsejaron que fuera a asesorarme antes con un profesional de la ginecología, pero para ‘ganar tiempo’, decidí pedir presupuesto directamente en varias clínicas.

Finalmente, me decidí por una. Fue más que nada por sentimentalismo, ya que había nacido en esa clínica. Allí me dijeron que por mi edad el número de óvulos que se podían conseguir y la calidad no serían óptimos, pero que lo importante era que me decidiese cuanto antes a tener hijos porque si no todo el proceso no tenía sentido.

Aun así, después de 2-3 meses, me tiré a la piscina y comencé el proceso. Durante 10 días tuve que pincharme yo misma. Dormía fatal, tenía dolor de cabeza constante y unos picores horribles por todo el cuerpo.

Finalmente, llegó el día de la punción. Me sedaron entera y, al despertar, me dijeron que habían conseguido extraerme ¡9 óvulos! Y pensé: «¡Uaauuuu! ¿Todos esos hijos puedo tener?»

Pero no era tan sencillo. La ginecóloga me dijo que con mi reserva ovárica tenía un 12-15% de probabilidades de éxito y me aconsejaba repetir el proceso.

A mi asombro y frustración se sumó, además, una vulvitis de mil demonios que me duró más de un mes.

Así que, después de darle muchas vueltas y marear además a mi novio, me sentí con el suficiente valor para tomar la DECISIÓN: No quería tener hijos.

Tuve que malgastar 5000€ para autoconvencerme de que tenía un plan B y decidirlo. 

El proceso fue duro tanto físicamente como anímicamente, y solo se lo aconsejo a quien tenga bastante claro que quiere tener hijos pero que aún no le haya llegado su momento.

Un saludo,
Ingrid Termes
@ingridtermes