Cuando no tienes hijos, tus sobrinos son lo más parecido que tienes. Me acuerdo del día en que nació mi sobrina Claudia como si fuera ayer y de cada fase de su infancia con una ternura y una nostalgia increíbles. Ahora tiene 16 años y ya lleva un tiempo metida en la edad del pavo de lleno. Va vestida enseñando todo lo que quiere enseñar, y a mí me parece estupendo, pero no puedo evitar pensar en los peligros que corre ella como chica de su edad que se muestra, que no se esconde. Yo también he tenido 15 años, y  desgraciadamente las cosas no han cambiado desde entonces. Alguna vez he intentado avisarle, alertarle de los riesgos de cuando sales, o cuando te emborrachas, o cuando vuelves sola a casa, o acompañada depende de quién… Pero ella me dice que es perfectamente consciente y que no por eso va a dejar de hacer lo que le da la gana.

Tiene toda la razón, cómo no va a tenerla, pero el miedo que siento yo no lo siente ni su madre (mi hermana), que vivió una adolescencia muy distinta, muy casera, y muy protegida de agresiones de este tipo. Vivimos en un pueblo que no es muy grande, pero sí lo suficientemente grande como para que se sigan oyendo historias de mierda. Y precisamente por ser un pueblo y porque nos enteramos todos de todo, hace unos días me llega a través de un amigo que mi sobrina Claudia está saliendo con un personaje, voy a llamarle Juanito, que todo el mundo sabe que es un liante que le pasa droga a todo el pueblo, que ha estado en la cárcel, que siempre anda metido en movidas y trapicheando. Juan es el típico al que todo el mundo conoce y todo el mundo saluda, porque es mejor tenerlo de amigo que de enemigo, pero que nadie quiere muy cerca porque no tiene nada bueno.

A mí casi me da algo, no me lo podía creer, basta que me agobiara con las compañías de Claudia y va y se junta con el peor. Sentí que no podía permitir que ese tío fuera el novio de mi sobrina y decidí meterme por medio, algo que ya sabía que tendría consecuencias.

Quedé para hablar con mi hermana y su marido, que para colmo es policía local, y les conté todo lo que me habían dicho de Juanito en la vida, todas las historietas que había escuchado riéndome porque no me tocaban de cerca. Mi cuñado ya lo conocía, así que a él no le hacía falta que yo le contara nada más que que ahora mismo ese desgraciado salía con su hija.

Dos días después yo no sabía nada del asunto, y llamé a Claudia para ver si soltaba algo, pero me fue imposible porque me mandaba al buzón de voz casi directamente. Esto ya me olía a que igual me había bloqueado, así que hablé con mi hermana, y efectivamente, me dijo que le habían prohibido salir de casa durante un mes porque Claudia se negaba a romper su relación con Juanito. Por lo visto ella había atado cabos y sabía que el chivatazo lo había dado yo, así que ahora me odiaba, claro.

Me dio mucha pena, pero por lo que me contó mi hermana, mi sobrina debe andar obsesionada con el tipejo este, y entiendo que si no se pone un remedio de este tipo, el precio a pagar puede ser demasiado alto, así que solo espero que se le pase pronto y entre en razón. A veces actuar desde el amor sale bien caro.

 

Anónimo