¿Cuántas veces hacemos cosas que no nos apetece para complacer a otras personas o para que nos quieran más?
Estamos acostumbrados a relacionarnos desde el intercambio y esto hace que inconscientemente cedamos a las necesidades de otras personas por encima de las de nosotras mismas. Acabamos dejándonos siempre para el último lugar con tal de que nos quieran y nos vean como la pareja, hermana, hija… perfecta.
Estas situaciones llegan a extremos en el que nos comportamos como prostitutas para poder seguir recibiendo esas dosis de amor que tanto creemos que necesitamos.
Llegó un momento de mi vida, después de hablar repetidas veces con varias de mis amigas me hice consciente de que era un habito muy común en nosotras y que lo veíamos como algo «normal´´.
Nos dedicábamos a posponer nuestros deseos, necesidades y sueños constantemente para acabar viviendo en la viñeta de otros.
Conozco casos de mujeres que simplemente se limitaban a abrirse de piernas y dejar que sus parejas las usaran como objetos de descarga, sin permitirse sentir ningún tipo de placer. Fingiendo orgasmos, siendo maestras en poses absurdas como si de actrices porno se tratara. Y así vivían una mentira constante en la que fingían y animaban a sus hombres para que acabaran cuanto antes ya que la situación se hacia cada vez mas incómoda e insoportable.
Pero esta prostitución constante no se da solamente en las relaciones sexuales… sino que se da en cada una de las situaciones en las que ponemos a las otras personas antes que a nosotros.
Nos vendemos gratuitamente mendigando un poco de atención y luego, cuando no queremos seguir dando tanto de nosotras las personas nos exigen constantemente y si no accedes te conviertes en ‘bruja mala’ por poner límites.
Todo esto puede ser bastante sutil, por que por ejemplo ¿Cuántas veces cedemos en ir a sitios donde nos sentimos cómodas por compromiso?
¿Cuántas veces dejamos de vestirnos como queremos para encajar o tener la apariencia que esperan de nosotras?
Por mucho que nos digan que la mujer se ha empoderado, aun nos queda mucho trabajo por hacer.
Una cosa que por ejemplo me llama la atención son las aplicaciones de ligoteo, puede parecer maravilloso poder ligar en un solo clic pero ¿en qué momento nos empezamos a vender como si fuésemos una camiseta del Zara? ¿Cuántas fotos has enviado por contentar a la otra parte y que no te deje de hablar? ¿En qué momento por no estar sola, accedemos a frívolas citas en las que te usan y no vuelves a saber de él? y tú te quedas esperando una llamada o un mensaje en el que ponga que eres maravillosa, pero eso no ocurre… y empiezas a preguntarte qué hiciste mal, la culpa te invade y hace que en la próxima cita des más y más, para que no te vuelvan a abandonar.
¿A lo más que puedes aspirar es a una foto de un pene cuando el hombre tiene necesidad de eyacular? ¿No crees que te mereces personas en tu vida que te valoren de verdad y que acepten tu libertad?
CONSEJO: Pregúntate a ti misma en cada momento qué es lo que quieres antes de acceder automáticamente y te darás cuenta de que la inmensa mayoría de cosas que haces cada día realmente no te apetece, aprende a respetar tus verdaderos deseos en cada momento y deja de comportarte como una máquina hacedora en la que cuando llega el momento de dedicarte tiempo a ti misma no tengas energías más que para dormir, por lo que sigues posponiendo constantemente tus ilusiones a un día que no llegará jamás… ¡No te engañes más!
Creo que ya es hora de que nos empecemos a respetar más como mujeres y comencemos a poner sanos límites en los que no se dañe nuestra integridad y dignidad. Y si se enfadan con nosotras o se alejan, es que esas personas no nos quieren de verdad.
Valórate para que los demás sean capaces de ver tu valor.