¿Por qué dejar las anticonceptivas fue lo mejor que me pudo pasar? Te lo cuento y vas a flipar.

 

This is a man’s world. Ya lo decía James Brown.

Mientras que las mujeres contamos con multitud de métodos anticonceptivos: ligadura de trompas, píldoras anticonceptivas, anillo, parche, implante subcutáneo, inyecciones hormonales, diafragma, DIU de cobre u hormonal, esponja, espermicida, condones, etc.; los hombres cuentan con, básicamente, dos: condones y vasectomía. 

Mientras que más del 90% de los métodos anticonceptivos para mujeres son de carácter hormonal, los únicos dos destinados a los hombres no tienen repercusiones en sus hormonas, no vaya a ser que los haga «poco hombres». Sin embargo, está bien visto que las mujeres sigan padeciendo de esa carga hormonal, puesto que los cambios de humor debidos a las hormonas es «cosa de mujeres».

Nosotras debemos tener regulada nuestra menstruación a cualquier precio, aún a costa de tener un falso sangrado (sangrado por deprivación), mientras que los hombres pueden tener una vida normal, sin acarrear ese tipo de preocupaciones a sus espaldas y, encima, quejándose por tener que ponerse una gomita en su delicado miembro.

Muchas de nosotras recurrimos a la «facilidad» de la píldora anticonceptiva porque, si no nos preocupamos nosotras por sangrar debidamente cada mes y por no quedarnos preñadas, ¿quién se va a preocupar? Lo peor de todo es que, cuando tomamos esta decisión, por lo general, no solemos contar con la suficiente información al respecto. Nadie nos habla de los efectos secundarios más que posibles que experimentaremos a corto, medio o largo plazo. Nadie nos advierte de que, tarde o temprano experimentaremos un descenso en nuestra libido; que es probable que tengamos mayor índice de migrañas y cefaleas; que retendremos más líquidos y, por consiguiente, engordaremos fácilmente; que puede que experimentemos problemas circulatorios y aparición de varices y arañas vasculares (si no nos llega a producir trombos). Incluso puede que lleguemos a padecer mayor ansiedad y depresión.

Cuando yo me decidí a ir al médico con la idea de dejar de tomarme la píldora, lo primero que me preguntó el médico es si quería quedarme embarazada porque, por lo visto, no se le ocurría ningún otro motivo para que quisiera dejar de tomarlas.

Me salió del alma responderle: ¿pero cómo me voy a quedar embarazada si no tengo ganas de tener relaciones sexuales? La píldora me había apagado completamente y en todos los sentidos posibles. Cuando le dije que sospechaba que estaba sufriendo de efectos secundarios derivados de llevar tomándome la píldora desde hacía más de ocho años, me dijo que era imposible, que me habrían aparecido antes y que lo más probable era que mi baja libido y mi depresión se debieran a que aún no había conseguido superar la muerte de mi madre.

Menos mal que yo tenía claro que, aunque en parte se debía a eso, la cosa iba mucho más allá.

Intentó convencerme de cambiar la composición de las pastillas y probar con diferente carga hormonal, a lo que yo respondí un rotundo NO. Le pregunté por mis opciones respecto a métodos anticonceptivos y fue entonces cuando me habló del aro. La verdad es que me lo vendió muy bien; me dijo que, al ser más directo que las pastillas por su colocación, sólo tenía la décima parte de carga hormonal que estas, y me animó a darle una oportunidad.

Mentiría si dijera que, en un principio, no estaba contenta con el aro. La verdad es que noté un cambio bastante sorprendente: ya no lloraba con tanta facilidad, mi libido había mejorado un poco (aunque no lo suficiente), las migrañas se habían reducido a una o dos al mes en vez de una o dos a la semana… Pero sentía que aún no estaba al 100%. Le di una oportunidad al aro, lo prometo; estuve casi un año con él y, aunque experimenté una mejoría inicial, la cosa se estancó o incluso volvió a empeorar un poco.

Volví a visitar al médico y me intentó convencer de que volviera a las pastillas.

Según su razonamiento, quizá lo que necesitaba era una mayor carga hormonal en vez de reducirla (apunto que, todo ello, sin hacerme pruebas de ningún tipo). Le dije que no quería meterme más hormonas en el cuerpo y fue entonces cuando me comunicó que mis opciones se encontraban, básicamente, entre los condones y el DIU de cobre (cosa que me desaconsejaba), pero que ninguna de las dos me iba a regular la regla.

Mi regla siempre ha sido algo que me ha preocupado sobremanera. Desde que me desarrollé a los 14 años, nunca la había tenido regular sin las pastillas, pero jamás nadie me explicó varias cosas que he ido aprendiendo y que os voy a contar ahora:

  1. La píldora no te regula la regla, sino que la suprime. Como comenté anteriormente, cuando tomamos la píldora tenemos una «falsa menstruación» (sangrado por deprivación), puesto que nunca llegamos a ovular y, por lo tanto, no existe óvulo que expulsar.
  2. Casi nadie tiene un ciclo menstrual perfecto de 28 días. 28 días es la teoría, pero en la práctica puede ser de 20 o de 40 y sigue siendo perfectamente normal.
  3. Cuando te desarrollas, pueden llegar a pasar años hasta que tengas la menstruación con un ciclo «normal» porque (¡sorpresa!) las adolescentes tienen las hormonas revolucionadas.
  4. Existen numerosos factores externos que pueden afectar a tu regla como: alimentación, ejercicio, estrés… Normalmente lo primero que suelen decirte los médicos cuando estás gorda y tienes la regla irregular es que tienes que bajar de peso, pero eso es una simplificación demasiado trillada y desfasada.

 

Dejar las anticonceptivas fue lo mejor que me pudo pasar

Así que, sí, lo mejor que he podido hacer es dejar de chutarme hormonas todos los meses porque, desde que dejé de tomarme las pastillas y de ponerme el aro:

– Ya no tengo migrañas (o tengo un par al año como mucho), cuando antes tenía varias semanales.

– Estoy mucho más animada, tengo mucho mejor humor y mejor carácter.

– Me han dejado de salir varices, algunas se han diluido un poco y me duelen menos.

– He perdido algo de peso y, sobre todo, volumen.

– Mi libido está mucho mejor (siempre teniendo en cuenta que tengo 30 años y no 16).

– Ahora tengo la regla regulada sin necesidad de recurrir a las hormonas. Cuando me he relajado, he dejado todo fluir, he pensado «que venga cuando tenga que venir» y he trabajado mis problemas de ansiedad y estrés con una profesional… ¡tachán! ¡Llevo cinco ciclos seguidos geniales! (Teniendo en cuenta que mis ciclos no son de 28 días).

Y ahora disfruto de mis relaciones sexuales con gomita y (¡adivina!) súper consejo de amiga: usar preservativo no es nada malo para nadie y, además de evitar un embarazo, evitamos ETS e ITS innecesarias.

 

Anónimo