Mi hermana pequeña siempre fue una chica con un carácter noble, transparente e inocente. Se le podría aplicar perfectamente la típica frase de “tonta de tan buena”, para que os hagáis una idea.

Empezó una relación con este chico al que llamaré Pablo a partir de ahora. Al principio parecía perfecto y no solo se la había ganado a ella sino a todos los miembros de la familia, mis padres y yo incluidos. Era atento, cariñoso, detallista… nos encantaba ver cómo la cuidaba y lo bien que parecía comportase con ella y tratarla. Mi hermana estaba feliz y resplandeciente a su lado.

 

mujer feliz en casa
                                                           Era tan, tan, tan perfecto que no podía ser verdad.

 

En seguida, Pablo pasó a formar parte de la familia. Estaba mucho tiempo en nuestra casa y mis padres lo trataban como a un hijo más. Se venía con nosotros de vacaciones y recibía regalos en Navidad y en sus cumpleaños como todos los hijos. Estaba perfectamente integrado y parecía estar enamoradísimo de mi hermana y pretender permanecer con ella toda la vida.

Todos dábamos por hecho que acabaría habiendo boda, niños, etc. (sabiendo que esta previsión podría salir rana porque la vida da muchas vueltas, como le puede pasar a cualquiera). Pero nunca nos hubiéramos esperado que sucediera lo que sucedió…

Era un sábado cualquiera y habíamos recibido visita de unos familiares que vivían fuera, así que el plan era salir a comer todos juntos por ahí, en principio a un restaurante cercano a nuestra casa al que la familia solíamos acudir asiduamente ya que se comía muy bien y no era caro.

 

 

Pablo esta vez no se podía unir a nosotros porque justo trabajaba ese día (curraba esporádicamente compatibilizándolo con sus estudios). Por la mañana, mi hermana y él hablaron con normalidad, y él deseó a su princesa que disfrutase mucho del día y de la reunión familiar. Él entraría a trabajar a medio día y saldría por la noche, y entonces se pasaría por casa para estar con ella.

Cuando llegó la hora de irnos, mi familia al completo (padres, hermana, tíos y primos) decidimos tomar un aperitivo antes en una zona menos céntrica pero muy bonita de la ciudad, ya que mis tíos y primos estaban interesados en visitarla en algún momento de su estancia.

Una vez allí, nos dio pereza coger los coches para ir a comer. Se nos había echado la hora encima y ya habría más días para visitar el restaurante propuesto, así que cambiamos los planes y se decidió por unanimidad buscar un sitio para comer en uno de los locales de esa misma zona.

En seguida encontramos uno en condiciones y entramos, acomodándonos el camarero en una mesa de uno de los laterales. Y, al poco tiempo, lo vi.  ¡Pablo estaba sentado al fondo de la sala, frente a una chica de pelo largo, castaño y brillante!

 

                                           No puede ser lo que están viendo MIS OJOS…

 

Me quedé un poco desconcertada y miré a mi alrededor, donde todos mis familiares reían y charlaban mientras echaban un vistazo a la carta del restaurante.

Bueno, todos no: mi padre y mi madre también lo habían visto, porque nuestras tres miradas se cruzaron y mantuvieron una conversación telepática en la cual todos sabíamos qué nos estábamos diciendo.

Mi hermana era la única del núcleo familiar que aún no se había dado cuenta, siempre despistada, además de que dio la casualidad de que le pilló justo de espaldas.

Yo no sabia cómo reaccionar. Lo natural hubiera sido decírselo a mi hermana en ese mismo momento, pero no me salían las palabras ni sabía exactamente qué estaba pasando. Mis padres parecían igual de bloqueados que yo y además no disimulaban su desagrado. Mi madre, transparente como ella sola, torció el gesto y mantuvo una cara hasta el suelo durante toda la velada.

 

 

Me limité a comer en silencio esperando el momento oportuno para comentar la situación a mi hermana, pero al estar la familia de fuera también y verla a ella disfrutando tanto, cada vez me costaba más.

Al mismo tiempo, me era inevitable que mis ojos mirasen constantemente de reojo a la mesa en cuestión, analizando todo y tratando de observar qué estaba pasando. Y en uno de esos momentos, Pablo y la chica se dieron la mano y la mantuvieron cogida durante un buen rato mientras se miraban embelesados.

Sentí que mi corazón se salía del pecho. Miré de reojo a mi hermana, a mis padres, a mis tíos, primos, a los camareros, a todo ser viviente que allí se encontrase, pidiendo ayuda telepática ante mi desesperación.

 

Chica observando sorprendida
                                           ¿Qué hago, qué hago, QUÉ HAGOOOO?

 

Ahí me desbordé y decidí que no era capaz de decírselo a mi hermana en ese momento, que ya se lo contaría en casa. Eso sí, saqué mi móvil y activé el zoom. Fingiendo tomar otras fotos, me dispuse a guardar pruebas de todo lo que estaba pasando. Quería que ella lo viera con sus propios ojos por si se le generaba alguna duda. Que ya sabemos lo ciegas que podemos llegar a ser cuando estamos enamoradas.

A día de hoy, todavía no entiendo cómo ni Pablo ni mi hermana se dieron cuenta de la presencia del otro allí. Sobre todo en el caso de Pablo, pues no estaba ella sola sino un montón de personas a las que conocía y con las que llevaba mucho tiempo conviviendo. Es cierto que el local estaba abarrotado de gente pero nosotros sí lo habíamos visto nada más llegar. Él, inexplicablemente, estaba tan centrado en su cita que no se dio cuenta de nuestra presencia.

Por si aún quedaba alguna duda de su infidelidad, al rato Pablo y la chica pagaron, se pusieron de pie y dejaron el restaurante por la puerta del otro lateral, justo en el extremo en el que estaba su mesa.

Mis padres y yo (y a estas alturas, también mi tía y uno de mis primos, que se habían acabado dando cuenta de su presencia) no les quitamos ojo de encima.

 

Hombre mira con prismáticos

 

Yo saqué de nuevo mi móvil y conseguí un vídeo perfecto en el que se veía a Pablo pasar su brazo sobre el hombro de la chica, mirarse y sonreírse mutuamente y besarse en los labios suavemente justo antes de cruzar la puerta.

En casa, mis padres y yo nos sentamos con mi hermana. Le contamos todo y yo le enseñé todo el material que había grabado.

Ella, tal y como imaginábamos, se descompuso y quiso llamarlo pidiéndole explicaciones. Pero no la dejamos. Le aconsejamos que hiciese como si nada y esperase a ver cómo iba reaccionando a lo largo del día. Mejor no darle datos y tiempo para que inventase excusas insólitas.

Él le escribió a mitad de la tarde, diciéndole que estaba en un descanso de su trabajo, que la amaba tanto y que contaba los segundos que quedaban para volver a verla esa noche.

 

                              Nos costó bastante no vomitar…

 

Y llegó ese momento. Apareció quejándose de lo cansado que estaba y del palizón que había supuesto su día intenso de curro. Mi hermana no le dejó pasar del recibidor. Entre lágrimas, no se quedó con las ganas de soltarle a la cara que era un sin vergüenza. Le dijo de todo menos bonito. Mis padres yo permanecíamos detrás, en silencio y de brazos cruzados, como matones de la mejor peli de mafiosos.

Él se quedó sin palabras. Realmente no se esperaba la pillada. Hizo un amago de inventar una insegura excusa y yo creo que él mismo agradeció cuando mi madre, sin decir nada, le tomó del hombro acompañándole a la puerta.

Mi hermana lo pasó fatal durante un tiempo y, no os voy a mentir, nosotros también. De algún modo, todos habíamos estado «enamorados» de él. Fue muy doloroso para toda la familia, y traumático el hecho de haberlo descubierto en pleno directo.

Pero, al mismo tiempo, fue lo mejor que pudo pasar. A saber por cuánto tiempo más nos habría seguido engañando a todos con su papel de «novio, cuñado y yerno» perfecto.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en una historia REAL

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