Desde que vivimos juntos mi chico está mutando en mi padre

 

Yo ya sabía que la convivencia es muy jodida. No es que la hubiera experimentado con nadie más que los miembros de mi pequeña familia de tres, pero lo sabía. Tenía mucha experiencia acumulada a través de las vivencias de mis amigos y veo mucha tele. Así que no creía que pudiera ocurrir nada que no hubiera esperado cuando mi novio me planteó la posibilidad de irme a vivir con él.

Si dudé fue solo porque no estaba segura de qué tan estable era mi trabajo y porque, francamente, seguir viviendo con papá y mamá es mucho más barato.

Pero bueno, ya tenía una edad, mi propio dinero y un novio formal que me hacía muy feliz.

Si ese no era un buen momento para dar el paso, ninguno lo iba a ser.

Además, nos hacía ilusión. Nos apetecía hacer vida de pareja. Eso de pasar un rato juntos después del trabajo y luego ir cada uno para su casa, ya no era suficiente.

De modo que acepté, metí mis pertenencias en cajas y me mudé al piso de mi novio sin más ceremonia, que de repente había prisa.

Y, al principio, todo muy guay. Qué sensación la de amanecer juntos a diario, de hacerlo como monos cuando nos diera la gana y donde nos diera la gana. De desayunar juntos, comprar cosillas para la casa juntos. Él estaba supercontento y yo contenta de que él estuviera tan pletórico. Si hasta el zafarrancho de limpieza de los domingos era una actividad estimulante. ¡Qué bien todo!

Hasta que se nos pasó la novedad, el subidón, o lo que fuera, y empezó a brotar la mierda.

A ver, es normal ¿verdad? Si yo ya me lo esperaba. Antes o después surgirían los roces corrientes entre dos personas que, por mucho que se quieran, tienen que adaptarse el uno al otro. Hacer concesiones y esas cosas.

 

Desde que vivimos juntos mi chico está mutando en mi padre

 

A mí no me cuesta dar el brazo a torcer. No me importa ceder, llegar a acuerdos. Y a él, en principio, tampoco; ese no es el problema. Dentro de lo que cabe nos hemos ido ajustando a la nueva situación en la misma medida por ambas partes y, aunque aún nos queda, lo estamos haciendo bastante bien.

Lo grave, lo que hace que me replantee si esto ha sido buena idea, es la metamorfosis que está sufriendo mi novio. Porque desde que vivimos juntos, mi chico está mutando en mi padre. Y no lo soporto. NO. LO. SO. POR. TO.

Me pone mala. Estoy llegando a un punto en el que todo me toca los ovarios.

Estoy hasta el coño de su actitud paternalista con algunos temas. ¿Quién es él para venir a estas alturas de mi vida a intentar educarme? ¡Que yo ya tengo padres!

No me he independizado de ellos para que venga él a reñirme por todo. Porque me riñe, no lo puede definir de otra forma. Y cuando no me riñe, intenta aleccionarme. Me llama la atención cuando mezclo la ropa blanca con ropa de color, no le vale la manera en la que la tiendo. A veces me despierto y veo que tengo en la mesilla dos canutos de papel higiénico, para que sea consciente de que no los he tirado cuando he acabado el rollo. Me voy a la cama y me encuentro encima de la almohada la cazadora que he dejado en una silla del comedor.

Se pasa por detrás de mí cuando estoy limpiando la vitro y me suelta que ‘si tuvieras la costumbre de limpiar las salpicaduras al terminar, ahora no te costaría tanto’. Por poner un ejemplo de la condescendencia que usa conmigo, como si le hablara a un niño de cinco años.

Y lo hace con mogollón de cosas.

Como si él fuera perfecto, no te jode. Como si no dejara la tapa levantada, restos de espuma de afeitar en el lavabo y un largo etcétera.Pero es que, además, también tiene el valor de cuestionar mis horarios, mi alimentación, mis actividades sociales… ¡Aaaaaaaaaaag! Es que me estoy cabreando solo de pensar en ello. ¡Me tiene hasta el toto!

 

Desde que vivimos juntos mi chico está mutando en mi padre

 

Le quiero y, salvo por esta movida suya de adoptar el rol de padre en nuestra convivencia, estoy muy a gusto con él. Yo solo quiero que pare, que acepte que a mí me lleva dos minutos más limpiar la cocina, que existe más de una forma válida de tender las camisas y que no soy un bicho raro si una semana no salgo de casa y a la siguiente me da por quedar cada día con una amiga distinta, por dios. Yo creo que no es pedir demasiado.

Ya no sé si es que soy yo la intransigente o si lo suyo se pasa de castaño oscuro.

Solo llevamos seis meses conviviendo, ¿hay esperanza? ¿Se le irá la paranoia y volverá a ser el chico con el que salía?

 

Anónimo

 

Envíanos tus movidas a [email protected]

 

Imagen destacada