‘Traje una sandía, ¡qué frase más original!’. Y de pronto esa fruta fresca y deliciosa tomó un significado completamente diferente. Fue una sandía la que cambió las vacaciones de Baby y fue esa pedazo de escena en la que un sudoroso Patrick Swayze mostraba sus mejores dotes de baile la que conquistó no a una sino a dos y hasta tres generaciones que encontraron en Dirty Dancing mucho más que una película de baile.

Pudo ser su banda sonora o esa imagen de una Baby inconformista para su época. Nos cautivó el papel de Johnny, lo rápido que pasaba todo, las secuencias de baile, el ir cayendo, como Baby, en los brazos de aquel bailarín que fijaba sus ojos en ella mientras le enseñaba el mambo. Sea como fuere todas nos sabíamos aquel baile final y soñábamos con un Johnny que, algún día, nos ayudase a hacer el salto. ¿Pues sabéis qué? Vivirlo de cerca, pero muy muy de cerca, ha sido posible gracias a ‘Dirty Dancing: El Musical’.

El Espacio Delicias de Ibercaja acogía desde el mes de septiembre y hasta el pasado 6 de noviembre este espectáculo único. Una ocasión ideal para revivir todo un clásico, para sentir prácticamente en nuestra propia piel cada baile, cada momento de esta película clave en su género. Y si también eres de las que puede recitar el guion como si del Padre Nuestro se tratase, efectivamente, esta fue la ocasión perfecta para sentirte como una fan de los pies a la cabeza.

Desde antes del comienzo de la obra un cuarteto de músicos al más puro estilo Kellerman’s amenizaban la espera. Sus trajes blancos, unas sutiles notas de jazz y una gran cortina rosa que cubre todo el escenario ya nos dejaban más que claro que lo que estábamos a punto de presenciar sería fiel a la película. Del techo pendían decenas de banderillas con la misma ‘K’ del complejo hotelero en el que se desarrollará toda la trama. El espacio no podía estar mejor preparado para lo que estaba por llegar.

Baby abre el musical, al igual que ocurre en la película, en este caso adelantándonos ya que ese verano cambió su vida para siempre. Una serie de imágenes se proyectan en la cortina, comienza a sonar la música, es una canción que todos conocemos, las palmas del público acompañan, ante nosotros, el gran edificio del Hotel Kellerman’s.

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La escenografía de este musical fue toda una fantasía. Los edificios giraban rápidamente para crear esa sensación de escenas de película sin necesidad de frenar la acción. Podíamos ver cómo los actores cambiaban rítmicamente de una posición a otra dejándose llevar por la trama. Un edificio que se convierte en comedor, unas escaleras que, de pronto, son ahora la habitación de Penny, un campo de golf que en cuestión de segundos es el salón de fiestas de los empleados de Kellerman’s. Una obra de arte que ofrecía a este musical un valor añadido espectacular.

Uno de los momentos clave de ‘Dirty Dancing: El Musical’ fue sin duda el de la primera entrada de Johnny Castle a escena. Dany Tatay se mete de lleno en el personaje mostrando su cara más macarra en ese instante en el que Johnny se presenta un año más ante su jefe. El público vuelve a aplaudir de nuevo celebrando la entrada del protagonista. Mientras tanto Baby, Sara Ávila, aguarda expectante el comienzo de sus vacaciones.

Y es que Sara Ávila ha sabido darle un toque único a esa Baby tan conocida por todas. Gracias a su gran labor como actriz no solo hemos sido capaces de empatizar con una protagonista enamorada hasta las trancas sino que también pudimos reírnos de lo lindo ante su gran torpeza inicial para el baile. Unas notas de humor que quizás no se incluían en la película original pero que se agradecen mucho en un directo de este tipo.

Aunque si de risas queremos hablar, no le faltaron grandes momentos de humor a este musical. Desde el gran trabajo de Lilian Cavale como Lisa Hausmann, hermana de Baby, a las apariciones estelares de Enrique Cazorla en el papel del Sr Schumacher. Sin dejar de lado en ningún momento la fidelidad a la trama de Dirty Dancing el elenco supo hacer suyo a cada personaje con muchísima maestría.

Por supuesto, refiriéndonos a un musical no podemos obviar el gran valor de cada una de las canciones que acompañan durante la obra. Música en directo en la mayor parte de las ocasiones, con voces increíbles como las de Marc Flynn, que interpretaba a Billy, y Elena Matateyou, ambos los encargados de poner voz al conocidísimo tema final del musical, ‘Time of my life’. Rememorando cada una de las canciones que marcaron para siempre esas escenas inolvidables e incluyendo hasta en dos ocasiones nuevos temas que aportan una visión mucho más intensa de lo que se vivía en aquel entonces.

¿Lo mejor? Poder ver a Johnny, Dany Tatay, acercándose con seguridad para que ‘nadie arrincone’ a Baby. Sentir ese instante tan de cerca, poder aplaudir y chillar con el resto del público celebrando que, al fin y después de todo, ganó el amor.

¿Cambiaría algo? Puede que en alguna ocasión las cosas ocurriesen demasiado rápido aunque de todo esto tiene la culpa el cine y nuestra falta de teatro. El tiempo es el que es y al final una adaptación tan fiel a la película original tiene que tener sus cortes. Por suerte cada una de las escenas claves de Dirty Dancing estuvieron ahí, a tan solo unos metros, con toda su esencia y eso es lo que nos llevamos después de poco más de dos horas de auténtico espectáculo.

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