¿Es necesario hablar de la subida de los precios de estos dos últimos años? Poco queda por decir que no se haya dicho ya hasta la saciedad y nada en nuestras manos para solucionarlo a corto plazo, así que cada persona que gestione su economía como pueda, teniendo en cuenta que ahora ir al super es una sangría.

Cuando me quedé embarazada por segunda vez, me cansé de oír que donde comen dos comen tres, que los hermanos aprovechan todo de los mayores… Entonces nació mi mediano y allí me vi, en el segundo mes, comprando biberones de emergencia en una farmacia (por lo tanto, pagándolos mucho más caros) porque no quería ya mi pecho. Mientas yo empapaba mi ropa de la leche que hasta hacía unos meses le daba al mayor, mi hijo mediano había decidido que aquello no era para él, y con el dolor y la culpa tan propias de la maternidad, me vi comprando leche en polvo y tetinas respetuosas. Pero ¡qué caro es eso! Cada biberón, la leche, que se consume a la velocidad de la luz… Era un gasto que no tuve con el mayor, así que no esperaba que fuera tan exagerado. Todo el mundo nos decía la suerte que teníamos de que nacieran en el mismo mes, porque así las tallas coincidirían con las estaciones en que las usó el mayor… Entonces mi mediano nació casi un kilo más pequeño que su hermano, haciéndonos comprar ropa mucho más pequeña y que, la que usamos en nuestro primer invierno como padres, le coincidieran en tamaño en pleno verano.

Cuando mi hijo mayor cumplió un año, dejó de comer casi todo. Ni purés ni entero ni nada de nada. Por lo que usó ese año una o dos tallas menos de lo que le correspondía… Mi mediano empezó a comer como si llevase hambre atrasada y en unos meses superó con crecer la talla de su hermano a su edad, volviendo a dejar sin poder aprovechar casi toda la ropa que habíamos guardado con tanto cariño.

Pero… Años después llegó mi pequeña. La silla del coche de bebé estaba desfasada y no sujetaba bien el cinturón ya, el carro de paseo no cabía en el maletero, la cuna era demasiado grande, la bañera ya no cabía ahora con los areneros para los gatos, y es que la estructura familias había cambiado tanto esos 5 años que prácticamente nada de lo que teníamos de sus hermanos nos valió para nada. Aun encima, ella nació en verano, así que ni los bodis y pijamas del principio nos valieron. Tanta gente que nos decía “como ya tienes todo, si esta se agarra bien al pecho, solamente tienes que comprar pañales”. Solamente, dicen, como si fuera poco. Pero es que fue todo lo contrario. Me vi donando todo lo que había guardado durante años y comprando de nuevo las cosas que necesitamos adaptadas a nuestra nueva familia.

Mis mayores ya casi comen como un adulto, mi pequeña come que da gusto verla y la gente me dice que no entiende por qué la gente hoy en día no se anima a tener más hijos, como yo. ¿Quieren que se lo cuente, señores? Pues porque es una ruina. ¿Eso que hablan de ayudas a familias numerosas? Una mentira. Tienes una deducción de hacienda y poca cosa más. Te puedes ahorrar unos euros puntualmente, pero nada que ver con el gasto de alimentar a 3 niños hambrientos al salir del cole. Si se nota, claro que se nota. Y además nadie cuenta los imprevistos, cuentas con un trastero lleno de cosas y luego no tienes nada. A  una amiga le prestó todo su cuñada y, a los dos meses le falló el DIU y le hizo devolverle todo desde el primer momento (que digo yo, había cosas que si esperase un poco, las recuperaría con tiempo de sobra y mi amiga no tendría que comprar, pero ese es otro tema) y se vio comprando todo nuevo de golpe.

Ahora que está tan de moda hablar de la maternidad real, de las dos caras… Yo, que siempre dije que a mi la maternidad me compensa con creces la parte menos buena, vengo hoy a contaros que no, donde comen dos no comen tres, ni siquiera dos y un gato, NO. Y no quiero caer en el manido discurso de “hace unos años con lo que gasto ahora en fruta hacía la compra del mes”, pero… Es que es cierto. Así que, gente, que no os coja por sorpresa. Aumentar la familia es caro, siempre vas a tener que gastar mucho más de lo esperado. Y que no os pase como me pasó a mí que, como la conciliación no existe (son las abuelas, y en mi caso no es solución viable), me vi obligada a quedarme en casa unos añitos y reducir, aún más, el presupuesto familiar. Intentad atar todas las opciones y que no os pille el toro por sorpresa. Y, sobre todo, seguid luchando por la conciliación familiar, que parece un tema menor, pero es algo que condiciona muchas vidas.