Dramamá: Lo siento, no podemos ir, el niño tiene partido

 

Hola ¿qué tal?

Yo mal.

Noooooo. Es bromita.

No estoy mal. Estoy hasta el coño, que no es lo mismo.

Hoy llevo uno de esos días que suelo anotar mentalmente para comentar con mi amiga Julia. A ella le encanta que le hable de este tipo de días de mierder porque le ayudan a reafirmarse en su férrea intención de no tener hijos. Tira de mi anecdotario cada vez que su abuela la presiona con que se acabará arrepintiendo de no haberlos tenido.

Yo no me arrepiento de haber decidido ser madre. Quise tenerlos, pude tenerlos y me encanta tener a mis dos terremotos.

Solo tengo una queja, una que en realidad no es tal.

Dramamá: Lo siento, no podemos ir, el niño tiene partido

O sea, es algo de lo que me quejo, pero de lo que, francamente, soy consciente de que nadie me tiene la culpa.

¿O sí? No, creo que coincidiréis todas en que no.

Solo que… necesito desahogarme.

Por lo que aquí me hallo, sentada sobre el frío cemento de una grada descubierta, sintiendo cómo el rocío de última hora de la tarde se me mete hasta en los huesos, pensando en contracturas, en cistitis, escribiendo este mail y fingiendo que se trata de un tema de curro, que es la excusa que he puesto a las otras madres y padres para escaparme de ellos.

 

Dramamá: Lo siento, no podemos ir, el niño tiene partido

 

¿Cuál es mi queja, entonces?

Pues que estoy harta de hipotecar mi vida y mi agenda en función de las agendas deportivas de los chavales.

Ojo, no estoy diciendo que quiera hacer mi vida sobre la de mis hijos. No.

Mis hijos SON mi vida, no tengo problema con eso.

Es solo que… no sé… ¿es necesario que tengan partidos todas las semanas?

Ya tienen entrenamiento dos días a la semana, cada uno a diferentes horas, cabe destacar. Luego están los partidos de liga, cada uno el suyo porque están en categorías diferentes, por supuesto. Y, las jornadas que no hay liga, el club organiza partidos amistosos.

Dramamá: Lo siento, no podemos ir, el niño tiene partido
Foto de Omar Ramadan en Pexels

¿En serio? ¿Qué necesidad hay?

Un poquito de comprensión para con las familias, hombre.

Que yo me esfuerzo porque a los niños les encanta el fútbol, y porque sé que el deporte es bueno y todas esas cosas… ¡Pero estoy hasta la pepita de perder todos y cada uno de los fines de semana con los partiditos del demonio!

¿Venís a comer el sábado? Ay, no podemos, tenemos partido.

¿Y el domingo? No nos va a dar tiempo por culpa del partido del mayor.

¿Os apuntáis a -insertar plan diferente y divertido aquí-? No podemos, tenemos que ir a -insertar nombre de pueblo a casi una hora de coche de nuestra casa aquí- y no vamos a llegar

Y luego otra… Al principio me hacía ilusión verlos jugar.

Las dos o tres primeras veces, más o menos. A partir de ahí… la verdad es que he ido perdiendo interés.

Si es que odio el fútbol.

Y odio que los adultos les griten indicaciones a los chavales, como si no tuvieran un entrenador para eso. Me repatea que increpen al árbitro. Hombre, por dios, que son una panda de niños que están ahí para pasarlo bien, joder. Que no les va la vida en ello.

Además, no soy capaz de prestar atención.

Me parece que estoy siguiendo el partido y, de pronto, oigo que la grada grita ‘goooooool’ y yo me doy cuenta de qué no sé ni de qué equipo. Y pregunto quién ha sido y a veces la respuesta es ‘Tu hijo, mujer’, y miro al campo y veo a mi enano celebrarlo y espero que no haya sido nada especialmente épico porque me va a preguntar y no voy a saber qué coño decir.

 

Dramamá: Lo siento, no podemos ir, el niño tiene partido

 

Porque esa es otra también, la presión a la que me someten los chavales.

Dramamá: Lo siento, no podemos ir, el niño tiene partido
Foto de Kampus Production en Pexels

‘Mamá, tú nunca celebras mis goles’, me dijo el mayor el otro día.

Y yo: ‘Claro que los celebro, amor. Lo que pasa es que ya me los veo venir y empiezo a cantarlos antes de que los metas. Y, claro, cuando me miras ya terminé de gritar’.

 

Por ahora me va colando, pero no sé yo lo que me va a durar.

Quizá el día que mis hijos ya no requieran mi apoyo logístico, ni mi presencia en sus eventos deportivos, mire atrás y recuerde esta época con nostalgia y cariño.

Por el momento solo quiero tener algún que otro fin de semana libre para poder escaparnos a una casa rural o para unirnos a un plan divertido que surja de repente y poder decir que sí que vamos.

O incluso para quedarnos en casa de tranquis, sin más.

Una vez intenté convencerlos de faltar a sus compromisos futboleros. El pequeño se puso a llorar y el mayor me dijo que decidir ir o no en función de si les venía bien o mal era una falta de respeto hacia sus compañeros. Rebate tú eso, amiga.

Pero bueno, la parte positiva del asunto es que ahora, cada vez que nos piden ir a Disney, les digo que no podemos porque tienen partido.

 

Anónimo

 

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