Buenas, creo que es la primera vez que me atrevo a escribir en una página de internet, pero leo mucho esto que ponéis aquí y la verdad es que en los comentarios la gente suele ser muy maja, no sé si este es el sitio indicado porque casi todos los foros que leo se habla de dramas que tienen las madres pero casi siempre es con hijos pequeños, los míos ya son mayores 22 y 18 y la verdad que no sé muy bien qué está pasando en mi vida desde que mi pequeña se fue.

En mi casa somos muy familiares porque yo soy muy pesada y estricta con las normas, me da igual los años que tengan (ellos y mi marido) aquí comemos juntos y cenamos juntos. Ponemos la mesa juntos, la quitamos juntos y luego ya quien quiere sobremesa bien y quien no es libre, pero las horas de la comida son sagradas. O hay falta justificada o a las 14h estás en la mesa y punto. También nos vamos todos los veranos juntos de viaje, la Navidad se pasa en familia, yo sigo dando el beso de buenas noches a todo el que duerme bajo mi techo y esas cosas de familia clásica que he mamado yo desde que nací.

Pues bien, cuando mi hijo cumplió los 18 decidió irse a la Universidad de Valencia y la verdad es que lo lleve más bien que mal, me dio pena, pero me hizo ilusión. Mirarle piso, comprar todo lo que necesitase, hacerle una maleta solo para los tuppers… No sé, disfruté, me dio así como lastimita interna, pero no sufrí, absolutamente nada.

En casa se notó su partida, sobretodo cuando ya llevaba más de una semana fuera… Éramos tres en la mesa, ya no había peleas porque dejara los jueguecitos a las tantas de la mañana y podía dormir tranquila porque solo salía uno de fiesta (que yo supiera). Además como que al tener a la moza estaba entretenida, tengo mucha más afinidad con ella que con mi chico, desde siempre, aunque los quiero a los dos exactamente igual. Seguía teniendo lavadoras que poner, comida que hacer, Whats Apps que mandar, compras que hacer y ese largo etc. que llevo haciendo desde hace 22 años.

El drama vino en octubre, con la salida de la pequeña, que en lugar de irse a Alicante o a Valencia a estudiar se ha tenido que ir a Madrid, con 18 años y no lo llevo bien, no lo llevo nada bien. Todo lo fácil que fue con el otro ha sido difícil con esta, en verano ya empecé a portarme mal (soy consciente, mi marido hablaba conmigo semanalmente para hacerme consciente de lo que estaba haciendo sin querer). No paré de soltar comentarios para que me hija se sintiera mal por irse, medio en broma medio en verdad, pero soltándolos al fin y al cabo ‘ay, que me vas a dejar sola’, ‘a ver con quién me voy a ir yo de rebajas’, ‘ya no haré macarrones porque total a mi tampoco me matan’, ‘seguro que en cuanto llegues a la capital te olvidas de tu madre’… y un larguísimo etc. del que no me siento nada orgullosa.

Encima mi hija escucha, escucha y entiende, aunque no te lo diga de primeras. Estaba preocupada por dejarme ‘sola’ y un par de veces hasta me preguntó si yo quería que se quedara y estudiara otra cosa por aquí. Obviamente le dije que no, que ella tenía que hacer su camino y vivir su propia vida, que aquí solo hemos venido una vez y el tiempo es limitado. El caso es que con más pena que gloria se me fue… Se me fue y la casa se me cayó encima.

Era como si mis hijos ya no existieran, empecé a echar de menos hasta al otro que ya lleva cuatro años siendo independiente. Me vi entrando a sus habitaciones a mirar su fotos, a acariciar sus peluches y a doblar su ropa ya doblada. Sé que puede sonar a que estoy loca, pero de verdad que no os hacéis una idea de cuánto los necesito. Con mi hija hablo religiosamente todos los días, con el chico solamente un par de veces por semana y da las gracias. No los quiero preocupar y siempre finjo que todo está bien, pero no hay nada bien.

Echo de menos hacer comida para cuatro, hacer la compra para cuatro, limpiar la casa de verdad y no limpiar sobre limpio porque ya nadie ensucia, poner lavadoras llenas casi todos los días, no dos por semana y a mitad de tambor, echo de menos hablar en la comida y en la cena todos a la vez, los echo de menos a ellos, muchísimo.

Encima después de Navidad todo ha sido mucho peor, porque es como que me había medio acostumbrado a esta casa vacía, pero al volver los dos casi dos semanas enteras… Todo se había llenado otra vez, de luz, de magia, de risas, de alegrías, de besos de buenas noches y de ‘venga levanta, que ya son las 11’ cuando eran las nueve y media.

Ahora se han vuelto a ir y yo me he vuelto a quedar aquí, sola. Bueno, sola no porque tengo a mi marido que se está esforzando con toda su alma para que aprendamos a estar solos los dos, otra vez, como cuando éramos novios, me dice. Tiene detalles conmigo casi todas las semanas, salimos a cenar fuera muchísimo, me regaló un viaje por Navidades para que nos fuéramos a Madrid a ver a la niña cuando yo quisiera… Me está queriendo mejor que nunca y yo no le estoy respondiendo tan bien como quisiera.

Me estoy planteando apuntarme a alguna actividad, al psicólogo o algo, porque de verdad que me está costando Dios y ayuda entender esta nueva etapa que, por desgracia, va a ser así durante muchos años más.

El síndrome del nido vacío, así lo llaman. Qué poco preparada estoy para ver mi nido vacío.