Soy una persona exigente conmigo misma, demasiado a veces. Cuando hago algo, nunca termino de sentir que está lo mejor posible. Siempre saco puntada de cualquier cosa y corrijo treinta millones de veces antes de darlo por “finalizado”. Imagino que no soy la única persona a la que le pasa eso, pero si tú también eres así, entenderás lo incómodo que resulta ser excesivamente perfeccionista.

Cada pequeño detalle de tu vida te toma una eternidad. Sea en el ámbito que sea, mides las cosas al milímetro, y repasas y calculas cada paso con cautela. Está muy bien eso de ser profesional o serio, pero muchas veces eso resulta muy molesto. El grado de satisfacción con lo que haces nunca llega a ser el adecuado. Siempre hay algo que cambiar, algo que mejorar. Resulta agotador.

¿Qué implica ser perfeccionista?

Se toma cada pequeña cosa que hace como si le fuese la vida en ello. Lo trata con sumo cuidado, mirando cada detalle.

Corrige cada paso unas mil veces antes de darlo por bueno.

Siente una presión excesiva por su auto exigencia. Quiere ser el mejor, dar lo máximo posible, y eso le impide desconectar.

Cuando tiene algo entre manos, no para de darle vueltas hasta que lo considera perfecto, aunque eso casi nunca ocurre.

-Después de hacer alguna cosa, le queda la sensación de que podría haberle dedicado más tiempo y más atención.

-Nada le parece suficiente, siempre necesita más.

La sensación de intranquilidad no lo abandona, es algo que forma parte de él.

Ser perfeccionista no deja de ser una actitud de cada persona, es algo que difícilmente podrás dejar de lado. Respira y ten paciencia, porque tener esta cualidad innata te traerá de cabeza en más de una ocasión. Pero oye, nadie podrá decir que no te esfuerzas por hacer bien las cosas.