Comencé a tener acné como tantas otras chicas, en la preadolescencia. No le di mucha importancia al principio, a pesar de que mi madre lo seguía sufriendo en la madurez ( la herencia genética es lo que tiene)

En mi caso, por suerte, no sufrí demasiado acoso en el colegio o instituto, aunque, siempre existe algún compañer@ que aprovecha esas pequeños complejos para atacarte, y eso no ayuda

Probé de todo: cremas, tratamientos, pastillas… lo que hiciera falta con tal de eliminarlo. La realidad es que algunos de estos tratamientos funcionaban, pero cuando me confiaba… el acné volvía a hacer acto de presencia. 

La última consulta con mi dermatóloga (tras otro tratamiento fallido y su negativa a derivarme consulta con el endocrino) fue “haz vida normal”, como si de una enfermedad crónica o terminal se tratara.

Y luego siempre aparecen los de “Tolosa” , esos personas que siempre te dan un consejo aunque no lo hayas pedido y que saben cómo solucionar tu problema. Que si la alimentación, que si esta crema es muy buena, que si limpieza de cutis, que si el sol es bueno… y en el terreno “profesional” cada especialista te dice una cosa.

Hoy en día hay tanta sobreinformación que debemos andar con cuidado para no caer en el error de optar por una solución que pueda suponer un problema mayor. No es un terreno muy estudiado y hay mucho desconocimiento y las soluciones rápidas y milagrosas, ¡¡NO EXISTEN!! Te lo dice alguien que de verdad de la buena lo ha probado TODO.

Otra cosa que suele sorprender a la gente cuando hablo de mi acné, es que ME DUELE. En general solo lo ve como un problema estético pero, lo peor de todo, es que es doloroso, se irrita, se inflama, y creedme, que molesta y mucho. 

 Si toca ir a la piscina, a la playa, gimnasio, o cualquier actividad que requiera llevar la cara lavada yo lo hago, pero siempre está dentro de mi la sensación de que me miran y me siento muy incómoda e insegura. Además, si sudas, se irrita, con el cloro, se irrita, si nadas en el mar, se irrita, si te da el sol, se irrita. Por no hablar de los brillos. Me cuesta mucho hacerme selfies en verano porque parezco un gusiluz.

También me he visto en situaciones curiosas, como cuando tus amigas deciden que en carnaval nos pintemos la cara y tú no puedes porque si no, la vas a liar parda. O cuando explicas tu rutina de limpieza en una clase se automaquillaje en la que vas a cara descubierta y viendo tu aspecto alucinan con todo el protocolo que usas para limpiar y cuidar tu cara a diario. ¿Sabéis por qué pasa esto? Porque cuando tienes la la cara así, la gente piensa que es porque no te la cuidas o porque te alimentas mal.

A mis 36 años, sigo intentando solucionarlo, ya no por un problema estético (al final estoy acostumbrado, he vivido más años con granos que sin ellos), sino por un tema de salud. Y es que muchos especialistas no le dan importancia y, su existencia, en muchos casos, evidencia un problema interno que hay que investigar y tratar y que en el mundo de la medicina no está teniendo en cuenta

 

Sandra Castillo