Jose es un chico muy agradable, tiene un grupo de amigos bastante sólido desde hace años y es quien suele organizar las quedadas y fiestas. Eso, siempre y cuando no lo pille en plena “ruptura”, que es cada poco tiempo.
La verdad es que me cuesta entender por qué no consigue establecer una relación estable, aunque supongo que no debo opinar sobre eso ya que solamente sé que es un amigo estupendo, pero igual como pareja no lo es, quien sabe. Pero la impresión que da es de ser detallista, atento y muy sincero. Quizá ahí esté el problema, que igual atosiga un poco al principio, ya que no le hace falta mucho más de tres días para estar totalmente enamorado y, claro, no sé cómo reaccionaría yo si un chico con el que he quedado cuatro veces me jura amor eterno… No sé.
El caso es que, sea como sea, él siente realmente esa intensidad. Me consta que un par de chicas con las que tuvo un casialgo identificaron como red flags esa exageración de emociones pensando que tenía que ser todo fingido y que en realidad era un manipulador. Entiendo su postura, pero lo que yo viví fue ese corazón roto en mil añicos de nuevo. Porque realmente lo pone todo en cada relación. El dice que si empieza una relación es porque cree que puede ser maravillosa y que esa mujer será quien envejezca con él, no se da cuenta de que es un poco extraño para una persona a la que acabas de conocer que le hagas un regalo extremadamente personal para ti, que le hables de jubilación juntos en menos de una semana. Mientras os lo estoy escribiendo lo leo algo tan exagerado y me imagino a un tío desesperado, exagerado y dispuesto a agarrarse a un clavo ardiendo, supongo que quien le esto lo ve así, pero yo, conociéndolo, no lo veo tan extraño porque es así como es él.
Hace unos meses empezó a quedar con una compañera de trabajo. Ella había llegado nueva a su oficina y pronto se iría a una nueva sucursal que la empresa abriría a las afueras. Se cayeron bien, quedaron un día al salir de trabajar y desde ahí se vieron fuera un par de tardes más. Dos semanas después de que ella entrase en la oficina por primera vez tuvieron su primera cita “oficial”. Salieron a cenar, él la recogió en casa con un ramo enorme de rosas, la llevó a un restaurante de esos que tienen música romántica de fondo y, una vez allí, sin haber llegado a los postres, le confesó haberse enamorado. Le dijo que se imaginaba a su lado por el resto de su vida, y ella no supo qué decir. Él lo interpretó como que podía ser correspondido. Al llevarla a casa de nuevo, fue a despedirse con un beso y ella le pidió que no lo hiciese. Ella si tenía idea de tener una noche de sexo con él, le gustaba y a la larga podía surgir una historia bonita, pero también podía no surgir y quedarse como aquella aventura que vivió cuando la mandaron a formarse a la oficina del centro y no pasaría nada. Había una posibilidad de que se acabase enamorando, pero no a tan corto plazo y no quería hacerle daño, si él estaba tan implicado emocionalmente sabía que no podría con la presión. Si estaba abierta al amor, pero no así. Fue asertiva, sincera y amable con él. Eso hizo que él la admirase más todavía, así que los más de dos meses que pasaron trabajando juntos él llegaba cada mañana ojeroso y con los ojos irritados de llorar toda la noche. Fue un calvario para ambos.
Cada tarde, al salir de trabajar, venía a mi casa y se refugiaba en nuestra amistad de su “desdicha” y, aunque viéndolo así no puedo dudar en absoluto de su palabra y sus sentimientos, me sigue alucinando que sufriera de una forma tan profunda por una chica de la que no sabía mucho más allá que lo que pude alguien poner en sus redes sociales.
De eso ha pasado un tiempo y, aunque tardó varias semanas en reponerse, hace unos días que “se enamoró” nuevamente. Yo no sé cómo ayudarlo sin sonar condescendiente ni paternalista, cómo explicarle que quizá eso que siente es solamente ilusión y que es normal pero que quizá debe guardársela, que vaya despacio, que espere un tiempo prudencial. Pero para él, el tiempo apremia y siempre ha soñado con el amor verdadero, con una casa de campo llena de nietos cada domingo y no se da cuenta de que pretende empezar a construir esa casa siempre por el tejado.
Por supuesto que le he recomendado acudir a terapia, al igual que varios amigos de su grupo de siempre, que no saben ya cómo ayudarlo. Supongo que todo tendrá que ver con una de esas teorías de los apegos o vete tú a saber qué, pero desde luego sería deseable que alguna persona externa pueda hacerle ver que eso no es sano para nadie, ni para las chicas que huyen despavoridas de su cuento de hadas, ni para él, que realmente sufre cada una de las veces el desamor más traumático de la historia.
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