Cuando era más jovencita e inexperta tenía claro que el amor no tenía género, ni raza, ni religión, ni edad. Con el tiempo la vida y la experiencia me hicieron cambiar de opinión respecto a ese último detalle.

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Yo tenía 15 años y me gustaba lo que a cualquier chica de esa edad: jugar al baloncesto con mis amigos, ir a dar un paseo por el centro y probarme ropa en cualquier tienda los viernes por la tarde, la Bravo y la Super Pop, y los chicos mayores. No me acuerdo quién era la sensación del momento, pero imagino que cualquier cantante, actor o futbolista. Tal vez algún protagonista de El Internado o alguno de los chicos de Física o Química.

Por aquel entonces yo salía con un grupo de chicos y chicas bastante variado. La mayoría nos conocíamos desde el colegio, pero algunos eran nuevos compañeros del instituto o amigos de amigos que habían hecho buenas migas. Sea como sea, uno de mis amigos de toda la vida empezó a salir con otro grupo de gente y un día nos presentó. Eran mayores y yo me quedé prendada de uno de ellos.

Se llamaba Álex pero todos le llamaban Coco. Yo no entendía el origen de ese apodo, pero ahora sé que surgió porque su relación más duradera era con la cocaína.

Me parecía inteligente, carismático y muy interesante. Hablaba de política y a mí se me caía la baba, y no tardé mucho tiempo en declararme. Después entramos en una dinámica tremenamente turbia en la que él me tenía comiendo de su mano y conseguía que yo hiciese lo que él quería. Me maltrató psicológica y físicamente y se aprovechó de mí sexualmente. Todas mis siguientes relaciones quedaron marcadas por él y hoy, casi 10 años después, sigo teniendo secuelas.

Cuando me exprimió al máximo, encontró otro juguete que romper. Todas las chicas con las que salía cumplían el mismo requisito: menores de edad. Algunas de 15, otras de 16 y otras de 17, pero cuando cumplíamos 18 dejabamos de interesarle.

Como Álex hay muchos tíos, y no hace falta que tengan problemas de drogadicción o que maltraten a las chicas que engatusan. Algunos parecen ejemplares y todo. La realidad es que son hombres que necesitan aprovecharse de menores porque saben que las tías de su edad no tolerarían ni la mitad. Utilizan la inocencia, la necesidad de gustar y la baja autoestima de NIÑAS, y luego se llevan las manos a la cabeza cuando se denuncia públicamente o legalmente lo que hacen.

 

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Estos hombres tienen muchos nombres: Álex, con en mi caso. Raúl, Carlos o Víctor, como los jugadores del Arandina que ahora ocupan portadas de periódicos. «Es que ahora las chicas de 15 parecen mayores de edad», te dirán. «Lo buscan», repetirán. «Ahora las niñas saben más de sexualidad que los mayores», pondrán en Twitter. NO.

En primer lugar, las niñas de 15 años parecen niñas de 15 años, que es lo que son. Si pareciesen mayores, ni les interesarían, porque lo que buscan son crías.

En segundo lugar, lo que buscan estas niñas es indiferente, porque el que tiene que parar los pies en esa situación es la persona ADULTA. Cuando varios hombres mayores de edad se acuestan en grupo con una niña, la culpa no es de la quinceañera por acceder, sino de ellos por no guardarse la polla dentro de los pantalones y decir «esto no es ni moral ni legal».

En tercer y último lugar, si el hecho de que las niñas sepan más de sexualidad que los mayores es que están aprendiendo lo que significa el consentimiento, DOY GRACIAS. Ojalá cada caso de agresión sexual a menores se denuncie y que la ley empiece a reaccionar tal y como debe.

El amor SÍ tiene edad. El acto sexual TAMBIÉN. De lo contrario es poder, es dominancia, es delito.