Acababa de aterrizar de un vuelo y pasé a buscar cuatro cosas por un centro comercial, porque al día siguiente me iba con la familia de camping dos semanas.

Pues yo ya con todas mis compras, cojo el metro para volver a casa y a dos paradas de la mía sube él.

chico guapo del metro

Un chaval alto, barbita, muy buena planta, y que me resuena todo por dentro cuando por fin llegamos al contacto visual.

Durante las dos paradas, LAS DOS PARADAS, que parece poco pero se hace eterno, estuvimos yo sentada y él de pie en frente, mirándonos como si rebuscáramos en un cajón repletito de cosas algo que no encontramos.

Bien, cualquiera que nos hubiera visto se habría percatado de la escena, porque era de largo escandaloso. Pero llega mi parada, y como es lógico me levanto y voy hacia la puerta. Me quedo a un metro escaso del chaval, con una tensión que se corta hasta con un papel señoras.

Bueno pues fue cerrarse las puertas ( que nos seguíamos mirando obviamente), e irse el metro, cuando… ILUMINACIÓN DIVINA.

Claro que sí, joder, era él. El chaval que había conocido hacía casi un año por adopta un tío con el que pasé muchas noches hablando, pero que por mierdas que ya no me acuerdo, dejamos de hablar.

Era él chicas, era él. Y no veas cómo ganaba en persona el mozo.

Así que me pongo a buscar como loca y para mi suerte, todavía tenía el número de teléfono. Ni rastro de las conversaciones por whatsapp porque me había cambiado de móvil, ¡pero tenía el NÚMERO!

Así que yo, con todo mi morro y con una foto de perfil que no se me ve, le escribo.

  • ¿Nos acabamos de ver en el metro?

A lo que él, tras segundos en línea, me responde:

  • No me lo puedo creer.

Y así, señoras y señores, empezamos una relación que duró algo más de tres años. Así que guarden los números de teléfono, y cojan mucho el metro.

Que también te digo, ojalá hubiera una base de datos para escribir a tus crushes de los pasos de cebra, los ascensores del Corte Inglés, o las cafeterías cuquis de toda la ciudad.

Hasta entonces, échenle morro a la vida.

 

Marta Mareas