Yo tenía un novio que era más bajito que yo, bastante más de bajito de hecho. Fijaos si era puto increíble el tío que hasta lo consideré, lo considero y lo consideraré mi novio. Si alguien en esta vida ha estado a punto de conseguir que la Tornado de Villalba sentara cabeza y se diera a la vida clásica que casi todo el mundo ansía, ese es Pedro. 

No, no va de coña por el título, mi cari se llamaba Pedro de verdad y yo era su Heidi, madre mía los iolerei iolerei hi hu que me ha hecho gritar ese hombre. En este capítulo os voy a hablar del momento en el que nos compramos un columpio sexual para practicar el fornicio como es debido.

Estad atentas y tomad apuntes las que tengáis en mente comprar o probar con un columpio sesuá: hay dos tipos. Uno se cuelga de la puerta, el otro del techo. El de la puerta es discreto, lo pones y lo quitas cuando te viene bien, básicamente está hecho para aguantar hasta los 120kg (yo lo podía usar por los tres pelillos de la barba de Miliki) y equilibrar alturas entre los dos miembros de la pareja. El otro que se cuelga del techo, aguanta hasta los 180kg y con ese ya sí que puedes hacer hasta acrobacias del circo y creerte la Zendaya y el Troy Bolton en el Gran Showman.

¿Cuál me compré yo para mi pequeño piso de alquiler en Madrid pagado con el sudor de mi frente y el dolor de mi espalda? Pues el de la puerta, ¿que yo prefería el otro para creerme Samantha en Sexo en Nueva York? Pues definitivamente, pero es que una en la vida real tiene caseros, pisos de 50 metros cuadrados y amigos muy curiosos que no se van a quedar tranquilos al ver un columpio colgado del techo de la Tornado, aunque también os digo: no sorprendería a nadie.

Todo esto era porque yo quería que Pedro me empotrara duro contra el muro y con la diferencia de alturas pues no podíamos, porque su tiburón no llegaba a mi pecera para hacerme burbujas de amor, así que ¿qué se hace ante los problemas? Exacto: comprarse un columpio sexual en Amazon. 

¿La tremenda maravilla que fue aquello? Es que no tengo palabras. Nos marcamos un Benito y Manolo para instalación, yo me dediqué a comentar 24/7 que me iba a cargar la puerta, que se iba a escolgajar el columpio, que me iba a partir la crisma contra el suelo y que cuando llegaran los de la ambulancia la escena iba a ser digna de película de Alex de la Iglesia, pero nada más lejos de la realidad, queridas mías.

Fue más o menos así

Si vosotras vierais a mi Pedro como un Miura, empotrándome con la fuerza de los mares, yo espatarragá como en el ginecólogo, abierta de piernas que ni la puerta de Alcalá, él ahí al ritmo de los tambores de la Patricia Manterola PUM PUM, PUM PUM, PUM PUM. Y yo dejándome hacer, sintiéndome la protagonista de la película de mi vida, sabiendo que el columpio había sido la inversión del año, que había llegado a mi existencia para quedarse, que iba a dar un vuelco de 360 grados a mi safari sexual personal, que a partir de ahora podría decir orgullosa:

Ayuso, confíname cuantas veces quieras, ya nada me importa. 

¿Vosotras sabéis lo maravilloso que es ver a una pareja superar los obstáculos? Porque (esto sin coñas) para nosotros de verdad era un problema el tema de las alturas, si me subía a una mesa, a la encimera, a la cómoda o en la ducha pues no podíamos follar como queríamos, solamente podíamos hacerlo bien en la cama y, chicas, siendo nosotros como somos, eso se nos quedaba corto. Así que nada, siendo yo más grande que godzilla y él más pequeño que el enano de Juego de Tronos, pues nos las apañamos para funcionar. ¿Y cómo lo hicimos? Pues comprando un columpio sexual.

 

Fdo: La Tornado de Villalba.