SI SOY, ME HE CONVERTIDO EN UNA SEÑORA.

Una vez me dijo una amiga “un día eres joven y al siguiente tienes más años que una montaña”. Y cuánta razón tenía…

Corría el año 2020. Yo con mis veintilargos vivía en pleno apogeo. Fiestas, salidas, cenas, viajes largos, escapadas cortas, tardes de cervezas y noches de gintónics. Decía que sí a cualquier plan a cualquier hora. Daba igual que mañana tuviera una larga jornada por delante que, si hoy por la noche salía un plan, me apuntaba. La hora de volver ya se iría viendo. 

Siempre había energías para ir a entrenar o a hacer deporte. 

Como podéis comprender, la casa iba de aquella manera. No era una guarra ni extremadamente desordenada, pero las horas dan para lo que dan. 

Si hoy había plan, pero para mañana no tenía preparado nada para comer, el plan era prioridad y la comida para llevar la solución. Pasaba igual con la compra semanal, si daba tiempo bien, si no delivery siempre era buena opción. 

La hora de ir a dormir también era una guerra constante, por lo que con una media de 5.3h de sueño, todas mis tardes incluían sistemáticamente una siesta de hora y media antes de enfrascarme en mil planes. 

Pero de repente en marzo del 2020 todo cambió. El maldito covid llegó a mi vida para convertirme en una señora. 

Por mi profesión, durante la pandemia trabajé más horas que nunca, por lo que empecé a organizar los menús de la semana para facilitarme la vida. Después de eso empecé a cocinar los fines de semana para no emplear un tiempo que no tenía en cocinar a diario. El señorío se avecinaba, y yo sin verlo venir. 

Cerraron el ocio. Las cervecitas, los gintónics, las fiestas y los pubs se acabaron, siendo sustituidos por cenas en casa una vez acabado el confinamiento. 

Empecé a vivir sola y el espíritu de Marie Kondo se apoderó de mí. Ninguna cosa fuera de su sitio, nada pendiente de fregar en la cocina, la cama siempre hecha y la mantita del sofá doblada después de cada uso. 

Y mmmmm… Qué paz mental me daba mirar la casa y verla perfectamente limpia y ordenada. Ahora sí podía irme a leer tranquilamente a la cama antes de dormir. 

Mis horarios de sueño también se regularon. A la cama a las 23:30 y siesta corta.  

Pasó el tiempo y el ocio abrió. La restauración abrió sin limitación, los gimnasios, los clubs deportivos, etc. Pero entonces me llamaron del hospital, mi cirugía bariátrica se había aprobado y al poco tiempo ya estaba operada. 

Ahora sí, mis limitaciones eran reales. Ahora ya me había convertido en una señora de mi casa y no había retorno. 

Y aquí sigo. Con un master en ofertas de supermercado,  un postgrado en congelación de tuppers y raciones, un diploma en menús semanales y macronutrientes y una licenciatura en trucos de limpieza.  

No os puedo negar que en ocasiones siento nostalgia de mi vida anterior, pero luego pienso en la paz que tengo ahora… Me ajusto los rulos, me aprieto el cinturón de mi bata y se me pasa. 

@maripluff