Esto me da tanto morbo como vergüenza, estoy saliendo con un chico que me está descubriendo y está haciendo que me descubra a mí misma en todos los sentidos posibles.

Llevamos como seis meses y todo está pasando muy deprisa, somos oficiales, exclusivos, he conocido a su familia y amigos, él a los míos, dormimos más noches juntos que separados y nos hemos planteado directamente mudarnos solos. Nos estamos frenando porque… No sé por qué, la verdad. Pero ganas tenemos como nadie.

El caso es que yo nunca había mantenido relaciones sexuales con alguien con quien me dejara ser yo mismo, siempre había sido muy parada, me dolía más que disfrutaba y las veces que lo hacía era más por presión que porque me apeteciera y desde que estoy con él… Madre mía, es que soy una yegua desbocada.

No puedo parar de provocarlo, de buscarle, de hacerlo en cualquier parte. He descubierto que me pone muchísimo hacerlo en público o en lugares en los que ‘corra peligro’ de que me pillen. Ya hemos ido a los probadores del Corte Inglés, a baños en bibliotecas, a la piscina pública este verano por la noche… Todos bien, sin altercados ni pilladas, orgasmos mericidísimos y con ‘discreción’. ¿Qué pasa? Pues que el otro día se me fue la traca y lo hicimos en el salón mientras sus padres veían Sálvame.

La casa de veraneo de sus padres tiene un salón gigante, son como dos estancias en una, era la hora tonta, la de la siesta. Nosotros no somos mucho de dormirla, la verdad, pero sí que nos ponemos tontorrones. Pues bien, el salón tiene la parte de la televisión con dos sofás y dos sillones y luego está el comedor. Una mesa enorme con unas diez sillas, que es donde comemos cuando vienen sus primos y demás. Pues bien, estaban sus padres dormitando en los dos sofás y nosotros sentados en la mesa grande, él con el ordenador teletrabajando y yo leyéndome un libro, pintando mandalas, haciendo sudokus y sopas de letras. Sí, desde la cuarentena me he aficionado a todos los pasatiempos de ocotogenarios.

Pues el caso es que derepente y sin venir a cuento me puse cachonda, ¿por qué? Pues aún no lo sé, me suele pasar, no lo puedo evitar y estoy con la libido por las nubes. Así que nada, mientras Marta López le gritaba a Lidia Lozano le agarré el manubrio a mi novio con la mano. Empecé ahí dale que te pego a la zambomba que parecía aquello de repente Nochebuena en agosto. Mi novio se caliente enseguida, claramente, primero me puso cara de asustado y me susurró ‘que están ahí mis padres’, yo le puse mi mejor cara de actriz porno y allá fui a bajarme al pilón, real que parecía el típico vídeo rastroso de Pornhub en el que los dos adolescentes follan mientras los padres arreglan el frigo.

Pues nada, la comida de polla no fue muy allá porque no podía hacer mucho ruido (también te digo, menos mal que estaba puesto Sálvame que gritan como becerros, porque si llega a ser Saber y ganar tenemos espectadores desde el minuto 0). Yo llevaba la típica bata de verano de mi suegra, esa costrosa que se compro en el mercadillo en 1989 y que es TAN cómoda que es hasta injusto, así que nada, me puse de pie a su lado, me subí la batuca, me aparté las bragas y le enseñé mi santo coño más mojado que el mar mediterráneo que se escuchaba de fondo.

Empezó a meterme los dedos y nada, lo mismo, tuvimos que parar por el chapoteo, mi suegro empezó a roncar, paramos porque pensábamos que nos pillaban, volvimos a empezar pero esta vez ya con penetración directamente. Me tumbé encima de la mesa boca abajo, el colega me subió el vestido, me bajó las bragas y me la embistió a la primera, entró como la seda, vaya. Así que nada, en unas veinte mete-saca el colega se corrió dentro, nos fuimos al baño, nos duchamos y como nuevos.

Todo esto mientras Anabel Pantoja contaba las ventajas e inconvenientes de ser influencer.

Por favor, que alguien  me pare.

 

Anónimo