Era una tormentosa tarde de otoño y yo, afectada por la falta de luz y el frío, transité el enésimo sentimiento de tristeza y nostalgia de la semana. Lo que me pasa es siempre lo mismo, que nuestra pequeña empresa digital no va demasiado bien, los ingresos económicos apenas nos dan para llegar a finales de mes y me paso el día buscando soluciones y alternativas.

Una de esas tardes plomizas, fui a contarle mis inquietudes a mi novio. Pero él estaba a punto de ponerse un pódcast y hacer algunas tareas pendientes de la casa, lo que le ayuda a desconectar. Alguna vez se le ha escapado un gesto de fastidio ante la perspectiva de tener que hacer de terapeuta otra vez, pero, aquel día, ni siquiera se esforzó por disimularlo. Directamente, me dijo:

—¿Por qué no te rayas tú sola un ratito?

¿Cómo? Me ando yo devanando los sesos todo el día para buscar una solución a NUESTROS problemas y que tanto él como yo podamos prosperar, y no solo me encuentro con su falta de iniciativa sino que ahora, además, ni siquiera quiere escucharme. ¿A quién quiere que le cuente mis movidas emocionales derivadas de una situación que nos afecta a los dos? ¿A los gatos? Ya lo único que me faltaba es que se borrara de sus responsabilidades en la relación, y una de ellas es la escucha activa y dar apoyo. Ahora tengo que lidiar yo sola con nuestros problemas y, encima, con la sensación de frustración y soledad que me deja mi pareja al no querer escucharme. ¡Me hizo sentir como una carga!

Un novio pa esto

Podría haber montado en cólera con esto y llevarme 5 o 6 horas sin hablarle (justo lo que él quería). Pero me contuve de armar el escándalo porque, en realidad… tiene razón. Él escucha, se hace presente, me da consejos muy prácticos, me abraza cuando lo necesito y compensa mis malas vibras preparando comidas o proponiendo planes que sabe que me van a animar. Pero, de vez en cuando, tiene derecho a quitarse de en medio.

Resulta que soy una intensa, sobrepienso las cosas y me veo en la necesidad de compartir cualquier cosa que se me pase por la cabeza, aunque yo misma sepa que voy a cambiar de opinión al día siguiente. A mi novio lo tengo frito, soy consciente, así que estoy intentando gestionar todo esto. Y él también. Al mandarme a rayarme yo sola, mi novio estaba haciendo dos cosas:

  1. Pedirme que tomara las riendas de mi situación emocional sin necesidad de cargarlo a él, al menos, por una vez.
  2. Darse tiempo él mismo para descansar.

Quizás no me había detenido a pensarlo bien hasta ahora, pero resulta que la escucha activa provoca un agotamiento emocional del que, a veces, hay que reponerse. Pero, si nos planteamos alejarnos de esa persona que nos desgasta, nos sentimos culpables. Y, si creemos que alguien se está alejando de nosotros, nos sentimos abandonados. Hay ideas que convendría desmontar sobre el amor incondicional que todo debe aguantarlo y soportarlo.

No está mal poner algunos límites emocionales, me queda claro. Es más, resulta necesario. Quizás no haga falta decir “No me rayes”, ni siquiera “Ahora mismo no puedo hablar”. Puede bastar con escuchar sin asumir el estrés y la frustración de la otra persona ni tener que dar respuestas. No estamos obligados a dar un consejo o hacer una recomendación a alguien, y menos si la otra persona no lo pide.

En fin, amiga, si estás en el #TeamIntensa, sí, ráyate tú sola un ratito, quizás te sirva para aprender a frenar el bucle de pensamientos que no conducen a ningún sitio. Si estás en el #TeamDoliente, no pasa nada por mandar a tu pareja, familiar o amiga a pastar un día o dos si te sientes agotada, con toda la asertividad y la empatía que puedas. O aprende a escuchar como quien tiene la radio puesta de fondo. Es autocuidado.