Nuestra forma de ver el dolor ha cambiado a lo largo de los años junto con la evolución de la medicina y otras ciencias como la psicología. Antes creíamos que sentir dolor implicaba únicamente un daño físico, pero actualmente se ha descubierto la importancia que tiene nuestra experiencia, vivencia y afrontamiento del dolor, es decir, las consecuencias emocionales que lo potencian.

Entendemos el dolor como algo breve y controlable, igual que viene se va y si no siempre nos quedará el ibuprofeno, pero cuando se cronifica cambia todo lo que creemos saber sobre el sufrimiento, o lo que es lo mismo, la parte psicológica del dolor. El concepto de dolor crónico incluye sensaciones físicas incontrolables, limitaciones en nuestras capacidades, obstáculos a la hora de llevar una vida normal, cambios psicológicos, dificultades en el ámbito social y laboral, y sentimientos de inutilidad, frustración y desesperanza.

El dolor y las emociones van de la mano

Todos queremos evitar el dolor, el problema es que no siempre gestionamos el miedo como deberíamos. Por ejemplo, por temor a empeorar una lesión o a agravar una enfermedad extremamos el reposo más de lo que deberíamos o, en el lado opuesto, volvemos a la rutina con un ritmo desmesurado siguiendo el típico cuento abuelil de “yo me rompí la cadera y a los dos días volví a la clase de zumba.

Cuando asumimos el significado de la palabra “crónico” la frustración se convierte en indefensión, y entre los “daños colaterales” nos podemos encontrar con trastornos del estado de ánimo y de ansiedadprocesos psicológicos que a la larga son tan agotadores, frustrantes y perjudiciales como el propio dolor físico. Es muy complicado evaluar qué nos frena más, si la parte física o la psicológica. ¿Duele más una faringitis o que te den plantón? ¿Es más agotador un esguince o dos semanas de reposo absoluto? Al fin y al cabo el sufrimiento es relativo, pero a la hora de afrontar el dolor crónico debería ser impensable ignorar los aspectos psicológicos.

¿Quién puede beneficiarse de un psicólogo?

Aquellos que ven su vida personal, social y laboral limitada por el dolor crónico y no saben cómo gestionarlo.

Las exigencias de nuestro cuerpo se juntan con lo que los demás esperan de nosotros y con nuestras ganas de curarnos con la mayor brevedad posible. Tus colegas de cañas, los compañeros de trabajo a tope de curro, tus jefes con cara de mala hostia, el Instagram petado de #Runners y #FitnessLovers, y tú pensando que alguien te está poniendo la pierna encima para que no levantes cabeza. No te fuerces a seguir el ritmo de los demás cuando tu cuerpo te pide un respiro y un Kit Kat. Encuentra tu punto en una escala que va desde la hibernación absoluta viendo Netflix 24/7 hasta la vida healthy de nuestra amada Annie Doors. ¿Qué debemos hacer? Seguir las recomendaciones de un especialista, ya sea médico, fisioterapeuta, psicólogo o un paladín nivel 80, y ante la duda mejor preguntar.

En ocasiones, el dolor se convierte en la excusa perfecta para todo. Ejem… No ir al gimnasio. Ejem… No quedar con ese amigo coñazo. Otras veces nos volvemos Kim Kardashian drameando a tope y aprovechamos al máximo eso de ser el centro de atención. Ejem… fotos en la sala de espera pa’ Instagram. ¿Recordáis esas películas en las que el protagonista utiliza algún poder oscuro que parece muy top pero que acaba corrompiéndole? Pues lo mismo pasa con las “ganancias” del dolor. ¿Qué debemos hacer? No centrarnos en él. Aunque saquemos beneficios a corto plazo, a la larga lo estamos manteniendo.

¿Cuál es el papel del psicólogo en el tratamiento del dolor crónico?

El objetivo no es “poner fin” al dolor crónico sino al impacto de éste en nuestra vida. Para ello se suele seguir un concepto básico: la aceptación. En primer lugar, aceptar la cronicidad del dolor y, en segundo lugar, la naturaleza del sufrimiento.

Aceptar no significa conformarse con lo malo, sino aprender a tolerar todas las situaciones que aparecen en nuestra vida, comprender que no todo es positivo, placentero y Mr. Wonderful, pero desde una perspectiva de acción y no de indefensión. Aceptar es entender que podemos vivir una mala racha sin convertirla en el fin del mundo. Aceptar es adaptar nuestros objetivos a unas capacidades condicionadas por el dolor crónico. Es, a fin de cuentas, dejar de machacarnos buscando una solución que puede no existir y centrar nuestro esfuerzo en vivir la vida tal y como viene.

  • Hábitos saludables: ejercicio físico, higiene postural e higiene del sueño

No solo es importante introducir actividades compatibles con el dolor crónico (tanto físicas y de rehabilitación como de ocio), sino que también hay que conocer a fondo los conceptos de higiene del sueño e higiene postural.

  • Respiración y relajación.

El dolor crónico aumenta la tensión muscular, pudiendo mantener e intensificar el dolor. La técnica de relajación progresiva de Jacobson ha demostrado ser eficaz para manejar el dolor en personas con dolor crónico, pero también se utiliza en el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo, de ansiedad y del sueño, así como en casos de asma, problemas de autocontrol e impulsividad, fatiga crónica, hipertensión, estrés, y un largo etcétera.

Encontrarás muchos tutoriales en Internet donde recurren a esta técnica, pero para aprender a usarla bien es necesario sí o sí un profesional que te de una instrucción personalizada.

  • Identificación y reestructuración de valores

El dolor crónico da pie a un cambio en nuestro estilo de vida. Algunas personas acaban dejando de lado a sus amigos, pareja, familia, trabajo o a ellos mismos porque se sienten perdidos. Mediante el cambio de objetivos y valores se realiza un proceso de reflexión cuyo fin es encontrar metas vitales que sobrepasen las limitaciones del dolor.

  • Mindfulness o atención plena

A la hora de percibir el dolor cobra mucha importancia la atención que prestamos a los distintos componentes del mismo. Mediante diferentes ejercicios de mindfulness es posible aprender a redireccionar la atención y a gestionar las emociones, actitudes y pensamientos necesarios para afrontar las situaciones, buenas y malas, que surgen en la vida.

  • Solución de problemas

Consta de dos partes, una teórica y otra práctica. La teoría engloba todas las fases de la solución de un problema y la práctica implica exponer un problema, buscar diferentes formas de enfocarlo, conocer estrategias para resolverlo y, a largo plazo, generalizar todo este proceso a otros problemas.

  • Reestructuración cognitiva

El objetivo es aprender a detectar las distorsiones, errores, sesgos y cagadas mentales que cometemos en nuestro día a día, especialmente durante estados emocionales negativos. Los materiales necesarios son un registro en el que anotar la situación que ha provocado ese malestar emocional y los pensamientos que has tenido, además de un psicólogo que te explique cómo hacerlo y que te ayude a “desmontar” las creencias falsas.

Por ejemplo, tus amigos se van el fin de semana a hacer senderismo, pero debido a tu dolor no puedes hacer una ruta tan dura. Esta situación te hace pensar que eres un lastre, que no vales para nada y que te vas a quedar solo porque no formas parte de esos planes. Todos estos pensamientos son irracionales y tu objetivo (a veces con la ayuda de un psicólogo) es desmontarlos y comprender porque están en tu cabeza.

  • Asertividad y conocer las emociones.

Un aspecto clave es conocer las emociones desagradables que experimentamos, comprender su relación con el dolor crónico y aprender herramientas para manejar esas emociones en base a nuestras necesidades y capacidades, como por ejemplo el cambio de perspectiva o el distanciamiento. También se insiste en la importancia de la asertividad y de la comunicación ya que el dolor puede frenar y dañar las relaciones sociales.

El proceso del sufrimiento es duro y complicado, a menudo vas a sentir que no basta con las ganas para superarlo. No temas pedir ayuda a tus amigos, familiares o a un psicólogo especializado en terapia para el dolor crónico.

La experiencia psicológica puede ser tan dolorosa como la física, que nadie te haga creer que tu sufrimiento no es real.

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