Quería darle la sorpresa de su vida. Por fin, después de dos años y varias sesiones de tratamientos hormonales, di positivo en un test de embarazo, y reprimí el grito de emoción para que no se enterara Jorge desde la habitación de al lado. Estuve todo el día rompiéndome la cabeza para encontrar la manera de decírselo a lo grande. 

Se me ocurrió hacerlo en forma de broma: cambiar el nombre de mi contacto en su móvil, o sea, en vez de Ana ponerle Sergio (Mecánico), y llamarle desde mi móvil poniendo la voz de la secretaria del taller, fingiendo que le llamaba para la revisión del coche pero dándole al final la noticia. Esperé un descuido suyo para cogerle el móvil. Yo siempre me he sabido su contraseña (y él la mía), y jamás le habría mirado el teléfono para investigar sus conversaciones, pero nada más desbloquearlo me salió una conversación de whatsapp con un tal Marcos, del que yo no tenía ningún conocimiento. Lo normal hubiera sido salirse del whatsapp y hacer lo que pensaba hacer, pero me sorprendió muchísimo que la conversación con Marcos estaba llena de corazones y emojis de besos y cosas así. Jorge no usaba emojis ni conmigo, ni con su madre, ni con nadie, pero que los usara con un colega o un compañero de curro (¿qué otra cosa iba a ser Marcos?), me parecía totalmente imposible. Me puse a leer la conversación y se me congeló la sangre: 

¿Qué tal, amor? Qué a gustito ayer. Hoy imposible, qué pena, pero el finde prepárate. Es que no puedo, es pensar en ti un minuto y ya la tengo dura. (Abierta foto que solo se puede ver una vez). 

Dejé caer el móvil, al borde del infarto. Cuando volvió Jorge, que había ido a sacar la basura, yo fingí que me había puesto malísima del estómago y que tenía que vomitar. Me metí en la cama, ahogando el llanto para que no se enterara de nada. 

Íbamos a tener un bebé y me estaba poniendo los cuernos con un tío. Como suelen decir, la realidad superando a la ficción. Si no decía nada, no sabía hasta dónde estaba Jorge dispuesto a llegar, pero si explotaba la bomba, me quedaría sola seguro. Se me hacía más fácil fingir que no sabía nada, que hablar con él de asunto. Si lo hablaba con él, yo no veía viable acabar perdonándole y seguir tan ricamente. 

Le di la noticia del embarazo dos días después, sin sorpresas de por medio. A juzgar por su reacción, nadie habría dicho que me la estaba dando con un tío. ¡Con un tío! No me lo podía creer. Fueron pasando las semanas, los dos teníamos bastante trabajo, así que el cansancio ayudó a maquillar mi disgusto y mis pocas ganas de verle la cara cada día. Hasta que un día, le sonó el móvil cuando estábamos en el sofá viendo la tele y era Marcos. Ahí no pude más y todo saltó por los aires. Os podéis imaginar el drama, yo gritando, llorando, y él con la cabeza agachada en silencio. Solo abrió la boca para “tranquilizarme” cuando yo le berreaba a ver desde cuándo le gustaban los tíos; dijo que había puesto “Marcos” para ocultar que era una tía con la que hablaba por teléfono, quedaba, y follaba. Obviamente, me daba igual que fuera tío o tía, pero tenía más sentido así. De todas formas, le dije que se fuera de casa (el piso era y es mío) y que ya iríamos hablando con lo del bebé, que no era ese el momento de hablar de guardas ni custodias. No quise escuchar lo poco que tenía que decir, yo tenía clarísimo que quería estar tranquila, sola, pero tranquila. 

Poco después de dar a luz volví a saber de él. Me dijo que estaba solo, que todo el mundo le había dado la espalda cuando se enteraron de la infidelidad, incluso la chica en cuestión, porque es muy loco pero ella no sabía que Jorge tenía pareja (¡y un bebé, casi!) y lo mandó a la mierda. No estaba en condiciones de pedir custodia compartida, porque no tenía una vivienda propia, pero sí parecía tener interés por conocer a Alicia, nuestra hija, y eso es algo que nunca le hubiera negado, pero empezó a darme largas cuando yo intentaba concretar un día, así que por lo visto no tenía tanto interés. Soy madre soltera y no voy a negar las dificultades añadidas, pero también es cierto que nunca he sido tan feliz. 

Relato escrito por una colaboradora basado en una historia REAL.

 

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