Siempre he tenido un imán para los capullos. Desde que empecé a salir con chicos, he ido de tío malo a tío aún peor. Mi vida amorosa es una larga lista de relaciones fallidas con hombres que no merecían la pena.

Pero cómo no todo es malo en esta vida, al final el karma decidió recompensar todo mi sufrimiento con mi pareja actual, que es un amor de persona. Pero antes de hablaros de él, os quiero hacer un repaso de los tíos más penosos con los que he estado. Porque estoy segura de que muchas de vosotras os sentiréis identificadas. ¿Quién no tiene un borrón en su expediente amoroso? Pues yo tuve unos pocos…

Mi primer novio fue un chuleta con moto

Si amigas, tenía moto y era más chulo que un ocho. El típico niñato de 16 años creído que se piensa que es el caprichito de las niñas y que eres afortunada por estar con él. Fue un amor de verano, muy intenso, yo estaba loquita por sus huesos. Pero llegó septiembre y se olvidó de mí. No vivíamos en la misma localidad, digamos que a media hora en tren de cercanías, pero a los 16 años esa distancia te parece insalvable y él prefirió pasar de mí para ligar con las chicas de su instituto.

El que iba de maduro y era otro niñato

A los 18 años empecé con un chico que me cautivó por completo. Era polaco y había tenido una vida súper interesante. Su padre lo maltrataba, su madre se separó de su padre y se mudó a España, pero él tuvo que quedarse con su abuela. Unos años más tarde pudo viajar hasta España para reunirse con su madre. Una vida llena de obstáculos que le habían proporcionado una madurez que no tenían otros chicos de su edad. Madurez y traumas sin resolver. Al medio año de estar juntos empezó a tratarme con desprecio y a mostrarse superior a mí. Duramos unos meses más.

El tipo que pensaba que el sarcasmo era el lenguaje del amor

Siempre tenía una respuesta sarcástica para todo, incluso cuando yo intentaba tener una conversación seria. Además, solía estar enfadado con el mundo, todo le parecía mal, lo que yo hacía o lo que hacían los demás. Nuestro romance parecía más una batalla de ingenio que una relación amorosa.

El amante de los deportes extremos

No era un mal tío, pero agotador seguirle el ritmo. Yo siempre fui muy aventurera, pero temía por mi vida cada vez que salía con él. Desde saltar en paracaídas hasta escalar montañas sin equipo adecuado, cada cita era una prueba de resistencia para mí. No le propusieras un cine o quedarnos en casa viendo la tele porque eso era súper aburrido. En la cama también era too much, se podía pasar horas dándole al tema. Lo dejé con él porque era incapaz de seguirle el ritmo.

El peor de todos: el narcisista

Estuve casi cuatro años con él, en una relación totalmente destructiva. Me manipuló a su antojo, me alejó de mis amistades y me hacía sentir mal por querer ir a una fiesta o por vestirme con una falda corta o un escote. Yo no era yo en esa relación, estaba anulada. Finalmente conseguí salir de allí, porque me dejó él, y me tuve que pagar un buen psicólogo para recomponerme. Pero me curé y entonces el karma me recompensó.

Mi pareja actual

Después de esta larga lista de tarados, y alguno más sin importancia que no he incluido, llegó el bueno, la persona que me merecía. Os tengo que reconocer que no sé si fue el karma o el trabajo que hice con el psicólogo, que tuve que encontrarme a mí misma, pero me di cuenta de lo que no quería en una relación. Y cuando apareció él no fue fácil, cosas normales cómo muestras de cariño en público, que me llevara con sus amigos o que me tuviera en cuenta a la hora de hacer planes, me parecían rarísimas porque yo estaba acostumbrada a capullos egoístas que sólo pensaban ellos mismos. Ahora vivo tranquila, estoy con un chico bueno, que me quiere, que me respeta, que me escucha, hacemos planes juntos, pero también tenemos nuestro espacio. Por fin conseguí estar en una relación sana.

Así que, queridas amigas, nunca pierdan la esperanza. Porque si yo pude encontrar a su príncipe encantador después de todos los sapos que he besado, ¡seguro que el resto también podéis!