A todas nos han plantado la idea alguna vez en la vida de ser seducidas por un príncipe azul, ese que nos va a abrir la puerta del carro y nos regalará flores un día cualquiera. Un ser perfecto y perfumado que hará que todas nos mojemos con sólo mirarlo; Jared Leto bajando del Olimpo.

Pero qué pasaría si de pronto, después de una ruptura dolorosa y patética y después de pasar casi  todas las fases del duelo, te encuentras con la antítesis del otrora tan codiciado príncipe azul; el Leviatán. 

Estás básicamente en la peor fase de tu vida y por despecho, o esa chispeante idea de querer comerse el mundo, (que es en esencia la otra cara de la misma moneda) te topas con el tío que te va quitar las ganas de alimentar al chichi y sentirte toda mujerona y deseable. El tío es moderadamente guapo, inlectualoide y le atraen las mismas películas de cine b que a ti, todo parece marchar viento en popa.  Le has contado que eres de esas que le entras a todas, y obvio a él le encanta la idea de una mujer liberal, cachonda y con un cuerpo evidentemente exuberante. Quedan, y aquí es cuando comienza la tormenta perfecta, todo aquello que tenías como el ideal del hombre perfecto se va por el caño. Te encuentras con el ser más arrogante que pisa la tierra. Con unos modales que hasta Shrek los encontraría fatales. 

El follón es fenomenal, de ello no hay nada que decir, el tío se conoce todas las técnicas de comerte el coño como el más experto y los orgasmos, vaya que nunca habías sentido tremenda carga eléctrica. Pero su falta de sensibilidad y caballerosidad van más allá de lo que has conocido. Que después de quedar en su casa y de una charla sosa, follaron tanto como les aguantó el cuerpo, pero en mitad de la noche te invitó a que te fueras  y ni el taxi pidió.

 De vuelta en tu piso, hecha bolita en la cama, con ganas de llorar otra vez, porque ya te convenciste que todos los hombres son unos brutos, (nunca te acordaste del chico al que no le diste bola por ser cursi) juraste que nunca más volvería a pasar. Dos semanas después del encuentro fatal y sin haber cruzado una sola palabra con él, tú segura de que no volverías a saber nada del tema otra vez; el irritante sonido de un mensaje en el celular te distrae. El tío como si nada, atacando de nuevo, con esa labia infalible. Una parte de ti quiere mandarlo al quinto infierno, pero te muerdes el labio porque esa otra parte quiere otro follón de aquellos. Y la espiral contradictoria acaba de empezar. Ese chico no te tratará como princesa, y lo sabes. 

Todas tus amigas te dicen que él no te conviene, pero es que la idea de contradecir al resto parece ser más fuerte.  Porque ese chico malo es como el santo grial y nosotras queremos reformarlo, porque si, algún día será ese príncipe azul a causa de nosotras. ¿Pero es que nos dieron un mazazo al nacer? 

Al parecer algunas mujeres tenemos un chip que nos hace magnetizar con todo aquello que nos supone un drama, nos ponemos brutas y vemos diamante donde no hay ni carbón.

 

Marina Keller