Hace dos semanas me teñí el pelo. En verano me lo decoloré y se me destrozó mucho, así que en diciembre decidí volver a mi color natural y dejar de lado los tintes. El problema es que cuando me tiño, acaba escupiendo el color y se me aclara muchísimo. Me repatea teñirme cada mes para que no se me noten las raíces, por eso esta última vez me teñí con un par de tonos más oscuros de lo normal… Vaya desastre cuando me miré al espejo y me vi con el pelo negro como la noche.

Para muchas esto será una gilipollez como una casa de grande, pero cuando estás acostumbrada a verte de una manera, es un choque terrible. Que conste que a mí me encanta el pelo negro, cuando veo a chicas que lo llevan así me parece que queda genial, pero una cosa es verlo en otros y otra en el espejo. No me reconocía… Incluso lloré un poco. Al escribirlo me siento bastante tonta, pero en ese momento de verdad que me sentí fatal.

Al día siguiente fui a trabajar con una inseguridad tremenda. También influye que me iba a bajar la regla y tenía un desbarajuste hormonal de libro. No falla: cuando estás de bajona, siempre viene algún gilipollas a arruinarte más el día.

“¿Te has cambiado el color de pelo? Estabas mejor antes.”

Lo que me faltaba… Sonreí cómo pude, le dije que era de mala educación hacer ese comentario y seguí a lo mío, pero con ganas de llorar.

De camino a casa pasé por una peluquería y les conté mi “problemón”.

“Lo siento… Pero no podemos hacer nada. Si te lo aclaramos sería con decoloración y como te acabas de teñir, preferimos no hacerlo porque te destrozaríamos mucho el pelo. Lo mejor que puedes hacer es esperar a que se te aclare un tono con los lavados.”

Di las gracias al peluquero y me fui con toda la bajona del siglo.

Pasé el fin de semana con unos amigos en una casa rural y al volver y mirarme al espejo me dio la bajona otra vez. Llevaba todo el finde evitando hacerme fotos y mirarme en los espejos.

Entonces me di cuenta de una gilipollez que se ha convertido en el mejor truco del mundo: si quiero verme guapa, aceptarme y estar a gusto conmigo misma, no puedo evitar mirarme.

Me puse frente al espejo, me ricé el pelo y me maquillé con unos labios fucsias bien potentes. Estrené una camiseta preciosa y me vestí con mi chupa de cuero favorita. Me coloqué frente a la ventana y empecé a hacerme fotos, muchísimas. Sonreí, posé, me coloqué el pelo desenfadado… De todo, pero esa “sesión” me hizo verme más guapa e incluso aceptar mi nuevo color de pelo.

Con esta pequeña historia personal quiero animaros a que os miréis en el espejo, a que no evitéis las fotos, a que seáis el centro de atención. Acostumbraos a veros, a conocer vuestros rasgos, vuestras marquitas de la piel, vuestras perfectas imperfecciones.

Cuando le conté esto a mis amigas (que están bastante metidas en el mundo body positive), una me dijo esto:

“Para mí uno de los mayores chutes de autoestima fue hacerme una sesión de fotos profesional desnuda. Me vi vulnerable y tremendamente sexy.”

No hace falta que os despelotéis delante de un profesional de la fotografía, sólo tenéis que encender la cámara de vuestro móvil y decir PATATA. Ya veréis como tras unas cuantas fotos empezáis a veros tal y como sois: preciosas.

 

Redacción WLS