Hay un vídeo que se hizo viral sin ni si quiera existir. Quizá la gente más joven no conoce esto, o lo ha oído de pasada, pero los que a finales de los 90 estábamos en el colegio o instituto, y de ahí en adelante, seguro que lo recuerda.

Recuerdo que era al principio del instituto, primero o segundo de ESO. Una mañana llegué a clase como siempre, me acerqué a mi mesa y dejé la mochila con la misma energía que un muñeco con las pilas agotadas. Iba a sentarme cuando una de mis compañeras llegó a la carrera, con los ojos como platos, y posó las manos sobre la mesa con fuerza. Vamos, creo que no me caí de culo en la silla porque aún me costaba procesar lo que ocurría a mi alrededor. Madrugar nunca se ha llevado bien conmigo.

—¡Tía! ¿Te has enterado?

Yo a esa hora no me había enterado ni de qué día era, pero aquello ya me puso un poco en alerta. Y es que había un poco de revuelo en la clase. Hay días que, por alguna razón, se te quedan muy grabados en la mente, y aquel fue uno de ellos. Miré a mi compañera y le dije que no sabía a lo que se refería.

—¡Buah! Pues todo el mundo lo ha visto.

—Jo, pues cuéntame.

—Ayer, en Sorpresa, sorpresa, le fueron a dar una sorpresa a una chica, así que llevaron a Ricky Martin a su casa.

Seguro que más de una y más de dos ya sabéis lo que se viene, pero os juro que en ese momento, inocente de mí, yo pensaba que sería como otras tantas sorpresas. Ese programa se caracterizaba por eso.

—Ya, bueno, como tantas otras.

—¡Que no, tía! Que como la chica no estaba, para sorprenderla, se metió en el armario a esperar. Y resulta que cuando la tía llegó, lo primero que hizo fue coger un tarro de mermelada, desnudarse, y echársela en el potorro para que su perro la lamiera.

—¡¿Cómo?! —Sí, yo estaba alucinando pepinillos—. Me estás tomando el pelo.

—¡Que no, que no! ¡Que ha pasado de verdad! —aseguró ella.

—¡Sí, mi tía lo ha visto!

—En mi casa también lo han visto, ¡qué fuerte! —dijo otro compañero.

Aquel vídeo fue la comidilla del instituto durante todo el día. Y no solo del instituto, sino de cualquiera. De camino a casa escuché a dos personas hablando de lo mismo, cuando llegué a casa mi padre estaba hablando de ello con mi madre… ¡Ostras, que había pasado de verdad!

Claro, todo el mundo hablaba del pobre Ricky Martin, que vaya corte, que menuda estampa… Que si joder con la tía, qué desvergonzada… Aunque más de uno se lamentaba por no haber podido ver el vídeo en cuestión. Adolescencia, ya sabéis. Fue una auténtica locura y, durante días, la gente seguía hablando del tema.

 

No recuerdo cuándo lo desmintieron, pero creo que incluso habiéndolo desmentido, aún se dio por real durante un tiempo. Pero es cierto: ese vídeo jamás existió. Nunca sucedió lo que se contaba, nadie había podido verlo. Y, sin embargo, se hizo viral, como si fuera real, a nivel nacional. ¡Nacional! Que no solo fue una comidilla de instituto, sino que la misma historia se contaba por todos lados.

Tengo amigas de fuera de Madrid que también vivieron aquello. Y también escucharon a gente decir que sí, que conocían a alguien que lo había visto. Pero no era real.

A día de hoy, casi 25 años después —más o menos, no recuerdo si fue en el 98, en el 99—, aún me sorprendo cuando recuerdo todo esto. ¿Cómo es posible que se extendiera de ese modo? Seguro que hay una razón, que hay gente que lo ha analizado después de tantos años, pero… guau, es increíble.

No había internet como a día de hoy, ni aplicaciones que pudieran hacer una noticia falsa viral, y, sin embargo, sucedió. Es parte de la historia de la televisión.