En Los Bridgerton solo hay dos hombres decentes y no son los que crees
Hoy vengo a abrir un melón que a muchas no os va a gustar. AVISO.
Vengo a hablar de la serie de época más de moda, la que a todas nos ha vuelto locas temporada tras temporada y nos ha hecho suspirar frente a la pantalla durante frenéticos maratones. Porque si algo tiene esta serie, es un componente adictivo que provoca en la mayoría de nosotras la irrefrenable necesidad de verla de un tirón. Sí, evidentemente hablo de Los Bridgerton.
Los Bridgerton nos presentó como tentación estrella en su primera temporada a un orgulloso Duque de Hastings que hizo las delicias de todas nosotras mientras cortejaba y conquistaba a la inocente Dafne Bridgerton, una chica joven e inexperta a la que el Duque, experimentado en materias amatorias, le muestra todo un mundo de posibilidades en cuanto al placer. En el plano personal, él se muestra la mayor parte de la temporada reacio ante la idea del amor y formar una familia, incluso cuando se casa con ella, y a sabiendas de que el sueño de Dafne es tener hijos. Pero nos terminan mostrando que tiene un gran trauma infantil que justifica esta actitud. Finalmente viven felices y comen perdices porque ella consigue sanarle de su trauma y cambiarle. Una temporada que, pese a la toxicidad palpable en el Duque de Hastings, nos dejó enganchadas y con ganas de más. Y suspirando de amor por él, seamos honestas.
Y se hizo esperar, pero llegó una segunda temporada que nada tuvo que envidiarle a la primera. En esta ocasión, el protagonista masculino era un guapísimo Anthony Bridgerton que, mientras entrevista a mujeres para buscar una esposa ideal que encaje en sus irreales cánones, se adentra cada noche en prostíbulos para satisfacer sus instintos. Hasta que aparece Kate Sharma, la mujer de la que se enamorada perdidamente y con la que, tras hacernos sufrir como nunca y mantenernos con el corazón en un puño durante toda la temporada, se casa y vive felizmente. Y es que, pese a que nuevamente vemos a un hombre que podría ser casi una red flag con piernas, nosotras nos enamoramos de Anthony si cabe más aún que del Duque. Y nos quedamos con las patas colgando cuando le dijo a Kate Sharma aquello de »eres la ruina de mi existencia y el objeto de todos mis deseos». Una fantasía de temporada que para muchos superó a la primera.
Y la siguiente espera sí que fue larga, pero llegó y nos trajo la ansiada tercera temporada con una protagonista que esperábamos con ganas: Penélope Featherington. Nuestra hermosa, curvy e ingeniosa Lady Whistledown brilla y deslumbra durante su temporada, en la que finalmente conquista al que ha sido su mejor amigo y el amor de su vida desde muchos años atrás, Colin Bridgerton. En las temporadas anteriores nos muestran a Colin como un chico algo diferente al resto, sensible, aventurero, viajero, atento. Pero en esta temporada vuelve de sus viajes hecho todo un rompecorazones curtido en burdeles y salas de alterne de Europa. Y es que, según él mismo admite más adelante en la temporada, adoptó la pose que la sociedad esperaba de él para poder sentirse verdaderamente integrado.
Creo que podéis imaginar por dónde voy. Aunque hemos mirado la pantalla con ansia cada vez que uno de estos tres señores salía a enamorar a sus respectivas damas, realmente el patrón entre los tres es el mismo: hombres con plena libertad sexual versus mujeres inocentes que llegan vírgenes a su noche de bodas y sin saber ni lo que tienen que hacer. Y lo peor de todo, hombres que ejercen esa libertad sexual de prostíbulo en prostíbulo. Además, a los tres consiguen cambiarlos sus respectivas señoras, que son quienes les llevan por el »camino del matrimonio» y les curan de sus traumas y obsesiones.
Y sin embargo, entre todo este mar de testosterona, han aparecido de refilón en la serie dos hombres que no encajan en este patrón masculino que comparte casi todo señor en edad casadera: Harry Dankworth y Albion Finch, es decir, los maridos de Prudence y Philippa Featherington. Si hay dos hombres que no parecen haber visitado un prostíbulo en su vida, son ellos dos, pues como pudimos apreciar en esta tercera temporada, uno de ellos solo había consumado el matrimonio la noche de bodas y aceptaba sin rechistar el nulo entusiasmo de su mujer por repetir, y el otro no había llegado a ello por desconocimiento del procedimiento y lo que parece ser un toque de eyaculación precoz. ¡Y ambas parejas pretendiendo concebir un hijo! La cara de incredulidad de la señora Featherington tras hablar de todo esto con sus hijas fue uno de los mejores momentos de la temporada.
Desgraciadamente, y aunque intentan ser esposos atentos y cariñosos, las dos hermanas Featherington no parecen tenerles demasiado cariño, y habitualmente los muestran en pantalla como dos seres simplones y algo ridículos, lo que hace que a nuestros ojos hayan pasado totalmente desapercibidos.
En fin, que aunque nosotras bebamos los vientos por el Duque, Anthony, Colin o el Bridgerton de turno, que promete ser Benedict en la cuarta temporada, considero de justicia recalcar la presencia de estos dos señores, que junto a sus esposas nos han proporcionado momentos de lo más divertidos en la tercera temporada.
Carol M.