¿En qué pueden parecerse los zapatos a los libros? Y otras preguntas que me hago tras leer «Inolvidar» de Iris Morata. 

 

¿Qué tienen en común el mundo de la moda, en concreto el diseño de zapatos, y el de la literatura? ¿Puede existir un nexo de unión entre estas dos profesiones? A priori, la pregunta se podría resolver con un no rotundo y a otra cosa, pero parémonos un momento a reflexionar. 

A ver, un zapato y un libro no pueden existir si alguien no los diseña, ¿verdad? Y, en ambos casos, ese diseño implica una consistencia de sus piezas, que estas tengan sentido, que sirvan a una función, que tengan, además, una coherencia dentro de un todo más grande, que puede ser una colección, un atuendo, una trilogía. A ver si un zapato y un libro van a estar más cerca de lo que pensábamos.

Pero, espera, que hay más. En un zapato, ¿qué es lo más importante para quien lo va a utilizar? Que sea cómodo, ¿no? No sirve de nada un zapato si duele o aprieta, por más bonito que sea. Bueno, podemos ser como Mónica en aquel capítulo de Friends en que acaba a lomos de Chandler porque no puede dar un paso más, pero no es recomendable. Y ¿acaso no significan los libros un confort, de manera indirecta, para el lector? ¿Acaso no buscamos estar lo más cómodos que nos sea posible cuando nos disponemos a leer ese libro al que le teníamos tantas ganas? Nadie lee mientras le aprietan los zapatos, ni si se está haciendo pis.

Estoy segura de que, si sigo, encuentro otras cincuenta cosas que un zapato y un libro tienen en común. Pero hablemos mejor de aquello que los separa, que, a mi juicio, es una cosa fundamental: el zapato es un producto perteneciente al mundo de la moda, que es un mundo rodeado de prisas, de frenesí; siempre va tarde. El otro, el de las letras, es un mundo en el que se trabaja, mayoritariamente, en la más absoluta soledad. Y esto lo sabe muy bien Iris Morata, la diseñadora de zapatos que lo dejó todo por volcarse en la escritura. 

A veces, entre mundos tan diferentes surgen nexos de unión en forma de historias, incluso en forma de vidas. A veces, resulta que hay personas que escenifican que lo que dábamos por sentado no tiene por qué ser así. Es la sensación que se me queda en el cuerpo después de haber leído Inolvidar, la novela con la que Iris Morata debuta como escritora, y cuyos personajes son un poco como ella, van del blanco al negro, viven instalados en la escala de grises de la vida. «Me gustan los personajes que pueden caer mal y bien a la vez, o los que, incluso actuando de forma incorrecta, hagan dudar al lector, pudiendo empatizar con ellos», nos dice la autora barcelonesa.

Otra sensación que se me queda en el cuerpo es que no sé muy bien quién era bueno y quién era malo. Es imposible etiquetar a los personajes de Iris Morata, igual que no se puede etiquetar a Inolvidar así por las buenas. En todo caso, tendría que ser por las malas, y después de batallar mucho con la autora. «A la hora de escribir, no me gusta tener una frontera que no puedo cruzar. Es por eso que, como en la vida, en mis novelas se mezclan ingredientes diversos para que mis historias cuenten todo lo que les hace falta», concede Morata.

¿Sabéis en qué otra cosa se parecen los zapatos a los libros? Que hacen que parezcan reales cosas que no necesariamente son así. Una persona con unos zapatos bonitos parece una buena persona, ¿no? Tengo un amigo que me contó una vez que se le iba el tiempo volando en el metro mirando los zapatos de la gente, y, en base a ellos, se imaginaba cómo sería el propietario o la propietaria del calzado. Si el trayecto era largo, le daba hasta para imaginarse cómo se habría enamorado de esos zapatos hasta que fueron suyos, o si no tuvo más remedio que comprárselos aunque no le gustasen. No me digáis que estas historias no dan para un libro también… Mira, otra cosa que tienen en común. 

Por su parte, los libros funcionan en este sentido de dos maneras diferentes: por un lado, revisten de determinado carácter intelectual o moral a su portador; por otro, moldean a voluntad las vidas de quienes viven dentro de ellos. ¿Tú vivirías en un libro? Hay gente que dice que sí, pero piénsatelo.

 

Iris Morata vivía por y para la moda, pero escribía en sus ratos libres y ese gusanillo se fue extendiendo, como se extendería en una historia literaria, lenta y silenciosamente, hasta que un día ya no se puede negar que está ahí y que es más fuerte de lo que se imaginaba. «Me costó meses confesar a qué dedicaba mi tiempo libre. Tenía miedo a las reacciones de mi entorno, las miradas de duda y, sobre todo, a no tener apoyo. Ha habido muchos momentos en los que me he preguntado si no estaría tirando mis días, más preocupada en unas vidas de ficción que no eran la mía. Pero luego me pongo a escribir, y esa inquietud desaparece». Entonces fue cuando se decidió a dar el salto. Y ¿sabéis qué descubrió? Que hay una cosa en la que los libros siempre van a ganar a los zapatos, porque permiten saltar más lejos.

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Eva Fraile, psicóloga, agente literario, asesora editorial, creadora de proyectos creativos para escritores y editora de La Reina Lectora.