Mi vecina tiene una relación bastante estrecha con su exmarido. Tienen muy buen trato por el bien de sus hijos (eso es algo que tenemos en común), pero últimamente…
El caso es que él es muy buen chico y siempre se implicó mucho en la crianza de sus hijos, pero tenía cierta tendencia a la depresión y en cuanto este proceso entraba en su vida, se dejaba ir hasta que pasaba algo o muy bueno o muy malo que no le dejaba más remedio que reaccionar.
Esto a mi vecina le afectaba mucho, pues al principio, cuando lo ve venir, se preocupa por él, le ofrece su ayuda, lo escucha, le aconseja… La siguiente fase es de mal humor, por lo que los niños vienen siempre enfadados de su casa porque grita mucho, no salen de casa en todo el tiempo que pasan con él y siempre les habla seco, distante y les riñe por todo. Entonces es cuando ella interviene, le da un toque amistoso “Mira, que los niños se queja de esto y de aquello; quizá deberías pedir ayuda, salir un poco a que te de el aire, si te ves muy agobiado cuando estén contigo me llamas y si puedo te ayudo…” Y entonces de donde le ofrece un dedo se coge un brazo y medio. Se los lleva la mitad de lo que debe, los lleva a casa de su ex varias horas antes de lo pactado, no aparece en las citas importantes, olvida los compromisos familiares, por lo que sus hijos no ven tampoco a su familia paterna…
Es duro ver como alguien a quien aprecias entra en una de esas espirales de autodestrucción y aislamiento, pero también es frustrante estar a su lado y que te arrastre. Este fue uno de los motivos de la separación en su momento, pero ahora esto afectaba directamente a sus hijos. Ahora no había nadie a su lado que le corrigiese cuando se pasaba gritando o dando portazos. Sus hijos veían con impotencia y la culpa habitual en los niños, que siempre creen que todo es culpa de ellos, cómo su padre se distanciaba de ellos y se ponía de mal humor cada vez que le pedían pasar más tiempo con él.
Pero entonces pasa algo, esta vez algo maravilloso, que supone un cambio trascendental en su vida y entonces es todo alegría, ilusión y felicidad. Eso sí, ahora con la euforia no puede atender tanto a sus hijos, pues está muy ocupado haciendo cambios que deberían ser positivos para todos. Pero claro, yo que lo veo desde fuera pienso: ¿Cuánto le va a durar? ¿y si cuando haga todos esos cambios que le quitan tiempo, pero le dan alegría, resulta que el resultado le decepciona y entra en momento de bajón de nuevo? ¿Sus hijos no podrán disfrutar de su alegría y su compañía nunca a pleno rendimiento?
Creo que la separación le afectó demasiado y ahora no se está sabiendo recuperar, a pesar de los años que han pasado y como es muy cabezón y se niega a retomar la terapia que tanto le había ayudado en su momento, él sufre mucho, pero quien realmente me da pena son esos niños, que no entienden nada y que solamente ven estrés y caos en el entorno de su padre, tanto por lo bueno como por lo malo.
Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.
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