Cuando todo esto estaba sucediendo me parecía muy grave e increíble. Hoy en día, pasados ya más de 10 años me parece absurdo y surrealista. A ver qué opináis vosotras.

Mi amigo llevaba menos de dos meses soltero. Tras una relación tormentosa de casi tres años, con muchas idas y venidas por sus inseguridades y sus cambios repentinos de prioridades, había querido quedarse solo un tiempo. Al principio empezó a liarse con chicas de su pasado de forma informal, sin ataduras, pero luego empezó a decir que echaba de menos estar en pareja, que él tenía un plan de vida, quería ser padre joven y ya iba tarde (spoiler: no). Entonces se empeñó en empezar a conocer a gente nueva constantemente hasta encontrar a la adecuada. Se metió en todo tipo de webs (no existían las apps que tenemos hoy ni nada por el estilo) y, finalmente empezó a escribir SMS a los números que aparecían a un lado en un canal local mientras se reproducía contenido para adultos.

Tardó un tiempo en contarme esa parte, porque le daba vergüenza admitir que, aunque deseaba formar una familia, su obsesión principal era tener sexo a toda costa. Así conoció a Lucía. Una chica unos 6 años mayor que él. Él pasaba bastante de los 20 y ella acababa de llegar a los 30. Era la antítesis de lo que él siempre había querido como pareja. Era un chico bastante superficial y su mayor deseo eran unas proporciones perfectas. Poco antes de dejar de hablarnos, hace ya unos años, recordábamos esta anécdota y me confesó que la había elegido porque las chicas así de gordas se esfuerzan mucho más en la cama para que quieras repetir y él, como ya os conté una vez, buscaba “una señora en la calle y una puta en la cama”. No sabéis cuanto me alegro de haberlo perdido de vista, pero por aquel entonces aún éramos bastante amigos, la verdad.

Yo la conocí cuando ya se habían acostado un par de veces y habían decidido quedar como colegas. Salían juntos de marcha, hablaban a diario, pero nada más. Era más que evidente que él no tendría nada serio con ella, así que ella se conformaba con el papel de amiga.

A las dos o tres semanas le empezó a hablar de su mejor amiga, se llamaba Sandra, era rubia, despampanante, una gran persona que había sufrido mucho en relaciones anteriores y estaba buscando con quien compartir su futuro. Siempre le decía que serían la pareja ideal.

Finalmente le dio el teléfono de ella. Ese número estaba siempre apagado, sin embargo si recibía SMS, así que, de vez en cuando hablaban por teléfono cuando ella lo llamaba con número oculto. Prometían hacer por verse pronto, ella vivía a unos 50 km de él, pero siempre ocurrían desgracias que le impedían venir a verlo o permitir que fuera él a hacerle una visita. Le mandó algún MMS con fotos de ella y tuvieron sexo telefónico infinitas veces. Él decía estar totalmente enamorado de ella.

Mientras seguía quedando con Lucía, que justificaba las ausencias de su amiga y lo abrazaba y consolaba cada vez que él se venía abajo, pues había encontrado al amor de su vida y no podía verla nunca.

Un día me pidió que bajase con él a un bar cercano a mi casa. Había quedado al fin con ella y no quería estar solo. Mi novio y yo lo acompañamos y presenciamos el espectáculo más lamentable que se nos podría imaginar. Allí estaba Lucía, emocionada por el encuentro de sus amigos al fin.

Sandra tenía que salir de trabajar en su empleo nuevo a las 8 y, al salir, debía coger un tren que la traía directa a donde estábamos nosotros. Llegada la hora él le envió un SMS diciendo que estaba muy nervioso, pero no tuvo respuesta. Entonces le dijo a Lucía que era muy extraño que no le contestase, ella se puso muy nerviosa y le preguntó qué le había puesto, entonces él se lo dijo y ella, disimuladamente, escribió un SMS por debajo de la mesa. Al mismo momento, Sandra contestaba a mi amigo que había perdido el tren, que debía ir en el siguiente.

Pasadas varias horas en las que los SMS iban y venían (aunque solo venían cuando Lucía escribía por debajo de la mesa) él se cansó y se fue a su casa.

Dos días después me dijo que la perdonaba porque estaba muy nerviosa por su nuevo trabajo. No había una excusa con sentido, no había nada que tuviese sentido alguno, pero resulta que Sandra le había prometido que no pasaría nada de esto jamás, pues se iba a ir a vivir con él.

Lucía y yo habíamos charlado un rato mientras esperábamos a que la inexistente Sandra apareciese aquella noche, le conté cual era el coche de mis sueños, mi color favorito y poco más, pues me pareció bastante enfermizo ese cuestionario que se empeñó en sonsacarme allí.

El caso es que Sandra le contó a mi amigo que se había comprado un coche para poder venir a verlo cuanto antes. Casualmente se había comprado el coche que yo había dicho que quería. Le mandó una imagen borrosa de ella vestida de mi color favorito y le dijo que irían de viaje a París… Es como si intentase replicar mis deseos como una realidad. Él, totalmente ciego de amor, empezó a empacar sus cosas y dárselas a Lucía para que las llevase al piso que Sandra había elegido para ellos.

Yo no pude más y le dije lo que pensaba. “Mira, Sandra no existe. Es Lucía poniendo voz más dulce y te está engañando, no ves que nada tiene sentido”. Entonces él me enseñó las fotos que ella le había enviado. Era más que obvio que aquella foto era sacada a una revista, aquel piso que le había enseñado era un compendio de imágenes que no tenían que ver unas con otras… Pero él estaba tan desesperado por enamorarse que le valía cualquier cosa, una vez que sabía que ella “estaba buena”.

Yo la pillé en un renuncio bastante grande, le tendimos una trampa y cayó. Ya no había más, era el momento de desmontar aquel invento. Se plantó en casa de Lucía, que había ido almacenando sus cajas de la mudanza en la furgoneta de su padre en el garaje. No dijo nada, solamente se despidió diciendo “Estás dejando escapar a la mujer de tu vida”. No supimos si se refería a ella misma o seguía con la gran mentira. Él sufrió mucho y yo no me podía creer todo lo que había pasado y cómo él no lo había visto.

Hoy en día me rio mogollón cada vez que lo recuerdo, sobre todo por lo mal que se portó después con varias parejas que tuvo y cómo me trató a mí cuando finalmente se casó, pues ya no le era útil. Pero, aunque intente olvidarlo, durante varios meses tuvo una relación amorosa con una tía que no existía.

Escrito por Luna Purple, basado en la historia de una seguidora.
(La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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