No me considero ejemplo de madurez ni de nada, porque como todo ser humano sobre la faz de La Tierra cometo mis cagadas (muchas, para que nos vamos a engañar). Eso sí, me enorgullece decir que las rayadas de adolescente las dejé de lado cuando acabé la universidad (o por lo menos aprendí a gestionarlas sin montar pollos irracionales).

Cuando tenía 15 años cerraba los ojos y me imaginaba con 30 años y un marido pibón (mi amor platónico era Mark Ruffalo, ay…), con un trabajo cojonudo, un piso en propiedad, amigos como los de Friends y a lo mejor con un hijo. Vamos, el pack de la Barbie.

Ja, ja y ja. Acabo de soplar las velas de la treintena y mi vida es un despropósito en comparación con lo que yo soñaba. No tengo novio, si tal algún tío con el que me enrollo esporádicamente. Eso cuando tengo tiempo, porque mi trabajo absorbe el 90% de mi tiempo libre. Esto sería fantástico si no fuera porque me pagan una mierda, y en consecuencia tengo que resignarme a vivir alquilada con miedo a que mi casera un día se despierte con ganas de vender el piso.

“¿Y los amigos?”, os preguntaréis. Pues bien, no me puedo quejar, o al menos eso pensaba hasta que Marta (nombre falso para preservar la intimidad de la muchacha y la mía) entró en el grupo.

Resulta que esta chiquilla de treinta tacos y con un hijo, que se supone que te da cierta madurez, se comporta como yo cuando tenía 15 años y soñaba con Mark Ruffalo.

  • Critica a espaldas de la peña.
  • Monta pollos a cualquiera de fiesta.
  • Si te pones a hablar con la gente que le cae mal, automáticamente eres lo peor tú también.
  • Crea subgrupos dentro del grupo pero luego se enfada cuando alguien hace planes y no le avisan.
  • Cuando se pica, actúa con pasivo-agresividad.
  • Te deja de hablar si algo le parece mal.
  • Te vuelve a hablar cuando quiere pedirte un favor.

Y a mi estas cosicas me dan mucha pereza porque yo ya sólo discuto con los funcionarios del Ministerio cuando tengo que hacer cualquier papeleo burocrático.

Mi solución es pasar. He intentado que haya buen rollo en el grupo pero siempre que esta chica sale, se genera una tensión horrorosa. Yo lo tengo claro: a estas alturas de la vida si alguien tiene un problema y no quiere solucionarlo, yo ni pincho ni corto. De todos modos, no puedo evitar que Marta me genere mucha curiosidad.

¿Cómo era esta chica a los 15 años? Si ahora es así, en la adolescencia tenía que ser matadora.

¿Por qué hay personas que siguen en la edad del pavo por los siglos de los siglos y amén?

¿Si no maduras a los 20, es posible madurar a los 30? ¿Y a los 40? ¿O sigues así hasta que tienes que llevar bastón?

Amiguis, con toda la sabiduría que me han dado 101 noches de broncas sin comerlo ni beberlo (a veces las broncas iban conmigo y a veces yo solo era espectadora) os doy un consejito: ignorad el drama y el drama os ignorará. No falla. Si no echáis leña en el fuego tarde o temprano se apaga. Palabrita del niño Yisus.