Si abro la boca, ella la abre más

 

Antes de nada, quiero decir que voy a hablar de este tema muy por encima porque no quiero contar historias de terceras personas, así que, aunque sí hable por encima de problemas míos, no voy a ahondar en los de la otra persona, ni a nombrarlos.

 

¿No habéis conocido a alguien que, cuando le decís que os duele una muela, os contesta diciendo «pues a mí la boca entera»? ¿O que, si le decís que habéis perdido tres kilos, os contesta «eso no es nada, yo he perdido veinte»?

Seguro que más de una personita aquí ha tenido a alguien cerca que cumple con esta descripción. Un familiar, una pareja, una amistad… Y es que, de verdad, hay personas que parece que necesitan estar por encima de todo y de todos; que saben más que nadie de todos los temas habidos y por haber; que le han pasado más desgracias que a ti. Y sí, alguna vez, sin darnos cuenta, todos hemos podido caer en eso, quizá en una mala época en la que alguien nos ha contado una desgracia y nosotros respondemos con otra, o cuando desde nuestra experiencia intentamos dar respuesta a un problema que tengan. Pero eso es una cosa, y otra muy distinta toparte de cara con una persona cuyo modus operandi es este, uno en el que siempre hará de menos cualquier cosa, buena o mala, que le cuentes. 

Tengo que decir que al principio todo era fantástico, parecía una persona súper interesante, divertida, con gustos y aficiones muy afines. De esas personas que tienen tanta energía que hasta te contagia. Y aunque esto no es algo que se cumpla siempre… suele ser el comienzo de las relaciones con una persona así. Brillan tanto, que te atraen como la luz a una polilla, te ciegan porque a su lado todo parece ser maravilloso, te tratan bien, hacéis mil planes. Y, de verdad, guardo muy buenos recuerdos de ese comienzo, de las conversaciones, de las locuras, de pasarnos haciendo cualquier cosa hasta las tantas de la madrugada. De verdad, esos días me los quedo para mí como una de las épocas más bonitas y divertidas de los últimos años.

Pero no estaría contando esto si todo fuese de color de rosa. Y es que, aunque en todas las relaciones hay rifirrafes —no dejamos de ser humanos y todos la cagamos en algún momento y tenemos nuestras peculiaridades—, aquí las banderitas rojas comenzaron a salir poco a poco hasta ser un completo campo de minas.

Aunque parezca mentira porque estoy aquí contando mi vida en verso, en verdad me cuesta hablar de mis propias cosas, abrirme de verdad a una persona. Tengo que sentirme a gusto y muy segura para comenzar a sacar cosas que guardo dentro. Y llegué a sentirme así con esta persona, de verdad, tan en familia como para sacar ciertas cosas. Un día, decidí abrirme y contarle que sufro de ansiedad generalizada, y aunque estoy en tratamiento, tengo picos en los que sufro de insomnio, palpitaciones y un sinfín de cosas que no vienen al caso. Que todo viene a raíz de problemas de infancia y adolescencia. Seguro que más de una de vosotras me entendéis y sabéis lo duro que es lidiar con todo esto y lo importante que es que te entiendan cuando lo cuentas. Pues no sé cómo lo hizo, pero la conversación giró en apenas unos minutos y acabamos hablando de lo mal que ella lo había pasado con unos familiares años atrás, la mala infancia y adolescencia que había tenido y cómo había salido de todo eso porque claro, es una persona súper fuerte. Vale, las conversaciones suelen evolucionar, pero… fue la primera vez que me sentí un poco apartada, como si lo mío no fuera importante, e incluso rebajada. Sentí que estaba llamando débil de alguna manera por no haberlo superado tan bien como ella. No le di importancia, la verdad. Esa vez no.

En otra conversación, salió el tema de médicos, operaciones, y yo le conté que en 2019, por el calor y una bajada de azúcar y tensión, me desmayé en el vagón del metro, yendo de pie, y me partí tibia y peroné, por lo que me tuvieron que operar. Pues pasó lo mismo, apenas empecé a contarlo, todo acabó girando a problemas de salud que ella había tenido hacía unos años. Por supuesto, haciendo hincapié en la obesidad, en lo mala que es, en cómo hay que tomar decisiones llegado el momento, que desde que había alcanzado su peso ya no había enfermado ni una sola vez… Discurso que, si ya me chirría normalmente, lo hace más cuando me lo suelta alguien que, ¡oh, sorpresa!, ha pasado por lo mismo y ha llegado a su peso tras una cirugía.

Pero ojo, no solo sucedía con las cosas malas, sino también con las buenas. ¿Que empezaba a hablar de algún logro del que me sintiera orgullosa? Ella tenía uno mayor. ¿Que le contaba acerca de alguna amistad importante por algún tema del que habláramos? Ella siempre se codeaba con gente aún mejor. ¿Me interesaba algún tema muy específico? Lo pasaba por alto y la conversación giraba en torno a algo que a ella le interesase, aunque no tuviera nada que ver. O intentaba darme lecciones sobre ese tema porque, de nuevo, ¡ella sabía de todo! Daba igual que fuera fotografía, arte, psicología, medicina o cualquier tema del que habláramos: ella tenía que darme lecciones acerca de todo porque claro, es una mujer de mundo, hecha a sí misma.

También era una persona muy absorbente. Durante todo el tiempo que duró la amistad, no me dejaba tiempo para ver al resto de mis amigas. Todo era haces planes con ella, ir con ella a donde fuera, y, por supuesto, hacer cosas que ella quisiera. ¿Que le proponía ir a ver las luces del Botánico juntas, por ejemplo? Hmmmm no, es que mejor no. ¿Que si vamos a coger una mañana y a ir por el centro a ver tiendas? Nah, mejor ir yo a su casa y hacer algo allí, solas, sin nadie más. Claro, eso ya me olía a chamusquina, porque siempre se jactaba de la cantidad de amigos que tenía, pero luego casi siempre estábamos solas. No sé sobre cuantísima gente me habló, alardeando de que eran grandes amigos, pero… nunca vi señales sobre esa amistad más allá de alguna foto de años atrás en las redes sociales. Pocas veces quedábamos con otras personas y, si lo hacíamos, eran siempre las dos mismas personas, a las que también arrastraba a sus planes.

Y no hablemos ya de no comentar y/o dar like a sus publicaciones. La he oído soltar sapos y culebras contra personas en común porque «es que no se interesan por lo que hago, no dan me gusta a mis publicaciones, es que siento que pasan de mí, no comentan las cosas que hago bien», pero luego ella tampoco lo hace con los demás. Y si comenta algo, siempre empieza con un «yo lo habría hecho…» y una enorme disertación de por qué lo que tú has hecho está mal y cómo su manera de hacerlo habría sido la correcta. Y, por supuesto, que ni se me ocurriera rebatirla o darle un consejo para mejorar algo que hubiera hecho ella —como, por ejemplo, un texto mal expresado, cosa de la que algo entiendo—, porque entonces ponía el grito en el cielo y a mí la cabeza como un bombo. Y lo peor es que también venía a mí, a quejarse y a soltar de todo, si alguna amiga mía por alguna razón criticaba —desde el respeto— algo de lo que había hecho. Daba igual que yo obviara el tema, o no quisiera hablar de él: pinchaba y pinchaba hasta que no había opción de pasar del tema y entonces me lanzaba todo un camión lleno de mierda.

Al final llegó un momento en el que todas esas primeras experiencias fascinantes y divertidas, se convirtieron en un paraje lleno de minas que intentar sortear, mi ansiedad se vio incrementada y hasta consiguió, por sus comentarios y el modo en el que me trataba, que la confianza que había conseguido tener en mí misma, fuera mermando de nuevo. Había tardado mucho en verme mejor a mí misma, en empezar a quererme, a aceptarme con mis kilos de más, y en pocos meses estaba empezando de nuevo a buscar ropa ancha, a esconderme, a intentar pasar más desapercibida. A tenerme asco.

Por suerte, la vida me ha enseñado a cortar por lo sano, a que al final una tiene que cuidar de sí misma, de su salud mental, de su tiempo. Y cuando una persona no suma, sino que te resta en todos los sentidos… Lo mejor es decir adiós aunque cueste. Porque sí, cuesta, que nadie os engañe. 

Así que, amores míos, si os habéis encontrado en alguna ocasión con personas así, o peor, las tenéis en vuestra vida y os están haciendo mal… Pensad en vosotros, en los vuestros, y tomad otro camino. A la larga veréis que es lo mejor.

 

Nari Springfield.