El verano es esa estación del año diseñada para la buena vida. Cuando se acerca, todos pensamos en vacaciones, en playa, en sol, en terrazas con los amigos… En mi caso, siempre he sido de las que odiaba el verano porque tenía demasiado tiempo libre para aburrirme y el calor me ponía de muy mal humor. Este año, lo he mirado desde una perspectiva diferente y he aprendido a disfrutar de cosas que antes pasaban desapercibidas.

Cosas chulas del verano

-Las lecturas. Hay libros para todas las épocas. A mí en invierno me apetecen esos que me dejan intrigada y me ponen a pensar mucho. En verano, sin embargo, disfruto más de las lecturas ligeras y un poco romanticonas. Fáciles y que sean entretenidas.

Otra cosa que me gusta es comer en el patio o la terraza de casa. O puestos a decir, incluso en el balcón. Cuando refresca por la noche y mirando las estrellas.

Los viajes en carretera con amigos, con destino la playa. Cargamos el maletero de sillas, sombrillas y una nevera llena de comida y bebidas fresquitas. Ponemos música antigua a tope de volumen y cantamos recordando viejos tiempos. Medicina natural.

Pasear a las mascotas cuando está atardeciendo y el bullicio se va apagando. Corretear con ellos y disfrutar de ese tiempo maravilloso con los mejores amigos que se puede tener en el mundo.

Los domingos de paella en los que aparecen los sobrinos a revolver toda la casa, mientras te pones al día con tus hermanos de todo.

-Las noches que duran un poquito más y en las que ves pelis hasta la madrugada. Eliminar el despertador de tu vida, aunque sean durante unos días.

-Salir a hacer deporte al aire libre.

-Las citas improvisadas con gente que no imaginaste o con alguien a quien estabas deseando ver.

Las pequeñas cosas, las que nos hacen más felices.